Capítulo Tres. Un Contrato.

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O quizás le gustes pero el tiempo dirá, ¿verdad que sí, Helen?.

Me guiñó un ojo y continuó tecleando en el ordenador mientras yo empezaban a comerme la cabeza más de lo debido. ¿Gustarle a Abdelkader?. En absoluto, él tan sólo quería agradecerme mi hospitalidad. Nada más lejos o eso esperaba porque no podía decirse que tuviese el corazón presto para dejarse ser amado.

¿Realmente te lo crees, Helen?.

Antes de las ocho subí a la habitación de Abdelkader a recoger mi vestido. No había aparecido por la recepción en todo el día por lo que no habría peligro para ponérmelo  y salir a esperarlo tal y como habíamos convenido.

El vestido en cuestión era una maravilla de seda italiana en color verde de corte midi que llamaba la atención con sus preciosos estampados florales. Debía admitir que Alfarsi tenía muy buen gusto. Aquella prenda era una excelente muestra de ello pero siendo humilde como era, se me antojó demasiado para mí y allí me quedé observándolo durante más tiempo del debido pensando si ponérmelo o no.

-¿No te gusta?.

Alfarsi apareció tras de mí dándome un susto de muerte. No contaba con su presencia aunque pensándolo bien, yo tampoco debía estar allí.

-Me parece precioso pero me temo que es demasiado. No estoy acostumbrada a vestir piezas tan caras.

-Tómalo como un regalo por tus servicios.

-Señor, para eso me paga el hotel.

Le sonreí por primera vez desde que lo conocí y aunque no me devolvió el gesto, si apoyó sus manos en mis hombros y me miró directamente a los ojos, tal y como acostumbraba a hacer.

-Esto es un extra, señorita Helen. Puede vestirse aquí si quiere y por cierto, tiene los zapatos a juego en el fondo de la caja. Voy a ducharme. La veo en media hora.

¡Oh! Era tan insistente que con él negarse se hacía más pesado que correr una maratón. Busqué los zapatos. Bellísimos, elegantísimos y de mi número. Se había tomado muchas molestias en dar con mis tallas exactas porque el vestido me sentaba que ni hecho a medida.

Salí una vez vestida de la habitación y terminé de maquillarme y peinarme en el cuarto de baño del servicio. No quería abusar más de lo debido.

-Estás bellísima, Helen.

-Muchas gracias,  señor Alfarsi aunque el buen gusto se lo debo a usted.

-Pero la percha es suya. ¿Nos vamos?.

Me tendió el brazo para que me agarrase a él. Sino fuera por sus rasgos y su acento, podría pensar que era un perfecto caballero inglés. Todo en él rezumaba elegancia. Desde su indumentaria hasta sus modales aunque algo dentro de su ser me indicaba que no era feliz del todo, que escondía algo que lo atormentaba.

Fuímos en un coche que condujo un chófer hasta un restaurante ubicado en una playa tangerina.

-Es mi lugar preferido de Tánger-me indicó una vez fuímos ubicados en una mesa-.

-Me halaga que lo comparta conmigo entonces. Ese tipo de cosas son más bien personales.

-Lo son. Son las típicas confesiones que no suelo compartir con nadie. ¿Qué prefiere tomar carne o pescado?.

-Prefiero el pescado.

Abdelkader era una de cal y otra de arena. Era capaz de bajar la guardia contándote acerca de sus emociones para después volver a su hermetismo natural dejándome atolondrada y con la cabeza dando vueltas. ¿ Tendría este hombre un especial interés en hacerme pensar más de lo acostumbrado?.

No hubo sonrisas en la cena pero si exquisitos platos y una larga conversación sobre viajes y lugares exóticos que me hizo sentir como una cateta que nunca había salido de su pueblo. Nada más lejos de la realidad.

-¿No acostumbra a viajar, Helen?.

-Puede decirse que Tánger es la primera ciudad fuera de Inglaterra que he visitado en mi vida y no lo hubiera hecho si ciertas circunstancias no me hubiesen llevado a ello.

-Siempre es bueno cambiar de aires.

-Eso estoy experimentando últimamente. Me gusta Tánger.

-¿Estaría dispuesta a irse de esta ciudad?.

-¿Irme? Acabo de llegar, señor Alfarsi. 

-Tengo un trabajo que me exige viajar mucho por el norte de África pero no tengo con quien compartir mis viajes.

-Lo lamento, señor pero, ¿qué tiene que ver eso con irme de Tánger?.

-Seré sincero con usted, Helen. Durante la última semana, he apreciado mucho su compañía. Sé que puede sonar un poco bizarro pero me gustaría llevarla conmigo en mis viajes. Le pagaré por supuesto.

-¿Pagarme por viajar?. No se lo tome a mal pero, ¿me toma el pelo?.

-En absoluto. No tiene que contestarme ahora con que lo haga mañana antes de las nueve es suficiente.

-Tan sólo quisiera hacerle una pregunta antes.

-Adelante. Está en su derecho.

-No quiero molestarle pero, ¿por qué yo?.

-Me cae bien y eso es algo que no suele pasa habitualmente.  No se me ocurre nadie mejor que usted para ser mi acompañante.

Suspiré después de darle un trago a mi zumo aunque más bien necesitase una caipirinha para poder asimilar todo aquello. Después de acompañarme a mi casa, no deje de darle vueltas a toda aquella situación en toda la noche. Por un lado me gustaba su estar con él pues aunque al principio su seriedad me resultaba molesta, había llegado a un punto en el que me agradaba su compañía y sabía que llegaría a echarlo de menos. Tanger era preciosa pero estaba sóla en ella y no estaría mal compartir mi soledad con alguien pero, ¿quién me decía a mí que no era una trampa?. No lo conocía de nada ni sabía a que se dedicaba. ¿Y si era un mafioso?. Aunque esta última opción fuese descabellada a todas luces, ¿que importaba si lo fuese?. Mi ex prometido era un ingeniero de gran fama y me había abandonado en el altar.

Me dormí después de autogenerarme a mí misma un intenso dolor de cabeza. Cuando desperté, eran casi las ocho y media de la mañana. Me duché rápido y salí pitando por la puerta de casa con el pelo alborotado y vestida de aquella manera.

-El señor Alfarsi te espera en su suite, Helen. Ya me contarás qué tal te fue la cena de ayer.

Mi compañera era maja pero bajo mi punto de vista, se tomaba demasiadas licencias a la hora de meterse en la vida personal de las personas. Subí por las escaleras del servicio hasta la habitación.

-Buenos días, señor Alfarsi. ¿Puedo pasar?.

-Adelante, Helen. No veo que traiga maletas con usted. ¿Es eso una negativa a mi propuesta?.

Aunque pareciese extraño, vi una defensa de su alma derribarse al pronunciar aquellas palabras. ¿Tan necesitado estaba de compartir su vida?. ¿Acaso yo no estaba en la misma situación?.

-He de confesarle que hasta ahora mismo no había tomado ninguna decisión.

-Entonces, ¿qué dices, Helen?. Me acompañas.

Suspiré, últimamente lo hacía mucho y sin motivo aparente cosa que me molestaba soberanamente. ¿Por qué solía  suspirar la gente?. Quizás en ese quid de la cuestión estaría la clave para descubrir porque en los últimos tiempos me estaba dedicando a hacer las mayores locuras de toda mi vida. Lo miré a los ojos y tras un breve silencio, le contesté. 

-Se cuanto le gusta la puntualidad pero si fuese tan amable de acompañarme a mi casa a recoger mi maleta, estaría más que dispuesta en acompañarle.

Sus ojos se iluminaron durante un corto período de tiempo para después volver a su estado habitual.

-Muchas gracias, Helen. Le diré a mi asistente que redacte el contrato para que pueda firmarlo a la mayor brevedad posible.

¿Contrato? Helen, ¿en qué lío te estás metiendo?.

Atrapada((COMPLETA)) #1Where stories live. Discover now