No puedo creerlo, sonrío viendo lo que ha hecho. Me recuerda un par de cosas. Ha colgado las fotos de nosotros y los niños, como en el momento en que me pidió matrimonio.

— ¿A qué se debe esto? —pregunto con curiosidad.

Me mira y sonríe, se recompone para caminar en mi dirección. Se lleva las manos a los bolsillos y suelta un suspiro.

—Alguien me dijo que la mejor forma de expresar lo que se siente, es recordar lo vivido. —Sus manos, que están heladas, acarician mi rostro. —En cuanto has mencionado las alianzas, he sabido lo que debía hacer. No quería discutir más, y necesitaba tenerte cerca. Por eso he preparado esto, eran mi plan A, sin saber que habría un plan B que saldría a función antes de este. Que tú, eres todo lo que quiero en esta vida, cariño.

Me pican los ojos.

Que estúpida soy, siempre que doy inicio a los problemas, él es quien los soluciona. Las lágrimas recorren mis mejillas sin poder controlarlo.

—Mi amor, ¿Qué pasa? —pregunta preocupado.

—Soy terrible como esposa, pensé que esta noche sería igual a las otras. Incluso creí que nuevamente tendríamos algún disgusto por tener a ellas dos de cerca... juntas. Y tú pensaste en esto, que es muy hermoso, me encanta. —Me hago un morro. —Siempre me tomo las cosas con una actitud de mierda.

—Phoebe, te voy a lavar la boca con jabón y esponja. Estás terriblemente mal hablada. —Dice con dulzura en su voz. —Esa boca tuya, no digas más cosas feas y mejor, usémosla para algo más bonito.

— ¿Cómo qué?

—Esto. —Inclina un poco la cabeza, y me besa.

Lo hace con vehemencia. Me toma cosa de nada responderle, que yo también le deseo. Enrollo los brazos alrededor de su cuello, mientras sigue deleitándome con sus deliciosos besos. Estar entre sus brazos es lo mejor que me puede suceder en este momento. Descanso mi cabeza sobre su hombro,l.

—Entremos a casa, no quiero que te congeles aquí afuera.

Toma mi mano llevándome hasta la sala, me giro cuando se detiene tras de mí. Estoy a nada de preguntarle porque lo ha hecho, cuando le oigo decir:

—Préstame la chaquetilla un momento. —La retira de mis hombros y busca algo dentro de ella. Saca su mano en un puño. —Pon tu mano, Phoebe.

—Bien —murmuro dudosa, dejando la palma de mi mano hacia arriba. Abre la suya, y de la misma cae un llavero.

Miro lo que ha dejado, me gusta. Un llavero de la torre Eiffel, un poco más pequeño del que llevo en mis llaves de la casa, ese que él mismo me regaló. París representa algo hermoso en nuestras vidas. Me llama la atención la llave que cuelga de la punta del mismo.

—Me gusta. Está precioso, gracias. ¿A qué se debe? —Susurro, pensando en algo que haya ocurrido para estas fechas. 

¡Jodida mierda!

¿Qué demonios tengo en la cabeza? Renovamos los votos matrimoniales en un día como mañana, antes de que naciera Manuel. Vaya mierda de cabeza la que tengo. Por estar más pendiente de estupideces que de mi propia vida, olvido cosas como estas.

—Quería regalártelo, le he traído de Múnich. Pero con todo lo ocurrido, no había tenido oportunidad de dártelo, creo que es el mejor momento.

—Pídeme el divorcio —suplico apenada, ni siquiera puedo verle.

—Phoebe, tú sí estás loca. —Dice mofándose, no se lo ha tomado en serio, porque era broma. —No pasa nada, cariño.

—Lo olvidé, de verdad. Tengo mundo y medio en la cabeza, para colmo, por estar con mis tonterías. —Niega con la cabeza. —Lo siento, por no tener nada especial.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Where stories live. Discover now