¿Cómo demonios puedo no enamorarme cada día más con alguien como él? Los suspiros emanan de mi interior, es el hombre perfecto, y es mío.

—Ustedes, dejen de comer pan delante de los pobres. —Escucho la voz de Braulio. —Zimmerman.

—Rouch. —Responde. Ellos estrechan sus manos. — ¿Qué tal va la vida de padre?

—Con Jeff, estupendo como siempre. Y con el bebé también, aunque hay sus noches en las que dormir es todo un desafío.

—Después del sexto mes te acostumbras, y eso sólo es un leve entrenamiento de todo lo que se viene. —Se mofa. Le golpeo en el hombro, que si les encanta hacerlos, también deben afrontar lo que eso conlleva. —Lo mejor es cuando puedes verles. Es lo más satisfactorio de la experiencia.

Cuando ellos terminan de hablar, Braulio se despide de nosotros porque debe ir a la cafetería a buscar una bebida espumosa, el pobre hombre está de antojos. Sawyer nos abre la puerta para que podamos entrar al auto, y una vez adentro, puedo ver a Manuel, que duerme en su sillita. Y Rose, que de inmediato me busca para que sea yo quien la cargue. Paul se acomoda para que se siente, pero ella se niega.

—No, papá. Yo quiero ir con mi mamita. —Se abraza a mi cuello. Entre estos dos pasó algo.

— ¿Cómo te has portado hoy, pequeña?

—Muy bien, he ayudado a Danielle con mis juguetes. Los levanté todos del suelo. —Uhm, acá está el motivo de su apego conmigo.

—Porque yo se lo he dicho, claramente. Deberías haber visto el desorden que tenía esta niña en el cuarto de juegos. Hizo tremendo desastre en cosa de horas.

—Tú eres muy feo, papá. —Le dice ella, para luego acurrucarse en mi pecho.

—Al menos no soy desordenado. —Se defiende él, pero mi niña ni se inmuta en verlo.

Es este auto, definitivamente, llevo a tres niños. Paul puede ir desde el hombre más maduro que jamás nadie haya conocido antes, hasta un chiquillo de cinco años cuando se lo propone con seriedad. Sé que el disgusto entre ambos no va a durar nada, Rose va a necesitar quien le cargue cuando se canse de caminar, y él, por supuesto que no va a negarse. Al final, una ronda de besitos y se firmarán la paz. La pequeña es una desordenada, y creo que le viene con la edad, pero si nos esforzamos en enseñarle que el orden es bueno para la vida, tendremos una pequeña Zimmerman idéntica a su padre.

El auto se estaciona casi una hora después en el centro comercial. Manuel ya se ha despertado, y de muy buen humor, es todo risitas y balbuceos locos. Al entrar al sitio, nos dirigimos al área de ropa, nos adentramos a la tienda donde compramos las cosas de los niños para buscar un obsequio. Paul propone algunos de los juguetes, pero cambia de idea al recordar la edad de Meli, no considero que podamos encontrar algo aquí. Tras elegir la ropa para nuestros hijos, él decide que vayamos a la joyería, Meli adora las pulseras, algo bonito y perfecto para ella nos encontraremos.

—Papi —se escucha la voz de Rose. Me detengo para observarlos a ambos.

—Dígame, señorita Rose. ¿Qué desea? —Contengo las ganas de reír, no puedo con mi marido.

— ¿Upa? —le pregunta, mientras le pestañea, mostrándole esos ojitos que son la debilidad del pobre hombre.

—Ven aquí. —Más pronto que rápido, le tiene en los brazos. —No quiero más tiraderos con los juguetes, ¿Entendido, Rose?

—Pero no es mi culpa, ellos bailan, papi. —Se me escapa una risita.

—Muy listilla que nos ha salido la niña. —Me dice. Para luego depositar un beso en su frente.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Where stories live. Discover now