15. Castigo

5.7K 268 15
                                    

Maratón 2/4

Desperté después de aquella intensa noche con un incesante recordatorio físico y emocional rebotando por todo mi interior y parte de mi exterior, era de día o al menos estaba recién amaneciendo. Lo primero que noté fue una presencia a mi lado, su presencia, su calor, había cerrado los ojos antes de dormirme la noche anterior con el ligero temor de que Lexa se diese a la fuga mientras dormía, en esencia por su intención inicial de dormir en la habitación de al lado en lugar de conmigo.

Cuando anoche se acercó a mí ofreciéndome ocupar toda la cama, casi se me desencajó el alma, aquello me sonó a rechazo, peor aún, a que me estaba utilizando para entretenerse unas horas y ya está, como si aquello no significase nada más que echar un par de polvos y calmar nuestras ansias físico-sexuales la una de la otra. Y puede ser que esa fuese la excusa, la tapadera con la que pretendíamos encubrir muchas cosas más, cosas como sentimientos, dudas, esperanzas o tal vez todo estaba en mi imaginación.

Casi entré en pánico, pero antes de tener una reacción impulsiva, me serené y la miré a los ojos, esos tiernos ojos verdes que trasmiten todo lo que Lexa siente aunque trate de evitarlo. Vi su miedo, algo que me hizo estremecer, tenía miedo a la situación porque sabía, tan bien como yo, que todo aquello de las 48 horas de placer no iba a tener efecto alguno real, que si lo que pretendíamos era deshacernos de las ganas y de los impulsos sexuales, ellos se verían sustituidos por otra cosa, algo más poderoso, algo más difícil de controlar.

La convencí, porque su voluntad era más bien floja, de quedarse a dormir junto a mí, sin mediar palabra se metió entre las mantas a mi lado y me abrazó acurrucándose en mi cuello, cediendo por fin a lo que de verdad quería hacer, porque Lexa también estaba teniendo sentimientos contradictorios, porque sabía que dormir conmigo así no tenía nada de sexual y aquello se excedía de alguna forma del "trato" que ella había formulado en su mente y en voz alta. Me rodeó con su brazo por mi abdomen, y yo pasé el mío por detrás de su cuerpo, quedando mi mano en su costado. Ella suspiró cuando comencé a acariciarla suavemente, hizo lo mismo con su mano que me rodeaba.

Y fue intenso, mucho más intenso que la anterior sesión de sexo, tal vez no físicamente, pero emocionalmente superaba con creces cualquier cosa que había vivido con Lexa en mucho tiempo. Tras unos segundos comenzamos a hablar, en general de cosas intrascendentes, pero también contándonos cosas que habían sucedido durante esos 10 años que permanecimos separadas, nada podía romper aquel íntimo momento, Lexa decidió hacerme caso y olvidarse de sus miedos. No tardó mucho en preguntarme sobre la idea de la ropa interior comestible, ya que eso no estaba en aquella lista que le di, las carcajadas de Lexa cuando se lo expliqué debieron escucharse por toda la zona del cercano Camping del Lago Bullfrog, definitivamente Raven Reyes se había convertido en una de sus personas favoritas.

Finalmente, después de ni sé cuánto tiempo de caricias y confidencias, nos acomodamos mejor sobre las almohadas, giradas sobre nuestros costados, frente a frente, recogimos las piernas hasta que nuestras rodillas quedaron pegadas, extendí mi mano izquierda apoyando la palma sobre el colchón, justo en el pequeño espacio entre nuestros cuerpos, Lexa deslizó su mano derecha sobre mi antebrazo subiéndola hasta cubrir la mía. Su calidez sobre mi mano, aquella postura que tantas veces habíamos tomado, tan natural, tan nuestra, como si quisiésemos seguir sintiéndonos con aquel ligero contacto, sin necesidad de dormir realmente abrazadas, ya que en realidad no era tan cómodo a la larga. Desde siempre, desde que tenía memoria de haber dormido con Lexa, habíamos tomado esa postura justo para dormirnos, da igual lo que estuviésemos haciendo antes o cómo despertásemos tras dar vueltas de noche, aquella postura, únicamente en contacto por nuestras manos y el leve roce de las rodillas, era nuestra, íntimamente nuestra.

Cerré los ojos sintiéndome feliz, satisfecha a muchos niveles, así como los abrí, porque Lexa seguía a mi lado, no había sido un sueño. Y, para qué tratar de negarlo, aún sentía el placer físico con el que nos habíamos entretenido la noche anterior.

Hasta que llegaste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora