19. Dedicada a ella

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Justo pasaba una semana desde que Lexa me había recogido en mi casa para llevarme al paraíso durante todo el fin de semana. Tras las confesiones del domingo por la noche, Lexa y yo no nos habíamos vuelto a ver, habíamos hablado todos los días, sin embargo. Me emocioné realmente demasiado cuando me invitó a ir a ver su exposición de manera privada, tal vez fue mucha emoción la que sentí cuando se suponía que éramos solo amigas, y se supone que eso hacen las amigas, hacer cosas juntas, a veces solas, a veces con más gente.

Me había conseguido escaquear de Raven durante toda la semana, a pesar de sus constantes insistencias en que le contase cómo había sido el fin de semana. Tan solo le dije que había ido todo bien, y que sí, que eso significaba que había habido muchos sexo del bueno, pero también que Lexa y yo habíamos concluido en buenos términos. Pero Raven quería saber más, aunque para eso tenía que esperar a que Octavia pudiese quedar con nosotras, porque me negaba a tener que explicar mis sentimientos dos veces, mucho me había costado sincerarme con Lexa, como para sincerarme aún más con mis sentimientos hacia ella misma con mis amigas.

La ajetreada semana de Octavia me había dado tiempo para ordenar pensamientos, ya no pasaría de aquel sábado en que hablaríamos, porque necesitaba decir en voz alta lo que sentía. Pero bueno, aún era viernes.

Allí estaba yo, en la entrada del edificio donde estaba el bufete, vestida con una gabardina corta de cuero, bajo la que ocultaba un formal traje blanco, con una camisa negra. Había evitado la falda y, como me había dicho Lexa, iba más abrigada de lo normal, sabiendo que cortar el aire al ir en moto daría mucho frío. Esa mañana le había pedido a Raven que me llevase al trabajo y le dejé mi coche, ya que ella se negaba a tener uno propio. No pudo evitar mirarme muy pícara cuando le comenté que iría a comer con Lexa y me llevaría en su moto, porque ella sabía el morbo que me generaban los moteros, en especial Lexa motera.

Suspiré cambiando el peso de mi cuerpo de un pie a otro, las botas con un ligero tacón repiquetearon contra la acera. Volví a mirar mi móvil, 13:57, no es que Lexa llegase tarde, pero yo estaba realmente impaciente.

A falta de un minuto para las dos, el rugido de un motor que se acercaba me hizo levantar la vista, casi me caigo de culo observando aquella diosa del mismo Olimpo ante mí. Lexa paró la moto a escasos metros de donde yo estaba y se bajó. Dejó el casco extra que llevaba en el brazo sobre el asiento, para luego quitarse el que llevaba puesto, agitó la cabeza, haciendo que el aire peinase su cabello naturalmente, dejando caer sus ondulaciones caprichosamente.

De abajo arriba era puro fuego, con unas botas moteras, sus vaqueros negros y una chaqueta de polipiel color verde pizarra que resaltaba sus profundos ojos, más aún ya que no llevaba las gafas. Apenas estaba maquillada, muy poco realmente, pero ni falta que le hacía, se acercó a mí con el casco bajo el brazo, sonriendo, tan perfecta toda ella.

Yo por mi parte estaba realmente cómoda en mi momento contemplativo, ahí, bien plantada en la acera, sin poder mover ni un músculo por la emoción que me invadía. Sonreí cuando estuvo ya muy cerca de mí. Gracias a mis tacones estábamos a la misma altura, sin decir nada más se inclinó hacia mí y sentí sus brazos rodeando mi cintura, instantáneamente correspondí al abrazo, apoyando mi cabeza en su cuello, respiré hondo, aspirando el suave aroma a lavanda de su cabello, gracias al champú, por otro lado, su cuello olía especial, el olor natural de Lexa era indescriptible, solo lo podía definir como cálido, maravillosamente envolvente, porque ella no usaba perfume, pero tampoco le hacía falta. Fue un abrazo corto, pero intenso.

Nos separamos y aproveché para dejar un pequeño beso en su mejilla. Dio un paso atrás y extendió su brazo señalando la moto.

-Vamos, milady, su corcel la espera.

Hasta que llegaste túWhere stories live. Discover now