Capítulo Nueve. Túnez

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-¿Por qué quieres ignorarme?.

-Porque me gustas, Helen pero no puedo amarte.

¿Cómo?. ¿Gustarle a Abdel?. ¿Sí es así por qué no puede amarme?. ¿Por qué se empeña en hacerme dudar este hombre? Y, sobretodo, ¿por qué no soy capaz de quitarme de la mente el recuerdo de su beso?.

Helen, estás jodida.

¡No me digas!

-Entonces bebamos cerveza. No se tú pero yo la necesito en estos momentos.

Cerveza tras cerveza todo resultó ser menos vergonzoso y juntos hicimos lo que mejor se nos daba o lo que es lo mismo, ignorar nuestros sentimientos respecto al otro.

-Me alegrará ir contigo a Túnez, Helen. Estar sólo en los hoteles ya empezaba a hacerse cansino.

-¿Cuánto tiempo llevas haciéndolo?.

-Al menos cinco años. Todos los meses mi hermano y yo vamos a hacer controles de calidad. Nunca sabemos a donde vamos, lo hacemos por sorteo y ellos lo saben. Por eso siempre trabajan perfectamente.

-Buena forma de acongojar a los empleados.

-Supongo que sí pero no somos malos jefes,tan sólo cuidamos lo nuestro.

-¿Demasiado dinero en juego?.

-Demasiados sentimientos. Esos hoteles pertenecieron a mi familia desde su construcción, al menos la mayoría de ellos. No vamos a permitir que su trabajo sea vilipendiado.

Sus padres. Siempre hablaba de ellos pero nunca me atrevía a preguntar. En mi opinión era algo demasiado íntimo y esperaba que él algún día fuese capaz de contármelo.

Comimos en un restaurante de la zona algo frugal y una duda asaltó mis sentidos.

-¿Comes al igual que cenas siempre a la misma hora?.

-No-me sonrió-. Como a la hora que puedo pero me gusta cenar siempre a las ocho y media.

-Curioso.

-¿Curioso?.

-Sí, a mí me lo parece. En mi casa nunca cenábamos a la misma hora. Con tantos niños, mis padres hacían lo que podían.

-¿Cuántos hermanos tienes?.

-Cuatro y todos más jóvenes que yo. Dos gemelos alocados, una adolescente de catorce años y David, el más pequeño de todos que es el consentido de la familia.

-No me imagino lo que será criar a tantos hijos a la vez. Tiene que ser un trabajo arduo.

-Lo es pero si te gustan los niños, es una maravilla.

-¿A tí te gustan?.

-Por supuesto. Si te refieres a si me gustaría ser madre,no lo tengo aún muy claro pero me encanta jugar con ellos y reírme con sus contestaciones. Me gusta su inocencia. No se como hubiese sobrevivido a mis hermanos sino me encantaran. ¿A tí te gustan?.

-No tengo demasiadas oportunidades para disfrutar de ellos pero no me desagradan como a otras personas.

Me pareció que la pregunta no le gustaba del todo o al menos esa fue mi percepción. Suspiré. ¿ Qué más sentimientos escondería mi amigo bajo su aparente tranquilidad?. ¿Podría yo descubrirlos?.

Quien sabe, Helen. Quien sabe.

Volvimos a casa en taxi pues después de habernos bebido los mares, ninguno de los dos estaba en condiciones de conducir por una ciudad de locos como Marrakech donde carros de animales, motos, personas y coches iban saltándose todos ellos las normas de circulación.

-Te veo en la cena, Helen. ¿Hay algo qué quieras comer en particular?.

-Una sopa harira estará bien.

-¿Tienes por costumbre alimentarte de sopas y fruta?.

-Básicamente. No soy una persona a la cual le encante comer.

Cuando entré en la ducha y sentí el agua caliente recorrer mi cuerpo, los pensamientos se agolparon en mi mente. El beso de Abdel,el hecho de que confesase que le gustaba, la conversación con su hermano....demasiadas cosas para poder asimilar de un plumazo y menos con tranquilidad pues sentirnos atraídos el uno por el otro y estar perdiendo el tiempo se me antojaba una locura pero los traspiés me habían enseñado a ser calmada en las decisiones amorosas y por desgracia, no me quedaba más remedio que hacerlo.

Los días pasaron trayendo a nuestra puerta el viaje a Túnez. Sidi Bou Said era el destino que tocó en suerte esta vez, un delicioso pueblo costero en el que todo era blanco y azul recordando a las islas griegas aunque impregnado con su propio carácter. Olor a dátiles y jazmín llenaban mis sentidos enamorándome a cada paso de todo lo que veían mis ojos. Incluído Abdel que miraba al mar desde el balcón de nuestra habitación mientras el sol descendía hacia el mar.

-Creo que nunca mis ojos han visto nada tan bonito, Abdel. No se como agradecerte que me hayas traído contigo.

-Estaba en el contrato, ¿recuerdas?.

-Cierto. Ya me había olvidado de él. Dime, ¿qué planes tenemos para nuestra estancia?.

-Estaremos aquí una semana. Tendré que valorar ciertos puntos sobre el funcionamiento del hotel y emitir mi informe pero tendremos la mayor parte del tiempo libre. Había pensado en disfrutar de la playa o visitar los zocos de Túnez. Es un país muy bonito que merece la pena conocer.

-Perfecto entonces. ¿Vamos a la playa?.

-¿Ya?.

-Vengo de un país donde ir a la playa es una utopía, Abdel. ¿Qué esperas?.

-Tienes razón, Helen. No había caído en ello.

Bajamos a la playa privada del hotel con lo imprescindible o al menos yo. Se notaba que no estaba acostumbrada a ir a aquellos lares y mucho porque ni chanclas habia llevado quemándome los pies tan pronto puse mis pies sobre la arena.

-¿A quién se le ocurre venir sin sandalias, Helen?.

Abdel reía mientras yo no dejaba de dar saltitos por la playa tratando de ponerme mis tenis.

-¿Te parece gracioso?.

-Me parece graciosa tu falta de previsión, Helen. No te lo voy a negar pero déjame ayudarte.

Me cogió en brazos llevándome hasta a una de las hamacas que había cerca de la orilla de la playa. Como cada vez que tocaba su piel, una extraña sensación recorrió mi cuerpo. Siempre olía bien, siempre estaba suave y siempre era sexy y guapo.

-Te conseguiremos unas sandalias para la próxima vez que vengamos a la playa.

-Sería ideal.

Ya en la tumbona, me quité el vestido que llevaba quedándome en bikini. Al menos, eso sí lo habia previsto. Sentí la mirada de Abdel sobre mí, una mirada bien cargada de emociones. Entre ellas, el deseo. Sabía que no tenía nada que hacer con él, que no podría amarlo pero podía hacerme la inocente para disfrutar de algún tipo de contacto.

-¿Podrías echarme la crema en la espalda?. Ya sabes que a los ingleses se nos conoce en las playas del mundo por nuestro moreno langosta.

Con manos temblorosas, cogió el bote que le tendí y empezó a extenderla por mi espalda con un suave masaje. Sentir sus manos sobre mi cuerpo, acariciándolo, fue una experiencia que me puso los pelos de punta. En un arrebato y notando la corta distancia que nos separaba, me giré quedando casi a la misma altura que él pudiendo mirarlo a los ojos, notando su agitada respiración sobre mí. Volví a acercarme a él. Quizás se apartase o se dejase besar.No lo sé. Pero yo debía aprovechar las oportunidades que la vida me otorgaba y esta, era una de ellas.

Atrapada((COMPLETA)) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora