(2) Cap. 9

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El caminar por la calle con ellos dos me hace olvidar todo tipo de problemas, aunque no tenga ninguno en estos días.

La casa de Henry está cerca, por lo que debería prepararme para lo que vaya a pasar al verle. Si está dormido, será la primera vez que lo levante, al igual que la primera persona que vea hoy.

Su edificio está a la vista. Estos dos no paran de sacar temas de conversación. No digo que no me guste, el caso es mantenernos ocupados y no en silencio, signo claro de que nos aburrimos.

Llegamos, levanto la mano para llamar al piso de Henry, pero justo una persona sale, dejando paso a que entremos.

—Como que la seguridas les vale cero —dice Larry.

—Al menos, podemos pasar sin tener que molestar por el telefonillo —Maya tiene mi mismo punto de vista.

Entramos y el pasillo nos da una vieja acogida. No ha cambiado mucho en estos años, solo la renovación de la pintura y un cambio de marco del espejo que hay a lo largo de este.

Llaman al ascensor, pero yo prefiero subir las escaleras, ya que solo es un piso. Justo cuando llego, ellos salen del ascensor.

—Juraría que el ascensor era más lento —ha sido muy rápido.

—Ahora es silencioso —la rubia parece sorprendida—, muy cómodo.

—Ya me gustaría que el mío fuera así. Cada vez que alguien lo llama, chirría a más no poder.

—¿Por qué no hacen algo al respecto? —pregunto mientras nos acercamos a la puerta que nos interesa.

—Hay que aprobar una derrama. Seguro todos aceptan, ya que no pueden dormir bien por el maldito ruido —se nota que él tampoco duerme muy bien por ello.

—Se nota en ti —sin decir nada más, llegamos y doy un par de golpes a la puerta.

Unos pasos que suenan como tacones se acercan a la entrada y abre la puerta. La madre de Henry se está preparando para algo, ya que se está intentando poner un pendiente.

—¡Menuda sorpresa! Qué bonito veros a todos aquí —termina con el pendiente—. Y justo a tiempo, porque te quiero pedir un favor, Maya.

—¿De qué se trata? —entra sin pedir permiso.

—Necesito tu opinión para un vestido. Esta mañana tengo que ir a una comida sobre un evento de mi trabajo, así que estaré todo el día fuera. Quiero estar guapísima y qué menos que una joven como tú me ayude.

—Haré todo lo que pueda —sonríe, teniendo ganas de empezar.

—Sentiros como en casa. Henry está durmiendo, no sé si queréis esperar a que despierte —entramos y cierra la puerta.

—No se preocupe, ayer me dijo que lo despertara si fuera necesario.

—Entonces haz lo que quieras. Mi casa es vuestra —camina hacia su dormitorio—. Vamos, querida. ¡Mañana de chicas!

—¡Qué ganas tenía de algo así!

Esperamos un momento en el salón para que el momento esté en silencio, aunque no es posible por los murmullos que se cuelan por la puerta de la madre. Están hablando tal alto que, si tuvieran la ventana abierta, daría tres vueltas por el edificio y aún se escucharía. Lo que sea que haga el eco.

—¿Maya no hace eso con sus amigas?

—Todas están siempre arregladas y no surge la ocasión. Me alegra saber que tiene un momento para sentirse como una adulta con un baúl de ocio.

Mi Querido GorditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora