7. Griffin-Blake (parte II)

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Flashback:

Como habíamos acordado, esa noche me quedé en casa de Clarke, nos habíamos pasado gran parte de la tarde buscando el vestido ideal para Clarke, cosa que nos llevó por al menos 10 tiendas y 30 pruebas diferentes, hasta que por fin encontró el ideal, un vestido corto, que le llegaba por debajo del medio muslo, de un precioso azul cobalto que resaltaba sus ojos, era ceñido hasta la cintura, dejando caer una falda suelta tableada. Todo lo contrario a mí, que solo había aceptado probarme uno de los muchos que me propuso, no tenía intención de comprarme ninguno, no ese día, ya que no llevaba dinero suficiente, pero Clarke se empeñó en pagarlo ella. Mi vestido era de corte similar al suyo, pero estilo palabra de honor y blanco.

Así pasó la tarde y llegó la noche, aprovechando que sus padres se habían ido a Milwaukee el fin de semana, llevándose a Jasper con ellos, planeamos que esa sería nuestra noche del baile ficticio, preparamos el salón, despejándolo de muebles, atenuamos un poco las luces y pusimos los clásicos de música de baile en su portátil. Ella se preparó en su cuarto, mientras que yo en el baño, Clarke quería el máximo realismo, así que poco más que me había obligado a fingir que iba a recogerla y darle un ramillete incluso, como si se tratase de un baile 100% real.

Por eso estaba en su cuarto de baño, frente al espejo, revisando por última vez que mi pelo suelto estuviese bien peinado, que mi leve maquillaje siguiese en su sitio y que mi vestido no tuviese ni una sola arruga, era la quinta vez que limpiaba mis gafas con un pañuelo, ya por nerviosismo, Clarke llevaba casi 1 hora sin dejarme salir, no hasta que ella estuviese lista. A la séptima vez de limpiar mis gafas y recolocármelas, me llamó, gritando que ya estaba lista.

Respiré hondo antes de echar un último vistazo al espejo, coger el ramillete e ir a buscarla, estaba hasta nerviosa, y sí, es ridículo, lo sé, pero no podía evitarlo. Me sudaban las manos, esperaba que no lo notase, mi pulso estaba desacompasado y podía jurar que mis piernas temblaban ligeramente, algo para nada recomendable teniendo en cuenta que andaba con tacones. Cuando llegué a la puerta de su cuarto estaba cerrada.

-¿Clarke?- la llamé con cierta duda.

-Tienes que bajar las escaleras, Lexa, esperarme en la puerta de mi casa- me dijo con la voz algo irregular ¿estaría ella igual que yo?

-¿Fuera? Hace frío- me quejé haciendo un mohín con los labios, aunque ella no podía verlo.

-No, solo tienes que esperarme en el recibidor- dijo con una risita.

Bajé las escaleras bufando, tanto realismo acababa con mi paciencia, me situé justo delante de la puerta de entrada, simulando yo misma una conversación ficticia con el padre de Clarke, en la que su padre me echaba una charla sobre llegar temprano, usar protección y blablablá. Tonterías que hace una para despejar la mente. Hablé lo suficientemente alto para que me escuchase, provocando su ronca risa.

-¡Señorita Griffin!- grité fingiendo desesperación- Baje, por favor, me muero por verla.

-¡Ya bajo, idiota!- me gritó en respuesta. Y justo antes de soltar una réplica ingeniosa, mi corazón se detuvo. Clarke asomó por las escaleras, deslumbrante, tremendamente hermosa, se había ondulado el cabello y maquillado ligeramente, resaltando sus ojos y sus labios. El vestido se ceñía a sus curvas perfectamente y los tacones que llevaba, casi tan vertiginosos que la hacían quedar de mi misma altura, aun yo con tacones, le hacían unas piernas increíbles. Su mirada reflejaba picaresca, acompañada de fascinación hacía lo que estaba mirando, ¿a mí? Cuando llegó a mi altura simplemente sonrió- ¿Te ha comido la lengua el gato?- tragué saliva, sintiendo de pronto la boca seca, solo pudiendo negar con la cabeza mientras cogía su brazo y le colocaba el ramillete en la muñeca- Estás preciosa- dijo acariciando mi brazo.

Hasta que llegaste túWhere stories live. Discover now