Capítulo Uno. Helen Brown.

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Dependiendo de las circunstancias, que te dejasen plantada en el altar podría ser considerado una alegría o una desgracia. Todo estaba directamente relacionado con el amor que te uniese a tu pareja que en mi caso, era muy grande.

En mis veintiséis años, había experimentado todo tipo de cosas en el amor. Desde mi primer novio que resultó ser gay y me dejó por mi mejor amigo, hasta una primera vez extremadamente embarazosa en cuyos detalles no me gustaría entrar por propia vergüenza. Pero que tu futuro marido no se presentase a tu boda después de haberla planeado con todo el mimo del mundo durante meses era el summun de las desgracias amorosas.

Durante meses fuí un alma en pena que hacía las cosas de forma automática. Me levantaba cada mañana para ir a trabajar, comía por costumbre y no por ganas y me pasaba los fines de semana encerrada en casa mientras veía películas románticas que poco o ningún bien me hacían.

Hasta yo misma me daba cuenta de que aquello no iba a ninguna parte, que estaba destrozando mi vida, desperdiciando mis días en cosas que no me aportaban nada en absoluto. Pero,¿qué hacer?. ¿A dónde ir?. Salesbury, el pequeño  pueblo donde vivía me agobiaba y más después de ser señalada por todos como Helen Brown, la mujer a la que habían dejado el día de su boda.

Fue un día mientras hacía zapping en mi casa cuando me llamó la atención un documental de viajes. Tánger, ciudad del norte de Marruecos que aparentaba ser más occidental que el resto y donde tan sólo había que hablar francés para poder empezar una nueva vida. Hablaba el idioma a la perfección y había estudiado turismo por lo que se me antojó como una excelente oportunidad para comenzar de nuevo.

Sobra decir que mis padres no estuvieron de acuerdo, ni tan siquiera mis amigos pero era algo que me daba más o menos lo mismo. Ellos no tenían que convivir con la vergüenza de los sueños rotos cada día ni bajar la cabeza cada vez que se encontraban con su ex y no eran pocas las veces que se daba ese hecho así que un día de mayo, cogí mis maletas y mis ahorros y, sin previo aviso, me fuí rumbo a Tánger.

Era una ciudad agradable a simple vista. Calurosa para la época del año en la que estábamos y bastante ruidosa pero me gustaba. Había alquilado una casa en plena medina y aunque reconozco que las primeras veces me perdía cada vez que intentaba llegar a ella, poco a poco fuí cogiendo el ritmo y memorizando el camino sin tener que llegar a soltar migas de pan al más puro estilo Pulgarcito.

Encontrar trabajo no fue demasiado difícil. Había bastantes hoteles en la ciudad necesitados de recepcionistas que hablasen varios idiomas y conseguí empezar a trabajar en uno no muy lejos de mi casa dos días después de llegar a la ciudad. Era agradable y me pagaban bastante bien, al menos para el nivel de vida que había en Marruecos donde un kilo de tomates te costaba céntimos de euro y donde podías cenar todos los días en la calle por precios irrisorios.

-Helen, esta noche vendrá un cliente muy especial al hotel. Su nombre es Abdelkader Alfarsi. Por favor, trátalo con exquisitez, ¿de acuerdo?.

-No se preocupe, señor Hassan. Haré todo lo que esté en mi mano para que no tenga queja alguna.

¿Sabía lo que decía?. Sin duda alguna, no y es que lo que menos me esperaba es que se diesen una serie de acontecimientos que cambiarían de verdad mi vida para siempre.

-Buenas noches, señor Alfarsi. Mi nombre es Helen Brown y estaré aquí para hacer más cómoda su estancia en este hotel.

Me miró directamente a los ojos poniéndome bastante nerviosa y es que su mirada tan intensa, tan ambarina, en definitiva, tan árabe no era algo a lo estuviese acostumbrada en Londres. Era guapo a rabiar aunque no demasiado agradable.

-Señorita Brown, déjese de formalidades incómodas y deme la llame de mi habitación. Cenaré en media hora por lo que le agradecería que fuese puntual con mi cena.

¿Con su cena?. ¡Yo era la recepcionista no la camarera de pisos!.

Se fue después de recoger sus llaves dejándome a cuadros. En mis años de experiencia en el sector nunca me había pasado algo así pero el jefe había sido claro al respecto. Fuí a las cocinas para ordenar su comida y justo media hora después estaba llamando a la puerta de su suite.

-Su cena está servida, señor Alfarsi.

-Pase. No me gusta cenar sólo.

-Lo cual me parece correcto pero he de seguir trabajando.

-Hablaré con su jefe.

Suspiré para mis adentros y entre en la habitación con el carrito de la cena. No tenía muy claro si era esto para lo que me pagaban. Estaba en un país extranjero, quizás aquí las cosas fuesen así.

-Siéntese, Helen. ¿Qué desea beber?. Por lo que he visto hay zumos y refrescos.

-Un zumo estará bien. Gracias.

Se sentó a mi lado después de servirme la bebida y comenzó a comer despreocupado. Yo estaba incómoda y es que no sabía si debía acompañarlo, mirarlo o limitarme a beber mi zumo de piña.

-¿No cena?.

-En realidad, me da vergüenza, señor.

-Tonterías. Sìrvase un poco de cordero. En este hotel tienen una excelente cocina. Es usted afortunada de trabajar aquí.

-¿Viene mucho por aquí?.

-Al menos una vez al mes. Coma, se le va a enfriar.

Tras mucha insistencia y con muy poca gana, probé el cordero y le dí la razón a mi anfitrión. Estaba delicioso. Lástima que a los empleados no nos sedujesen con las mismas viandas a la hora de la comida.

-¿Necesita algo más?-pregunté una vez terminamos-.

-Nada más, señorita Brown. Mañana la espero a la misma hora para cenar.

-¿Perdón?.

-¿No me ha escuchado?. Mañana, suba a la misma hora con la cena. Ya le he dicho que no me gusta cenar sólo.

Ni a mí, árabe borde pero no me queda otra más que hacerlo.

-¿Durante cuánto tiempo se va a quedar aquí?.

-Eso no es asunto suyo.  Ahora váyase. Quiero descansar.

El señor Abdelkader Alfarsi era guapo, atractivo, elegante y tan sólo me sacaba unos dos o tres años pero era mandón y estúpido y eso no ne gustaba ni lo más mínimo. Indagué en el ordenador de la recepción cuánto duraría su estancia y cuando ví que se quedaría por una semana, me sentí derrotada. Siete días cenando con él y aguantando su silencio o sus borderíos.

¿Por qué, destino?. ¿Por qué siempre me pones a los más difíciles en mi camino?.

Atrapada((COMPLETA)) #1Where stories live. Discover now