-35-

5.4K 291 38
                                    

Huele delicioso.

Huele al aroma de mis hijos.

Su habitación se ha convertido en el lugar perfecto de la casa para estar. Es el olor que desprenden sus lociones lo que me tiene embobada, recién he terminado de ponerles guapísimos para la fiesta de Meli. Mis rubios preciosos están para comérselos.

—Cariño, te estamos esperando abajo para irnos. —Dice Paul desde el umbral de la puerta. —Si te tardas más, llegaremos para cuando se esté partiendo el pastel.

— ¿Sientes ese aroma? Es atrayente, huele muy rico.

—Mi amor, para la próxima te regalaré la loción de los niños para que te la pongas tú. —Se mofa. —Anda, salgamos de aquí antes de que Rose empiece a perder la cabeza porque le he dejado sola con Manuel, que no le deja en paz.

—No me parece gracioso tu comentario, Paul. Muévete, que llegaremos tarde. —Farfullo apartándole de la entrada.

—Uh, cariño. Pero qué mal humor el tuyo. —Rodea mi cintura con su brazo para atraerme. — ¿Te había dicho lo atractiva que te ves ahora mismo? Cada día te pones más linda, la más hermosa del mundo.

—Eres un zalamero, Zimmerman.

—Yo solo digo lo que es evidente ante mis ojos. —Deposita un delicado beso en mis labios. Coge mi mano. —Andando, porque ya vamos lo suficientemente tarde.

No puedo con este hombre. No opongo resistencia para salir de la habitación, sé que no le gusta llegar tarde a ningún sitio por más informal que este sea. Al llegar a la sala, nuestros hijos están los dos juntos, aunque la carita de Rose da el indicio de que le quedaba nada para perder la paciencia. Tomo a Manuel en mis brazos, inicia algún tipo de conversación conmigo, claro que no tengo ni la menor idea de lo que me dice, pero como toda buena madre, le doy la atención que merece. Rose ocupa un lugar en las piernas de su padre, ella simplemente se deja apachurrar por los brazos de mi esposo.

Theodore, Clare y la pequeña Hope estuvieron toda la mañana en casa, se marcharon después de la comida, hubiese querido que fuese más tiempo, pero ellos tenían un compromiso, y nosotros la fiesta de Meli. Hemos empezado a organizar la bienvenida de papá y mamá, para cuando estén de regreso en Seattle, queremos hacerle sentir especiales, demostrarles nuestro cariño con un pequeño detalle.

El tráfico en sábado por la tarde, ha sido bastante benevolente, pues no hemos tardado más de lo normal en llegar al salón de fiesta. Todo se encuentra perfectamente decorado, con muchos globos y las mesas organizadas por espacio, la música es de tónica infantil, el ruido de los niños presentes no se hace esperar. Lo más seguro es que aquí haya gente que la pobre Meli no tiene la menor idea de quienes son.

— ¡Feliz cumpleaños, Meli! —le digo al tenerle cerca. Es de esas pequeñas que corre por todos lados.

—Gracias, señora Phoebe. —Uff, que se me han aumentado los años. —Gracias por venir a mi fiesta, ¿Puedo llevar a Rose con mis amigos? Dulcie también está ahí.

—No veo porque no, toma tu obsequio, hermosa. —Le tiendo la cajita que contiene su regalo.

Ella sonríe. Rose se va con ella en dirección a un pequeño grupo de niñas que se encuentran cerca del payaso que anima la fiesta.

—Busquemos a Edwin y Gina, deben de estar con los demás padres. —Tiende sus brazos hacia Manuel, quien se va con él sin pensarlo. Aunque no parece estar muy interesado en su padre, puesto que su mirada es atraída por la cantidad de color que hay por todo el sitio. —Ever, cuida de la pequeña.

Tras dar la orden, nos movilizamos por el salón. Encontrándonos con algunos conocidos de Paul, con los cuales se ha relacionada por negocios. Preguntamos por los anfitriones del evento, y nos indican que les han visto por la zona del pastel. Les encontramos justo donde nos dicen, están terminando de colocar las velas.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα