VIII

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Antes de que dieran las cinco de la tarde en punto, Seol apareció en el marco de la puerta. Portaba una falda color beige, una camisa de manga larga tipo franela amarilla con cuadros negros y una boina del mismo color que la falda. Ella es simplemente wow. No tengo nada más que decir.

Seol es perfecta.

— Hola. — saludé desde el mostrador.

— Buenas tardes. — respondió ella y entró.

— Sonaste como señora. — reí.

— Auch. — dijo mi mamá saliendo del cuarto de servicio.

— Buenas tardes señora Kim. — dijo Seol.

— Buenas tardes, Seola. — respondió mi mamá con una sonrisa.

— No lo dije por ti mamá. — rodé los ojos y la puerta se volvió a abrir. Un cliente caminando hasta el mostrador a un lado de Seol.

— Buenas tardes. — dice él. Un señor mayor con un poco de canas en su bigote y cabello.

Al perecer es el día de decir buenas tardes, ¿o qué?

— ¿En que lo puedo ayudar? — pregunto. No quería responder con un buenas tardes.

— Vengo por un ramo de rosas blancas.

— ¿De seis o doce? — pregunto de nuevo y noté como Seol posaba su mirada en mí, acompañada de una ligera sonrisa.

— Seis. — contesta.

Asiento. — Claro, un momento. — volteo a Seol. — Espera un poquito. — sonreí.

Caminé a una de las repisas donde teníamos las rosas blancas. Por ser una flor tan solicitada, siempre teníamos cualquier tipo de rosa. Tomé seis y regresé al mostrador. De uno de los cajones saqué un alicate, que es algo así como un tipo de tenaza metálica especial para este tipo de tallos.

— ¿No vas a usar guantes? — intervino Seol...¿preocupada?

Me voy a morir algún día de tanta ternura que tiene Seol.

— Está bien. — respondí. Tomé una flor desde el inicio del tallo con tres dedos. Corté el final puntiagudo con el que venían, dejándolo de forma vertical y pareja. Debajo de los dedos con los que sostenía la flor había unas cuentas espinas y las corté con el alicate para mejorar mi agarre en la flor. Comencé a cortar las espinas y ramas de más, comenzando de abajo para arriba y repetí lo mismo unas cinco veces más con las otras flores.

— ¿Gusta algún color de listón en especial? — preguntó mi madre cuando estaba por terminar la última flor.

— Eh...¿un amarillo? — respondió dudoso.

Mi madre asintió y le di las seis flores para que ella se hiciera cargo del listón, papel y todo eso.

— Hasta luego. — le dije al señor antes de salir del mostrador.

— Gracias. — contestó. — Hasta luego.

Me despedí de mi madre a lo lejos por atrás del cliente. Seol y yo salimos de la florería finalmente.

— ¿De qué te ríes? — pregunté mientras salimos de la calle.

— Atendiste a ese señor. — respondió con una sonrisa.

— ¿Y eso qué? — la miré y ella a mí.

— Que eres como otro Taehyung cuando estás con clientes.

— Ese es mi trabajo. — sonreí.

— Es extraño verte en el trabajo. — me regresó la sonrisa y bajó la mirada al suelo.

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