g r i t a
Dobla y dobla y dobla el papel hasta desaparecer. Perdiéndose en poesías ajenas e imitando voces que no son suyas, Calla se oculta.
De los gritos, de los cristales rotos y las goteras imparables. La decadencia que se entierra entre sus uñas y las putridas tablas de madera que crujen adoloridas. Respira como un espíritu oculto en las sombras, cuenta hasta el reflejo de la luna en espejo y de regreso.
Murmura sus temores en los rincones y sostiene partituras de canciones entre manos temblorosas.
¡Chilla, escurridiza silueta de tinta adherida a las cortinas!
Con temor por ver a través del cristal la verdad, que a veces resulta más escalofriante que las mentiras.
Y suspira por aquellos días de paz, dejándose caer en el sofá, mira los caracoles escalando las paredes corroidas en una carrera interminable, infinita.
Donde alguna vez buscó una salida.
Sostiene la vela cerca porque hace mucho que se ha destrozado el candelabro.
Una vez más suspira, y en medio de su soledad soñada, grita.
