12. Sé fuerte

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"Porque, nosotras siempre estamos unidas."

[Contenido sensible]

-Aquí es donde se organizan las reuniones, bailes o eventos del instituto.- me informó Greta cerrando la puerta.

Me quedé perdida entre las paredes tan blancas, de diseño de victoriano y los marcos dorados (¡Cómo no!) de los espejos no muy grandes. Había varios cortinajes, alrededor de tres metros cada telar que cubría unas inexistentes ventanas, al parecer. Greta sonrió satisfecha de causarme esta sensación de bienestar después de arruinar como diez pergaminos para escribirle a mi familia. Ahora, eso ya no importaba.

- No es el lugar donde todos se sienten cómodos, ¿sabes?-dijo ella, caminando a mi derecha.

Había unos sillones de tapizado de beige, una mesita. Pero, algo más se destacaba en mi observación minuciosa. Era un piano de cola, negro con un gran florero de rosas blancas de centro, una lamina de tela amarillo ocre. Algunos pétalos se desprendieron, ya secos. Me acerqué, rodeando el largo teclado que estaba tapado. Intenté abrirlo pero estaba cerrado con llave. Saqué mi varita, pero la mano de Greta me impidió conjurar un Alohamora.

-¿Qué haces?-susurró.- Este piano es una reliquia del fundador. Solamente, está expuesto.

-¿Y, por qué nadie puede darse el gusto de hacerlo cantar?-dije en metáfora. Greta asintió calmándose.- ¡Vamos, Steinfield!

-El fundador, Albert Müller pidió que sus cenizas sean arrojadas al interior de este piano, que él mismo construyo.

Asentí. Apartándome con disgusto de estar junto a la tumba de un difunto de hace décadas. Le comenté a Greta, que las cuerdas pueden romperse por el abandono. Al ver, que estaba poniéndome insistente, me regaño explicándome que el piano era mágico y solamente, funcionaba por sí mismo. Incluso, los estudiantes que pasaban por este lugar, lo denominaban; Sol. La nota que siempre se oía por las noches, era el ronquido del piano descansando por lo tanto, sus cuerdas y su mantenimiento eran propios de su espíritu.

-Ya lo capto.-dije.

Nos sentamos en uno de los sillones, descansando nuestras espaldas y estiré las piernas cómodamente. Sentí algo de fatiga, ahora me arrepentía de no acompañar a Charlie al pueblo; podría conocer más de Alemania y ver los bosques con más claridad, detalles y colores cálidos en esta estación tan fría; probar el chocolate caliente.

-Cuéntame cómo llegaste a este viaje, porque no creo que tengas veinte años.-dijo ella, despertándome de mis pensamientos.

-No, estoy cerca de mis dieciocho.

-¿Qué? ¿Cómo es eso?

No quería que Greta armará conjeturas apresuradamente, no me gustaría que pensara que una chica de nariz respingada, de bolsillos profundos y cabeza vacía. Le expliqué el asunto cual me ofrecieron en Hogwarts, el permiso y apoyo de mis padres en superarme (aunque, estos se contradecían). Greta oía atentamente mis razones para aprobar la solicitud, exámenes y demás formularios para aceptar la beca en el instituto en Rumania.

-Me sorprendes, Malfoy.-dijo con una sonrisa socarrona.- Pensaba, que tu cerebro tenía un cuarto de razonamiento.

-Pues, no lo es.-le confirme.

Ella sonrió, una vez más.

-Siento mucho lo que paso anoche con mi novio.-murmuró, empezando repentinamente a explicar que el chico alemán le obligaba a mantener intimidad en cualquier sitio sin importar que las personas estuvieran presentes.- Él usa su magia para controlarme

-¿Maldiciones imperdonables?-dije asombrada, sin esperarlo. Solamente, había considerado que ellos eran unos rebeldes rompiendo reglas todo el tiempo.- ¿Lo dices, en serio, o quieres burlarte de mí?

-No estoy riéndome, Malfoy.

Hubo una expresión de repugnancia en mi rostro, me acomodé en el asiento observando otro punto lejos de las lágrimas prontas de Greta. No entendía cómo los hombres controlaban a una mujer que daba todo por la relación; en su gran mayoría, utilizaban el Imperio para obligar a sus parejas haciendo lo que deseaban ignorando que sus negaciones interrumpieran sus anhelos.

-¡Es un hijo de perra!-gruñí indignada. Volví a mirarla, sintiendo cómo su fuerza se desbordaba en emociones, frente a mí. Nada más, nos conocimos hace unas horas y estaba confiando que podía defenderla.- Deberías romper con él. Y, poner una restricción mágica. Eso siempre funciona.-dije, intentando apoyarla.

Greta tragó con fuerza, su piel se tornó tan pálida que podía desmayarse en este preciso momento. Había oído casos de maltrato de género, pero no pensaba cruzarme con alguno. Y, dolía percibir la tristeza en las mujeres que decidían cambiar a sus parejas. No era cierto. Me daba tanta impotencia, que quería atacar cruelmente a ese bastardo que dañaba a Greta.

-Lo único que puedo hacer, es resistir.-habló ella, por fin.

-No, eso quieres y no está funcionando.-le corté, tomé sus manos entre las mías. Estaban sudadas, temblorosas.- Ahora, entiendo porqué me trajiste a este salón. Querías hablar y soltar todo con alguien.

-Sí.

Aquella chica de cabello castaño, casi rubio y con estilo. De mirada asombrosa, pero oscura. De fuerte, aunque débil; esta muchacha necesitaba la fuerza de alguien más a su lado, que puede simplificar la situación dolorosa y fortalecer su mente para, finalmente, resistir al hechizo imperdonable y terminar con su pena.


Corazón de dragón 2# Enllamas/CharlieW.xOCNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ