XX

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Miércoles

Fui a casa de mis padres sin previamente haber avisado. No creo que tengan problemas con que su hijo los visite de sorpresa. Estacioné el auto de papá que aún yo me encargaba de traer, frente a la casa. Me bajé del auto y entré.

Observé que ninguno de los dos estaba en la planta baja, esta vez no me preocupé porque recordé que probablamente se trataba de ellos dos en la oficina de mi padre.

Subí las escaleras y escuché a mi madre hablar. Mi padre no le respondía, así que supuse que estaba al teléfono. Entré en la habitación mirando que mi madre efectivamente estaba atendiendo una llamada. Mi padre quitó su mirada de ella y me miró con una gran sonrisa.

— De acuerdo, si, bien, muchas gracias. — dijo mi madre. — Nos vemos, hasta pronto. — colgó y me miró con una gran sonrisa ella también.

— ¿Me perdí de algo? — reí y miré a ambos.

— La florería sobrevivió. — mi madre apretó su labio superior de felicidad.

— ¡Si! — exclamó mi padre alzando sus brazos en forma de victoria.

— ¿Lo hicimos? — abrí mis ojos sorprendido.

— ¡Lo hicimos! — respondió mamá.

— P-pero...¿Cómo? — sentí mis manos sudorosas y empecé a frotarlas como una forma para tratar de controlar mis nervios.

Estaba contento de que al fin la florería volvería a abrir como de costumbre. Significaba que mi madre volvería a ser ella, ya que estar sin la florería, en verdad, le había afectado bastante en cuanto a una manera emocional.

— Bueno...— miró a mi padre y regresó a mí. — Tuve que vender algunas joyas que tu padre me había regalado a lo largo de todo este tiempo.

Mi madre no era una persona que le importara demasiado los regalos que recibe de los demás. Pero sé lo mucho que le encantaban los regalos de mi padre. Él se esforzaba por siempre regalarle lo mejor. Él quería regalarle objetos únicos a mi madre, no en el aspecto de que sean los más costosos o lo más populares. Mi padre quería que la gente se preguntara "¿Por qué le regalaría eso a su esposa?" Quería romper la leyes de regalos para matrimonios, regalando algo que sabe que a mi madre le encantaría y que a su vez le causara emoción por no tener un regalo común en un matrimonio.

— Mamá, no tenías que hacer eso...

— Tranquilo, Tae. — por el tono de su voz, súper que ahora estaba tranquila. — Tu padre y yo lo hablamos antes y ambos estuvimos de acuerdo. — la sonrisa vuelve a su rostro.

— Y no sólo eso. — intervino mi padre. — Hay dos noticias restantes. — indicó la cantidad con sus dedos. — Las dos son buenas, ¿cuál quieres oír primero, la uno o la dos?

Lo miré con una corta sonrisa, adoraba que mi padre hiciera eso. Lo hacía desde que era un niño y recuerdo que siempre me emocionaba.

— La dos. — respondo.

— La noticia número dos es que; logramos pagar un año y seis meses de los próximos proveedores. Así que tendremos flores por mucho tiempo más. — bajó un dedo indicando que quedaba una noticia restante.

— ¡Genial, genial! — repetí. — ¡Papá, eso es increíble! ¿Y la primera?

— Tu madre y yo, decidimos obsequiarte la televisión de la sala de estar. — bajó su último dedo.

Adoro que puedan leer mis necesidades sin siquiera decirles.

— ¿Hablas en serio? — alzo una ceja.

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