XXIX.

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Desde ese día que deje salir mi lado más oscuro solo entreno con mis soldados, salgo a las calles con soldados custodiando que no me ataquen. Mis hermanos han intentado acercarse pero mi ejército les bloquea el paso. Mis hijos son los únicos a quienes dejo que se me acerquen, me cuentan como llora Cristina por las noches porque ya no duermo, no le hablo, no como, solo me la pasó cuidando de la nación. Mis hijos lloran porque no hago nada al respecto. Me canse de verlos llorar así que hablaré con ella. Los niños se agarran de mis manos y me conducen a la biblioteca del castillo. Entramos en silencio. Ella está dormida en un sillón con un libro abierto apoyado en su pecho.

Suelto a mis hijos y agarro el libro. Está leyendo un absurdo libro para ver cómo puede entablar una conversación conmigo sin que "huya". Cierro el libro, lo dejo sobre la mesa. La miro dormir con la nariz roja y los ojos hinchados de tanto llorar. Algo en mi pecho se remueve. La cargo con cuidado. Mis hijos me miran atentos, camino hacia la puerta, corren para abrirla. Salimos juntos, caminamos hacia las escaleras. Las subo con un pequeño grupo de soldados que nunca se despega de mí. Uno de ellos se adelanta y me abre la puerta de mi habitación, entro, se quedan en la entrada de la habitación, mis hijos entran junto a mí.

La acuesto en la cama, la cubro con una cobija de seda rojiza. La contemplo mientras duerme. Me inclino y beso su frente por impulso. Un cosquilleo recorre mi cuerpo. Agarro un papel y un lápiz. Escribo una dirección y doblo el papel, lo dejo sobre la mesa de noche junto al lápiz. Miro a mis hijos que sonríen. Niego, salgo del cuarto, me siguen. Los soldados emprenden su caminata detrás de nosotros. Bajamos las escaleras. Veo a mis hermanos parados en la entrada viéndonos. Mis hijos los saludan. Ellos les devuelven el gesto para después verme. Agarro las pequeñas manos de los gemelos. Los soldados nos abren paso entre mis hermanos, veo a Evan quien me mira decepcionado. Le sonrío.

Salimos del castillo. Hay dos carros blindados esperándonos a los pies de las escaleras, un soldado se adelanta a abrirnos la puerta de atrás de uno de los autos. Ayudan a subir a los gemelos para después subirme yo. Cierran la puerta. El soldado que nos abrió la puerta se sube al asiento del copiloto y el resto en el otro auto. El auto arranca. Abro mi mano y sale una llama esperando alguna orden. Luna pone su mano junto a la mía, una diminuta llama aparece en su mano. Ambas se mezclan para formar una extraña figura, Luna se ríe al verme fruncir la frente. Le gusta jugar a que adivine la figura que crea con la ayuda de mi fuego y el suyo.

-No seas tramposa, no se ve bien.- la figura se va moviendo hasta darle una silueta de un oso.- Es un oso de peluche... El que te hice cuando naciste.- sonríe y asiente.

-Su alteza, hemos llegado.- cierro mi mano y las llamas desaparecen, se abre la puerta y me bajo, ayudo a los gemelos a bajarse.

-Mami, ¿vendrá mami Cris?- pregunta Julián, lo miro.

-Sí, más tarde.- caminamos hacia una casa inmensa, me detengo frente a la puerta de madera de un tono chocolatoso, doy tres ligeros golpes, segundos más tarde se abre dejando ver a una sirvienta, esta es mi casa secreta ya que no duermo en el castillo pero a veces vengo a dormir y a comer aquí.- Pasen niños.- entran corriendo.- Gracias, Lady Bloom.- asiente, entro, dos soldados entran y el resto se queda custodiando o merodeando cercas de la casa.- ¿Hay correo?- asiente, me da cuatro sobres.- Muchas gracias.- Los gemelos corren de un lado a otro jugando con Bucky, el perro los sigue caminando pues ya está viejo.- Niños, no lo agoten.- me miran y asienten.

Me siento en la mesa quitándome la corona y dejándola en la mesa frente a mí, leo los remitentes de las cartas para después lanzarlos al centro de la mesa. Me siento agotada pues anoche trabajé en los trámites de la construcción del nuevo bar de Luke. Acepto mi propuesta con la condición de que no armara un escándalo y que llegara puntual. Después de firmar trámites salí para encontrarme a un pequeño grupo de delincuentes rodeándome para atacarme. Los destrocé manchando mi armadura de su sangre e inundando mis oídos con sus lamentos y disculpas absurdas.

Un amor a lo prohibido [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora