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El cielo gris acompaña el día, afuera cae una tormenta que parece no tener fin, es demasiado temprano para que el cielo vaya a partirse, pero el clima es totalmente indescifrable. Esta mañana, en la madrugada Hannah, César y Jenell han tenido que partir en medio de una fuerte lluvia, incluso la pequeña ha tenido que llevarse una de las chaquetas impermeables de Rose para protegerla del agua. Me he levantado temprano para acompañarles en su partida, con la promesa que las pequeñas podrán verse pronto, claro, en cuanto mi hija esté en disposición y con la actitud para realizar la vídeo llamada. Cuando se marcharon, regresé a la cama. Mi estado de ánimo solo me permite dormir, y dormir mucho.

Unas leves caricias en mis mejillas me despiertan. Al abrir los ojos, y aún medio adormilada, veo a Paul, sonriéndome. Mi amor besa mi frente. Tiene puesto su traje, y huele delicioso.

—Haré un viaje relámpago a Los Ángeles —me dice. Eso me hace sentir un golpe en el pecho. —Es una emergencia, trataré de regresar por la noche. —Asiento. —Te amo.

Siento mis ojos humedecerse, me pone triste que se vaya. Aunque creo que mi susceptibilidad es por todo lo que ha ocurrido.

—Cariño, no te pongas así. Volveré por la noche. Duerme un poco más. —Acomoda el edredón y besa mis labios.

Deja el lado de la cama donde se encontraba sentado, y camina con dirección a la puerta.

—Paul —le llamo, haciendo que gire y pueda verme. —Te amo.

Sonríe ladeado antes de regresar a mí, y besarme nuevamente. Se despide y le veo salir, me abrazo a la almohada, mis ojos se cierran y vuelvo a dormir. Lo necesito.

***

Despierto unas horas después, mi cuerpo parece estar decidido a quedarse en la cama, pero no puedo hacerlo. Tengo algunas cosas por hacer en este día, sobre todo, cuidar de mis hijos. Me desperezo para levantarme, voy al baño para mojarme la cara y terminar de despertar. Tengo unas enormes ojeras horrorosas y los ojos hinchados, necesito hacer algo con eso. Tras acomodarme el cabello en una coleta, salgo de la habitación, escucho unos gritos.

—No quiero comer eso —reniega Rose. Me quedo en el umbral de la puerta viéndole.

—Rose Felicity, deja de gritar y pídele una disculpa a Danielle.

—No. —Gruñe convencida.

Ay, hija de su mamá.

—Danielle, puedes retirarte y disculpa la impertinencia de esta niña grosera.

—No hay ningún problema, dejo su desayuno sobre la mesa. Estaré con Manuel en la cocina, con permiso.

Me hago a un lado para que salga. Y cuando ya no está, cierro la puerta, acercándome a la cama de mi hija.

—A mí no me hagas esa cara, Rose. Te levantas y desayunas lo que te han traído, no lo pienses dos veces, porque casi es la hora de tu medicina. Y desde ya te digo, le pedirás una disculpa a Danielle cuando le veas. Señorita, usted no puede gritarle a los adultos, eso es incorrecto y no voy a dejar pasar malacrianzas, ni porque estés enferma.

—Yo le dije que no quería eso —dice acomodándose en la cama, es su actitud de no pienso levantarme.

—Rose, sal de esa cama y siéntate a comer, es una orden. —Me mira, me mira y me mira. — ¡Ahora!

Da un brinco por el susto que le provoca el hecho de que levante la voz. Sale de la cama pisando fuerte, haciendo ruido con las pantuflas al golpear el suelo. Ah, bueno. Se sienta en el sillón que tiene de frente la mesita con su desayuno, al mover la mano, tira el zumo. Lo ha hecho con toda la intensión.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Where stories live. Discover now