Cap. 15

1.1K 131 17
                                    

Mucha de la gente que hay aquí tiene problemas físicos y interiores. Se les nota totalmente destrozados o doloridos en algún lugar.

Solo veo a un par de personas con la mano en la cabeza, otros esperando con la mano vendada y otras personas que parecen tener problemas en la cabeza.

Mi compañero parece estar incómodo, pero en todo momento ha estado diciendo que lo tiene más que visto y que está acostumbrado a verlo al ir al trabajo de su madre.

Sí, así es. Estoy en un hospital por mi rodilla, no se ha curado bastante en todo el tiempo que lleva y es un problema extraño, así que hemos venido a ver lo que nos dice el doctor.

—¿Estás bien, Henry? —apoyo mi mano en su hombro y hago que me mire.

—Sí, estoy bien. Solo que no me gusta ver a personas enfermas.

—¿Por qué? Todos estamos enfermos de alguna cosa que desconocemos.

—No lo digo por eso —agacha su cabeza, apenado—. Me siento mal al no poder ayudarles. Quiero que dejen de sentir dolor, porque no me gusta que la gente sufra por algo. Al igual que tampoco me gustó hacerte eso.

—No te preocupes por lo del tobogán, tu intención era buena.

—Ya... Pero tu rodilla estaba casi curado, y si me hubiera estado quieto a tu lado no estaríamos aquí.

—Eh, mírame —me mira con ojos apenados—. No importa. Estas cosas pasan.

Su rostro no cambia, pero de seguro por dentro le he hecho cambiar de opinión sobre lo que pasó. Él no tiene la culpa, esas cosas pasan, su intención era buena y eso es suficiente a entender que no hace falta que cargue con eso.

Mi madre mira a Henry de manera extraña, como si no supiera el porqué está así, pero lo sabe de sobra. Una puerta se abre y un hombre mayor aparece. Ya lo he visto cuando vine por las vacunas que me inyectaban. Nunca olvidaré esos malos ratos con la aguja metálica que se adentraba en mi piel.

—¿Hugo Smith? —pregunta en voz alta y nos levantamos, yo con dificultad, pero con ayuda de Henry.

Caminamos hasta entrar en la habitación que tanto odio ver con estos ojos. ¿Por qué tiene que tener instrucciones en la pared con un cuerpo abierto? Eso le da un toque tétrico a las paredes.

—¡Cuanto tiempo, campeón! Bueno, ¿qué es lo que te pasa?

—Es la rodilla —contesto.

—Ya, pero necesito saber en boca lo que les pasa.

—La rodilla no se le cura —responde mi madre—, y es extraño, porque antes sí se le curaba. Ahora no cicatriza al mismo ritmo que antes y le duele más de lo normal. Así que hemos venido por eso.

—Vale —se pone un par de guantes de goma y se pone a examinar mi rodilla, con Henry al lado de él, observando lo que hace el médico en todo momento—. Voy a limpiarlo, por si acaso —agarra un bote de agua oxigenada, una gasa y se acerca.

Empapa la gasa con el agua oxigenada y hace contacto con mi piel dolorida. Una mueca de dolor se instala en mi rostro y alarma a mi amigo.

—¡Le hace daño!

—Lo sé, pero debe resistir si quiere que esto se cure. Escuece, lo sé, pero en un momento ya no dolerá.

Se pone a hacer más cosas con mi rodilla. El dolor sigue insistiendo tanto...

Henry se acerca y me da la mano para intentar tranquilizarme y ser fuerte, lo cual consigue influir en mi persona. Me mira como si no le gustase lo que ve, como si mi dolor fuera el suyo.

—Bueno... —se aleja y va a una venda—. Parece que no es nada grave, solo tiene que esperar y ya está. Le recetaré algo para el dolor, porque de seguro es insoportable para el pequeño, y también compre unas vendas, agua oxigenada y unas cuantas gasas para poder curarle en casa —arranca el trozo de hoja en el que estaba escribiendo y se lo da a mi madre.

—Vale, gracias por atendernos.

—De nada, espero volver a veros —sonríe y, cuando ya me ha puesto la venda, nos vamos de aquí.

Al salir a la calle, Henry comienza a hablar.

—Así que en reposo de nuevo.

—Sí, eso parece.

—No importa, iré a verte todo el tiempo que pueda —sus palabras me hacen sonreír.

Mi sonrisa es contagiosa, porque él también sonríe con sus mejillas sonrojadas y tiernas que me dan ganas de acariciar y darle un beso en la mejilla.

No sé de qué sirven los besos, pero aun así quiero darle muchos para que se sienta bien. O como diría yo, especial.

Mi Querido GorditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora