Capítulo Diecisiete. Frapuccino

10.4K 977 3
                                    


Cuando al fin me acosté en la cama y me giré para buscar a Abdel, me sentí como una persona que lo había perdido todo. ¿Cómo iba a ser capaz de olvidar al hombre que había grabado poco a poco su nombre en mi corazón?.

Ahora que lo tienes lejos es cuando más cuenta te das de lo mucho que lo amas....

Dos días después de haber empezado a trabajar con David, empezaba a manejarme en la cafetería de forma aceptable. Sabía preparar casi todos los cafés de la carta, los batidos, cortar las porciones exactas de las tartas, los topping que cada una de ellas llevaba encima....pero era incapaz de manejarme con la tablet que mi nuevo jefe me había dado para apuntar las comandas por lo que al final optó por dejarme una libreta y un bolígrafo para que anotase al modo tradicional los pedidos. Aún no entendía el verdadero porqué pero las nuevas tecnologías nunca habían sido grandes amigas mías y los dedos de las manos se me habian quedado cortos para contar el número de ordenadores o móviles que había estropeado en mi vida. Muchas veces con sólo mirarlos.

El trabajo era agradable y muy entretenido pero apenas me sobraba tiempo para buscar piso y era algo que me avergonzaba terriblemente. David era prudente y solía dejarme espacio en la casa para disfrutar de mi nueva afición: pensar en Abdel mientras me martirizaba por mi mala suerte pero no me gustaba abusar de su confianza de ese modo.

Hablando de Abdel, no supe nada más de él. Me preguntaba cómo lo estaría pasando o si me echaba de menos día tras día y aunque más de una vez estuve a punto de coger un vuelo a Marrakech y volver a su lado, las cosas no eran tan fáciles. Él tenía una empresa que sacar adelante y yo era un escollo en ella. Puede que el tiempo nos concediera una tregua más adelante volviendo a juntarnos pero, ¿podría haber futuro más adelante?. ¿Sería él capaz de perdonarme por mi abandono?.

-Helen, esta noche saldré a cenar con unos amigos. ¿Quieres acompañarme?.

-No me apetece, David. Gracias de todos modos.

-¿Te vas a encerrar a llorar cómo todas las noches?.

-Es que le echo de menos. ¿Tú no harías lo mismo?.

-No se qué es lo que te atormenta pero, ¿no crees qué te mereces un poco de relax?. No pensar tanto y evadirte aunque sea por un par de horas. No quiero emparejarte con nadie. De hecho, todos mis amigos están casados o son gays. No hay nada que temer.

-¿Tengo escapatoria?.

-Por supuesto que sí. Puedes acompañarme o trabajar mañana el doble.

-¿En serio?.

-No-rió-. ¿Qué dices?.

-Supongo que no me vendrá mal después de todo. Aunque eso no te libra de ser un jefe demasiado mandón.

El lugar de encuentro era un restaurante situado en un barrio de las afueras de Londres y los amigos y amigas de David resultaron ser encantadores. Me alivió este hecho porque teniendo yo poco don de gentes, que hubiesen sido reservados o serios, me habría dificultado el hecho de socializar con ellos.

El encargado de servirnos la cena fue un chico árabe bastante joven pero muy diestro en el manejo de los platos.

-No los soporto-comentó uno de los amigos de David que tenia justo a mi lado-.

-¿A quién no soportas?-quise saber-.

-A los árabes. No me malinterpretes pero las noticias no los dejan muy bien parados. Realmente, preferiría no tenerlos cerca.

-Te interpreto perfectamente y da la casualidad de que me he tenido la suerte de vivir en Marruecos y encontrarme con gente maravillosa, mucho más que algunos ingleses como tú que dejan mucho que desear.

-¿No puedo expresar mi opinión?.

-Puedes hacerlo si así lo deseas pero,¿por qué no se lo dices al camarero en vez de andar comentándolo a sus espaldas?.

-¿Quería algo, señorita?.

El pobre chico llegó al instante y por su cara supe que no era algo nuevo lo que estaba sucediendo. Benditas noticias que siempre lo dejaban por los suelos.

-Claro que sí. Este amable camarero me estaba comentando que lo has dejado tan encantado con tu servicio que te dejará una generosa propina. Tranquilo, no todos odiamos a los árabes.

Le guiñé un ojo y se fue medio sonriente,medio extrañado por mi contestación. Mi compañero de mesa me dedicó una mirada asesina que ignoré y es que no estaba de acuerdo con nadie que se atreviese a meterse con alguien por su lugar de procedencia.

Miré a David quien se estaba riendo al otro lado de la mesa como si no hubiese un mañana contagiando a media mesa.

Después de eso la velada transcurrió tranquila y cuando llegó la hora de pagar, llamé de nuevo al camarero.

-Mi amigo me dice que te recuerde que está tan contento que insiste en darte una propina de cincuenta libras.

-¿¿Qué??.

-No seas tímido, amigo.

Le tendió las cincuenta libras sin rechistar y cuando todos convenimos en ir a tomar una copa después de la cena se excusó diciendo que tenía que madrugar al día siguiente.  Para mi gran alegría y regocijo.

-Vaya, Helen, me has sorprendido con la contestación que le has dado a Chris.

Otro de los amigos de David, un chico alto, rubio y de esos que eran considerados guapos pero no sabías por qué, me hablaba.

-¿Chris?. ¿Así se llama el idiota?.

-Así es. Yo me llamo Edward por si te interesa insultarme por mi nombre.

Me reí con su comentario.

-Es bueno saberlo, Edward pero por el momento no tengo motivoa para insultarte aunque todo es cuestión de tiempo.

-Trataré de no ganarme tu odio entonces. ¿Te apetece tomar algo?.

Lo miré desconfiada pues era la primera frase que todo el mundo solía utilizar para ligar.

-Tampoco pretendo ligar contigo. Simplemente, me gusta tu conversación.

-Me fiaré de tí, Edward. Con una copa de Baileys me basta.

-Te gustan las bebidas dulces, ¿eh?.

-Supongo que sí. No suelo beber pero me apetece.

En toda la noche, no hablé con nadie más que él y mentiría si dijese que no me gustó su compañía. Fue agradable y entretenida y me hizo olvidar por algunos momentos a Abdelkader.

Volvimos a casa casi a las dos de la mañana o lo que era lo mismo, a la hora que cerraban los bares en Inglaterra.

-¿Te lo has pasado bien con Edward?.

-Es buena persona. ¿Por qué lo preguntas, David?.

-Vi cercanía entre vosotros. Sólo eso.

-Pues sólo eso.

-¿Y tú te lo has pasado bien?.

-Sí, Helen. ¿Sabes?. Me sienta bien que estés aquí en casa. Llevo tantos años sólo que tu sóla presencia me llena de alegría.

Se acercó a mí y me tomó de los hombros para mirarme a los ojos. ¿Iba a besarme?.

No, David. Tú no puedes ser como el resto. Tú no

Atrapada((COMPLETA)) #1Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz