Marta

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Pintura roja gotea

del lienzo desgarrado,

y en las nubes sangra el crepúsculo.

La noche próxima promete guardar

perlas negras

en el cofre del tesoro.

Así que quiebra aquellas

estatuas que alguna vez admiró

y se permite saborear el dolor imperial

del olvido

que se va con el viento,

hebras de su cabello

corren del océano

y su mano se zambulle dentro de su pecho

le grita a su corazón que deje de latir tan rápido,

por un instante no hay miedo.

Ni culpas,

solo la armónica

despedida

del caos que no pudo ser contenido

por más que pestañeó sin parar todo este tiempo.

Una taza de té

que se derrama por las grietas,

sostiene el elixir de la sabiduría alto

y lo deja caer sin pensar en los pedazos dispersos

que brillan, salados.

La dulzura se hace amarga

cuando guarda silencio por tanto tiempo

que el sentimiento se pudre

como las manzanas

se envenenan

a la orilla del reflejo de la luna.

Se tumba en el suelo

y traza el contorno de la razón

atrapada en un collar de perlas,

que yace a su lado,

colgando en sus manos.

Permitiéndose exiliar la lógica

para así

entregarse al sentimiento.

Desprende escamas,

la belleza de la crueldad,

la libertad del temor y la culpa

y saberse real

cuando deja de asentir

al deseo de alguien más.

Una estrella fugaz

rasgando

el cielo,

se perdona.

Estrellas perdidasWhere stories live. Discover now