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Estresada.

A nada de perder la cordura.

Siendo madre y directora de la editorial el mismo día.

No he podido dormir como se debe, en días pasados estuve ocupada con las firmas de autógrafos planeadas para mí. He salido de todos mis compromisos como escritora para darle entrada a mis ocupaciones de dirección. Han sido unos días de locura, disfruté mucho de poder convivir con mis lectores, y ser testigo del apoyo que me dan, tres horas maravillosas. Hasta que debía volver a la editorial y encerrarme para ultimar los detalles de la presentación del libro de mi nueva estrella.

Las fechas se me juntaron, la entrada a clases de Rose y la presentación, no quiero perderme el primer día de mi hija en una nueva etapa, es el primer grado, pero tampoco puedo darme la libertad de llegar tarde a mi primer evento como jefa. ¡Hasta mi madre estará ahí!

—Rose Felicity, ¿A qué esperas para ponerte tus zapatos? —gruño en el umbral de la puerta de su habitación.

—No puedo con la cosita. —Dice señalando la hebilla del zapato, sabía que tanta belleza debía tener algo que complicase todo.

—Siéntate en la cama, voy a ayudarte con eso.

Me acerco a ella y me inclino para tomar su pie y acomodarle los dos zapatos. Una vez que está lista, cojo su mano y la mochila para llevármela, es una suerte que Manuel continúe durmiendo a sus anchas. Ya hemos desayunado, mi día está organizado para no sufrir de imprevistos tormentosos.

Han estado siendo días terribles, y mi cuerpo ha empezado a reclamar por descanso. No me he sentido tan bien como desearía, pero tampoco tan mal como para detenerme. Estoy usando la medicación que me ayuda a relajarme un poco, además de algunos suplementos vitamínicos, aunque a veces no suelen servir de mucha ayuda, me canso demasiado y mis energías se agotan, pero logro mantenerme en pie.

—Mírame papi —murmura Rose a su padre.

—Te ves preciosa, cariño. —Besa su frente. —Yo tengo algo que te va perfecto.

Lleva su mano al bolsillo del pantalón y le saca hecha puño, al mostrarlo lo que tiene, dejar ver la cadena. Ella sonríe a más no poder, ella la adora. Con una sonrisa, observo como se la coloca. Dejamos que nuestra hija avance por delante de nosotros, mientras mi amor me toma por la cintura. Él le ayuda a subir, sigo yo, y cuando creo que va a inclinarse para despedirse de nosotras, él también sube. Hoy compartiremos el auto, también ha querido coger un poco de su tiempo para Rose, Paul tampoco ha estado mucho en casa, además de que vive todo el tiempo como en otro mundo, el hecho de estar tan cerca pero tan lejos de resolver el problema en su empresa, hipotéticamente le quita el sueño. Coge mi mano durante todo el proyecto. Juntos, nos adentramos a la escuela, hay muchos padres dentro y niños correteando, recuerdo haber estado a nada de volverme loca cuando estudié aquí, era terrible tener que venir todos los días, no era tan emocional con el tema de las clases como lo es mi hija, es una niña muy especial. Localizamos su salón y le acompañamos hasta ahí, el panorama me subleva, el escenario de algunos niños llorando nos recibe. Ella sola busca su sitio, elige un lugar muy cerca del escritorio de la maestra. La señorita Lane, nos saluda con amabilidad, y de inmediato se hace amiga de la pequeña, ha conseguido un pequeño grupo de niños que se encuentran serenos, dejando a sus padres a un lado. El sonido de la campana se hace presente, y es el momento para marcharnos. Mi esposo se despide de nuestra hija, tan cariñoso como él suele ser. Al llegar mi oportunidad, me siento muy melancólica. Esta niña, tan grande y con una actitud de campeona, es la misma que me hizo sufrir unos dolores terribles para traerla al mundo, que se ganó mi sonrisa con solo tenerle en mis brazos. Una pequeña bebé hermosa de unos tantos centímetros.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora