Cap. 28

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-Me aburro -suelto el lápiz y poso mi frente en el escritorio-. Todos los días hacemos los deberes y luego no hacemos nada porque acabamos cansados -la pura verdad.

Todos los días, Henry y yo nos reunimos en nuestras casas, dependiendo del día, para hacer los deberes juntos y tenernos el uno al otro por si no sabemos una cosa. Puede que uno lo sepa o no, pero el caso es ayudarnos mutuamente, menos en los exámenes, eso es prácticamente imposible.

-No te pongas así -me acaricia el cabello-, hoy terminaremos pronto. No son tantos como ayer -su sonrisa siempre me da fuerzas, pero aveces me falta y necesito más.

-Bueno, entonces merendamos en unos minutos. Si hemos terminado, te daré la razón de que son menos. Sino, la razón será mía.

-No veo inconveniente. Ponte a ello antes de que dé una razón de que no la tengas.

Será mejor que siga. Estas cosas toman su tiempo.

He notado a Henry un tanto extraño ayer y voy, como si quisiera decirme o mostrar algo. Si se siente mal con algo, podría decirlo, somos mejores amigos después de todo. Quisiera que lo contara, pero no le quiero presionar. Cuando él quiera, lo dirá.

Nos detenemos de inmediato al escuchar las voces de mis padres detrás de la puerta de mi dormitorio. Sus voces están distorsionadas, pero se les escucha perfectamente.

-No si quiero que se entere tan temprano.

-No te preocupes. ¡La noticia le va a encantar!

-¿Y si...?

-Nena, ya te he dicho que le va a alegrar. Nada puede desagradarle a nuestro pequeño.

-Está bien. Voy a hacerlo.

Llaman a la puerta. Si fueran más listos, sabrían que les hemos estado escuchando desde el principio. Nos miramos preguntando si están bien. ¿De qué querrán hablar?

-¿Se puede? -mi madre asoma la cabeza y ve que estamos con los deberes, pero la observamos fijamente-. Oh, vaya, están con los deberes. Mejor más tarde.

-¡De eso nada! Les hacemos un favor al pararles un poco -mi padre empuja a mamá con una gran sonrisa en el rostro-. Hugo, tu madre quiere darte una gran noticia.

-¿Qué noticia? -el misterio aumenta, nos mantiene en suspense a mi amigo gordito y a mí.

-Bueno, esto... ¿Te acuerdas que dijiste que serías un súper héroe para cuando tengas un hermanito?

-Sí, me acuerdo. Henry y yo nos hicimos los héroes helados.

-¡Los hicimos para proteger al pequeño de todos los malos sabores que pueden llegar a tu barriga! -mi amigo parece muy animado al recordarlo.

-¿Qué pasa con eso? -pregunto.

-Pues... Lo que quiero decir es que a lo mejor esos héroes se hagan realidad porque... vas a tener un hermanito o hermanita.

-¡¿Qué?!

Esto me ha pillado por sorpresa. ¡¿Uno más en la familia?! ¡Esto es increíble! ¡Voy a ser un hermano mayor!

-¡Sí! -salto de la alegría-. Henry, ¡seré un hermano mayor! ¡Hermano mayor!

-¡Qué guay!

-Pero, Hugo, ser hermano mayor consiste en ser responsable. Es una gran responsabilidad -dice papá-. Yo soy un hermano mayor y recuerdo que tenía que ser serio, o sino me la ganaba -estoy seguro de que eso no era bueno.

-¡No te preocupes, papá! Seré el hermano mayor número uno. ¡No dejaré que le ocurra nada de nada!

-¿Ves? Te dije que le gustaría la noticia -le dice a mamá.

-Siento dudar de ti.

-No pasa nada. Es normal -oh, no, acto de beso enfrente nuestra-. Bueno, ya está todo dicho. Nosotros nos vamos mientras ustedes dos siguen con los deberes.

-Vale -hay que volver a lo aburrido.

Con lo feliz que estaba por lo del hermanito y me cortan el rollo con el tema fe los deberes.

Al cerrar la puerta, nos volvemos a quedar Henry y yo a solar, quien está más inquieto de lo normal. Es extraño, no suele ser así y ya me preocupa lo suficiente como para preguntarle.

-Henry, ¿estás bien? -me acerco a él.

-Sí, es solo que... Cuando veo que nuestros padres se besan, nuestras madres se acarician el pecho, donde debería estar el corazón. Es como si sintieran lo mismo que nosotros cuando hacemos esas cosas buenas que nos aceleran el pecho -pone su mano en su corazón-. Recrear eso me hace pensar que... Lo que sentimos... Yo... -su voz se entrecorta, quiere decir algo, pero no lo consigue.

Apenas puede pronunciar palabra. Me duele verle así. Quisiera ayudarle a terminar la frase, pero no sé lo que quiere decir, no sé lo que intenta interpretar en los signos de nuestros padres. ¿Qué es lo que intenta soltar?

Como sea, me acerco más a él y pongo mi mano encima de la suya, encima de su corazón, y le miro fijamente a los ojos con una sonrisa.

-Henry, no sé lo que esto significa, ni lo que tú crees que es. Sea lo que sea lo que nos pasa, lo aceptaré sin dudarlo. Sé que esto es algo bueno, que cuando entendamos lo que es, cuando sepamos lo que nos quiere decir el corazón, lo diremos y lo aceptaremos sin pensarlo. Tenemos corta edad, estamos en el último año de primaria y somos unos críos. Aunque hablemos y pensemos como si fuéramos adultos, asustando a nuestros padres de lo que somos capaces, sabemos que algún día lo entenderemos todo. Por eso, quiero pedirte una cosa. Pase lo que pase, diga lo que diga el corazón, que estemos juntos.

-Yo... -se sorprende de que hoy sea yo el que tiene la vena filosófica-. ¡Claro que no te dejaré! Tonto si crees que eso pasará.

-Pues, por favor, deja de estar así de mal. Me pone triste -agacho la mirada.

-¿Qué? ¡No! ¡Ah! Esto... -piensa rápido, su cabeza echa humo-. ¡Abrázame! -abre los brazos.

-¿Eh? -lo miro dudoso.

-Quisiera un... abrazo -se sonroja, ahí está esa risa que me gusta.

Le abrazo sin dudarlo y caemos al suelo fundidos en uno. Yo en sus gruesos brazos y encima de su barriga y él soportando mi poco peso parecido al del papel.

Estoy feliz. No se ha soltado totalmente, pero al menos está bien y le he dado a entender que no importa lo que el corazón diga. Si es algo bueno junto a él, lo aceptaré sin pensarlo. Si es algo malo, lucharemos por cambiarlo.

-Sería bueno merendar -nos levantamos.

-Pero no hemos acabado con los deberes -sin esperarlo, planta un beso en mi frente.

-Eso no importa. Tengo hambre -se frota la barriga mientras pone morritos.

-Ya sabía que no aguantarías -río.

-¡Oye! Un gordito como yo, necesita merendar ahora mismo. Cumple tu obligación con el invitado de la casa -más risas, al final me rindo.

-Bien, bien. Vamos a la cocina.

Y así es como la tarde se hizo con una sonrisa en el rostro, con los deberes hechos y los estómagos saciados.

Mi Querido GorditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora