24. Buenas chicas

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En la clase de Pociones, estudiamos nuevas fórmulas de antibióticos para intoxicación y también, para dolencias físicas. Había llenado mis pergaminos de todo tipo de notas, algunas orientadas al nuevo tema y otras eran garabatos sin sentido alguno. Ezra Milton se acercó a mi mesa cruzándose de brazos, se sentó casi aplastando mis apuntes que, rápidamente, hice a un lado. El chico de cabello castaño casi rubio, vestía una camisa de lino blanca y un chaleco gris. Sonreía con malicia, pensé que estaba enterado de las voces que corrían por Amarghu porque estaba segura que las personas decían mucho acerca de los nuevos vecinos.

-¿Qué?-inquirí. Estaba incómoda con aquella expresión de mi compañero.

-Charlie Weasley cayendo en la tentación de una dama, ¿eh?

Puse los ojos en blanco, tomando mis cosas para irme antes que la clase terminara en su horario acordado. Tomé mi bolso acomodando los libros, los pergaminos se cerraron con un toque de mi varita mágica. Termine de meter todo, levantándome para largarme sin más demoras. Ezra sujetó mi antebrazo deteniéndome cuando pase por su lado, lo fulmine con la mirada. En verdad, no estaba para continuar escuchando rumores ni siquiera quería crear otros nuevos.

-¿Y, ahora qué, Milton?-le dije molesta.

-Te da miedo equivocarte, ¿no es cierto? Sí, eso se llama inseguridad.-inquirió el joven levantándose, me observó con confianza de lograr herirme con sus objeciones.

-¡Vete al diablo!-le espeté, soltándome de él.

Crucé el salón, dejando miradas sobre mí. No dudaba que algunos presentes escucharan nuestra discusión. Salí al corredor, caminando con pasos largos. Mis botas resonaban en ecos por el largo pasillo de piedras grises, otras negras y húmedas. Cada vez que intentaba olvidar, las personas hablaban demás y todo volvía a mi cabeza. Tenía que detenerme, no podía seguir así. Simplemente, esto corrompería mi alma de una forma distinta a la estabilidad. Sin darme cuenta, estaba llorando en silencio, sola. Bajé las escaleras en espiral dirigiéndome al hall principal del instituto de sanadores y medimagos. Allí, había un grupo de practicantes vestidos con batas blancas escuchando las indicaciones de un profesional para comenzar el recorrido hacia el hospital.

-Ernestine, ¿estás bien?-oí la voz de mi amiga acercarse por mi lado derecho, cargaba un maletín blanco con la cruz roja.

-No...

-Oh, nena...-suspiró ella sintiendo pena por mí, no quería que nadie más hablara sobre Charlie y de mí.- Conozco un lugar que va a mejorar tu estado anímico.

-Está bien.-asentí, limpiando mis lágrimas con el dorso de mi mano. Greta sonrió, dándome una palmadita en mi hombro.- Gracias por confiar en mí.

-Después de abrirme los ojos con el idiota del alemán, creo que mereces tener una amiga en Amarghu y también, ser feliz.

No respondí, intente sonreír mientras el llanto iba disminuyendo. No podía deprimirme en otro país, por un nuevo estilo de vida. Seguí a Greta, saliendo del instituto de fachada medieval y nos encaminamos a un carruaje mágico donde dejo sus pertenencias del trabajo. Miré el exterior, los grandes árboles rodeando el pequeño castillo en una colina podía respirar la pureza de la naturaleza, así lo hice. Tomé todo el oxigeno inflando mi pecho, contuve unos segundos y solté con lentitud el aire de mis pulmones, repetí un par de veces más esa técnica de relajamiento físico. Greta regresó a mi lado, tomando mi hombro llamando mi atención. Mis ojos se veían tristes y decepcionados.

- ¡Auch!-exclame, Greta me pellizco sacándome de estos constantes pensamientos que lo único que lograban era enloquecer.

-Lo siento, Ernestine.- dijo ella.- No puedo verte así...Rota.

-¿A dónde vamos?-pregunté.

-Sí, eso...Viajaremos unos kilómetros.

Asentí. Greta me ofreció su brazo para movernos a través de la teletransportación. Vacilé unos momentos, y tomé su muñeca. Rápidamente, pude sentir el frío pegar en mi cara, rasgar mis mejillas. En verdad, estaba sintiendo mucho frío y podía oír el ruido del viento acoplarse a nuestro viaje. Vi por momentos, montañas nevadas y bosques oscuros hasta detenernos en una superficie que crujió bajo nuestros pies.

-¿Dónde estamos?-dije, mis oídos zumbaban por el viaje.

-En el cerro Olsen.-contestó Greta, moviéndose para encender unas velas mágicas y abrir las persianas del lugar. Olía a humedad, mucho silencio.- Es una herencia de mi abuela, Candace Steinfield. Ella era la mejor cirujana de Amarghu, tenía 59 años cuando murió y decidió dejar esta cabaña sobre el cerro Olsen. Y, las tierras son privadas, pertenecen a la comunidad mágica. No puedo hacer nada con ellas.

-¡Guau!-me sorprendí.

-¿Ves? No eres la única ricachona del pueblo.-bromeo con un guiño, sonreí.

Greta encendió la salamandra para dar calefacción al salón. Dejé mis cosas a un lado, sentándome en un sillón de cuerina marrón frente al fuego, calentando mis manos. Mi amiga propuso hacer té negro acompañado de unos croissants de jamón y queso. Acepté, ya que no comí casi nada en mi casa y mi estómago estaba quejándose.

-Dime, ¿Qué piensas?-dijo Greta después de colocar la tetera al fuego, solo nos separaba unos metros del salón y la cocina, estaba conectadas. Era una cabaña muy pequeña tipo campesina.

-¿En todo...?

-Define todo, querida.

-Bueno...Mi madre prefiere dejar que me golpee la cabeza contra la pared. Heffer intenta acercarse a mí, sin embargo, no quiere pelearse con Charlie. Y, este tampoco quiere dejarme.

Hubo una pausa. Me quedé viendo las llamas rojas del fuego, sintiendo mi corazón latir con ansiedad para que todo termine, aclarar los sentimientos y ordenar mi cabeza, nuevamente. Me arrellané en el sillón, cruzándome de brazos. El silbido del viento golpeando las ventanas producían una sensación de tranquilidad, aunque no tanto para una persona que está en medio de un triangulo, peligroso pero beneficioso para mejorar su estilo de vida.

-Mira, yo creo esto...-dijo Greta, preparando los croissant con magia. Asentí para que prosiguiera.- Yo pienso que tu madre está preocupada por tenerte lejos, no acepta la idea de no verte tan seguido ni siquiera si puede asegurar si volverás.

-¿Y, la conclusión?

-Quiere cuidarte, pero estando lejos, ella no puede evitar que comentas errores.- dijo mi amiga, acercándose con una bandeja con cuatro grandes croissants calientes.- Casi cumples dieciocho, crees y actúas como adulta. La familia es familia, tu madre siempre estará contigo. Y, eso significa que confía en tus propias decisiones.

-Tiene sentido.

-Y, los chicos...Te recomiendo ser sincera, dile a Heffer y Charlie cómo estás con tus ánimos. Evalúa quién responde con razón y consuelo.-continuo Greta, movió su varita para servir el té en dos grandes tazas negras con el interior de blanco.

Me quedé en silencio, asimilando que el razonamiento de Greta Steinfield era claro, directo. Seguramente, hablar de esto en el centro del pueblo era una posibilidad de armar más rumores, más problemas y la desgracia que mi cabeza explote de pena. Tomé un croissant dándole una mordida, viendo la salamandra calentar la cabaña. Observando el intenso fuego delante de mis ojos verdes.

Sé fuerte. Sé sincera. Mi madre podría haber dicho algo similar como Greta. Sin embargo, algo estaba pasando en mi familia que no ayudaba a poner en claridad los pensamientos de mi madre. Continúe comiendo, pensando en acercarme a la casa de Charlie y terminar de definir mis sentimientos por él. Después de todo, ambos nos desviamos y olvidamos la verdad en nuestros corazones.

Corazón de dragón 2# Enllamas/CharlieW.xOCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora