Cap. 22

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—Vamos, chicos. ¡Sois muy lentos! —exclama Maya tan contenta al ver el mar azul cristalino mientras corre a ello.

—¡Espérame! —grita Larry, corriendo tras ella.

Nuestros padres nos dijeron durante el desayuno que íbamos a bañarnos todos juntos en el mar, que nos lo vamos a pasar bien. No hay duda de que así será.

Todos los padres junto con sus hijos... Es un momento para recordar en la eternidad. Algo que siempre debería pasar todos los años. Ojalá sea así.

Llegamos a la orilla del mar y me detengo para observar las preciosas vistas que se alzan ante mí. El sol brillando en lo alto, haciendo que el azúl del agua se vea brillante y hermoso.

¿Algo mejor que este momento? Lo dudo mucho.

—¿Vamos, Hugo? —me agarra de la mano Henry.

Aún recuerdo lo que ocurrió anoche, fue un momento especial en el que nos dijimos cosas y sentimos lo mismo. Descubrimos que nos ponemos igual al estar cerca.

Lo miro a los ojos, esos hermosos ojos color verde que tanto miro últimamente.

—¡Sí! —comenzamos a caminar al mar.

Siento como el agua cubre mis pies con suavidad. Está fría, pero después se nota normal y es soportable. Cuando ya está medio cuerpo bajo agua, le miro. Me sonríe para que siga adelante y llegue al menos al pecho.

Con esfuerzo y su apoyo, lo llego a conseguir. Mi pecho se nota pesado y mi respiración se dificulta por la presión del agua.

—¿Estás bien? —me pregunta al verme respirar diferente.

—Sí, lo estoy —me pongo las gafas de bucear que me dieron antes y me zambullo bajo el agua.

Veo los pies de Henry y unos peces pequeños al fondo. No sé nadar, pero menos mal que estoy a una profundidad segura. De repente él también se zambulle y lo veo. Me saluda con la mano, hago lo mismo y salimos cuando no nos queda oxígeno en los pulmones.

Me quito las gafas al ver que se ha metido algo de agua salada. Miro a mi alrededor y ahí veo a Larry, tirando agua a Maya para provocarla, a lo que ella responde tirando arena recién recogido y mojado.

—¿Vamos con ellos? Parece que se lo pasan bien —propongo.

Acepta y nos ponemos a caminar lentamente, lo que el agua nos permite.

Ya junto a ellos, sin hablar, recibo un poco de arena por la espalda, algo que me pilla de imprevisto y me ha asustado. Miro al culpable, que es un gordito, y una posible víctima también.

—Lo siento, me parecía muy divertido. Si no te ha gustado, puedo... —sin dejar que termine, agarro arena de debajo del agua y se la tiro también. Le da en la barriga y en el pecho, se mira—. Así que con esas vamos.

—Se ha armado una buena —suelta Maya—. ¡Corred!

—¡No escaparán de mi arena! —grita Henry y empieza a tirar por doquier, sin importarle donde nos da.

Llega a alcanzar a Maya en la espalda y un poco en el pelo.

—¡Vale! He aprendido. Quedo eliminada.

Larry y yo corremos todo lo que podemos, pero él es más rápido que nosotros y nos vuelve a lanzar arena, esta vez me da a mí en el brazo derecho.

—¡No puede ser! Eliminado...

—No te sientas triste, querido Hugo —se pone Maya a mi lado—. Al menos no has sido el primero eliminado.

—¿Cuándo hemos llegado a hacer esto un juego?

—Cuando os acercasteis —mira a Larry—. ¡Corre, Larry! ¡Eres nuestra esperanza de que la revolución gane!

Corre como alma que lleva el diablo, está a punto de llegar al borde y de librarse de su castigo de arena húmeda. Henry lanza y falla el tiro. Tiene una oportunidad de ganar, de librarse... Henry lanza el último tiro, es ahora o nunca. ¡Y falla!

Larry llega a la orilla y se pone a correr lejos de él mientras grita que ha ganado la batalla, aunque más bien era una huida. Nosotros dos nos vamos acercando a la orilla también.

A todos se nos ha antojado algo dulce, así que nos acercamos a nuestros padres y cada uno le pide algo a su madre. Yo a la mía le pido una cosa especial que quiero compartir.

—Mamá, ¿podría tomarme un helado?

—¡Claro! ¿De qué lo quieres?

—De vainilla.

—¿Tu favorito no era el de chocolate? —se levanta de la tumbona y me mira con desconcierto.

—Es que lo quiero compartir con Henry.

—Ah, vale. Entonces ahora vuelvo.

Se mete a la casa, junto con la madre de Henry, y salen después de un momento. Llega con el helado de vainilla en el sobre aún y me lo da con un aviso.

—Tómalo rápido, que se va a derretir.

—Sí, mamá —lo agarro y me lo llevo.

Busco a Henry con la mirada y lo veo con su madre, quien le da también un helado. Bueno... Pues tendré que tomarlo yo sólo, porque quería compartirlo con él.

Me ve, se acerca y me ofrece el helado que le ha dado su madre.

Me quedo pensando, ¿por qué me lo ofrece si ve que tengo uno en la mano? ¿O acaso no lo ha visto?

—Toma, Hugo. Para ti, es de tu sabor favorito. ¡Chocolate!

—¿De verdad? ¡Pues toma! Yo he pedido este para compartirlo, es de vainilla.

—¿Compartirlo? ¿Y si hacemos algo mejor? Cuando queramos un poco del helado del otro, lo pedimos y ya está. Chocolate y vainilla juntos.

—Me parece muy bien.

Intercambiamos los helados y abrimos los sobres para empezar a sentir el frío y dulce sabor del chocolate y la vainilla.

Durante el transcurso, pedimos del sabor del otro y nos quedamos muy satisfechos al notar los dos sabores muy seguidos.

Un baño ha venido muy bien, y mejor con algo frío para relajarse del calor con la que golpea hoy el sol.

Personalmente me quedo muy tranquilo sabiendo que todo esto está pasando. Estoy contento. Tanto que podría hacer cualquier cosa si estoy con ellos.

Solo con ellos.

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Siento la demora y que el capítulo sea así un poco "meh"... Pero bueno, al menos he traído algo nuevo.

Pienso publicar más seguido en esta y demás historias, ya que la gente me pide tanto.

Espero que lo disfruten y sepan tener paciencia, gracias.

Hasta luego, mis queridos Ángeles Lectores.

Mi Querido GorditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora