Capítulo 33

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Mad se despertó confundida, pues no recordaba cómo había llegado a su habitación en la cabaña. Sentía un fuerte dolor de cabeza y en el cuerpo, sobre todo un ardor en el cuello y en sus brazos. Trató de hacer memoria, pero vagas imágenes pasaban por su mente, sobre todo de cuando recién había empezado la fiesta, hasta que, de repente, recordó unos ojos llenos de furia y la angustia se apoderó de ella.

Se volvió consciente de las cosas a su alrededor y sintió un peso sobre su pecho, todavía adolorida. Levantó un poco la cabeza y bajó la vista, encontrándose con un brazo sobre ella y que su playera estaba levantada, además de que su sostén había sido movido hacía abajo. La angustia crecía y se hacía notar en las lágrimas que salieron sin ella notarlas, hasta chillar al voltear y ver a Alex durmiendo a su lado. Se sintió abrumada y saltó hacia afuera de su cama, sin estar segura de lo que pasaba.

Se acomodó su ropa interior y sus jeans, pues él los había bajado a la fuerza la noche anterior, aunque ella no estaba segura de aquello. Con miedo, palpó su abdomen cuando trató de abrochar sus pantalones, pues sentía algo viscoso. Era semen.

Corrió al baño, aguantándose el vómito, hasta estar frente al inodoro. Cerró la puerta una vez que terminó y le puso pestillo. Se lavó la boca y la cara, dándose cuenta, al verse en el espejo, que tenía una herida en el labio, la mejilla roja e inflamada y el cuello marcado, explicando la sensación que sentía.

Sin pensarlo realmente, entró a la ducha sin sus zapatillas, pero con la ropa puesta. Necesitaba quitarse el olor que aquel hombre le había dejado, limpiar su abdomen, quitarse la sensación que él le había dado. Necesitaba desaparecer como el agua que escurría y se iba al drenaje.

Con el agua empapándola, empezó a quitarse con dolor la ropa y otra vez la atormentaron los vagos recuerdos de la noche anterior. Lloraba desconsolada, tratando de atar cabos sueltos, pero no estaba segura de si de verdad quería conocer la respuesta al enigma de su mente.

Siguió restregando su piel, incluso si ya estaba limpia. El llanto no paraba y todavía tenía esa asquerosa sensación de tener algo viscoso en el abdomen, a pesar de que ya se lo había quitado.

—Maddie, ¿estás bien? —llamó desde afuera Adrián, sacándola por fin de sus horribles pensamientos—. Llevas mucho rato ahí adentro.

Él había despertado tras el chillido que había dado la chica esa mañana. La cabeza le dolía mucho, por todo lo que había bebido, y el cuerpo le dolía gracias a haber pasado la noche en el sofá, por lo que, no se levantó de inmediato al escucharla gritar, sino que solo abrió los ojos. La vio de reojo correr hacia el baño, para después escuchar el portazo que dio para encerrarse.

Ya había pasado más de media hora desde que la chica abrió la llave de la ducha, tiempo suficiente para que el chico pudiera reincorporarse y tomar agua.

—Adi... —dijo entre sollozos—. ¿Puedes hacerme un favor?

—Claro. —Apoyó su cabeza en la puerta, hacía tiempo que no tenía una resaca tan fuerte.

—¿Puedes ir a mi pieza y...? —Se sintió ahogada y siguió llorando—. ¿Puedes traerme mi mochila? No la revises, solo... solo tráela.

No tenía idea de lo que pasaba, pero escucharla pidiéndole un favor entre lágrimas, le rompía el corazón. Hizo como le pidió Mad y se asombró al ver a Alex durmiendo ahí. La chica había olvidado por un momento que aquel tipo estaba en su pieza, por lo que, nunca esperó que se encontraran.

—¡¿Qué mierda?! —exclamó, enojado, pues una posibilidad horrible pasó por su mente, en especial por haber escuchado la voz quebrada de Mad.

Alex se levantó, un poco desorientado. Tenía sangre ya seca que le había salido por una fosa nasal durante la madrugada, lo que Adolf notó al verlo a la cara.

Mad #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora