s o l i d a r i a
A la nobleza de tus colores, que escapan.
Tan profunda como los charcos que salta, Mara aguarda bajo las tejas rotas a que el dolor dejé de sonar en el crujir de la nostalgia. Tan etérea que rodea los conflictos y sostiene la guerra lejos de los niños, entre sus dedos marchitos. Tan simple que guarda las letras que no remarca y que por educación suspira, su mente está perdida.
Se vive efímera y se lee triste, puedes ver como en sus pensamientos existe.
Hay tantos dientes de león en sus bolsillos que no los cuenta cuando estos vuelan lejos. Y no pronuncia ni una palabra, aunque el vacío haga eco en su pecho.
Porque soledad puede ser paz en su sola esencia o hallarse a oscuras consigo mismo en una habitación sin puertas, a oscuras pese a extrañar las estrellas. Podría extender la mano al aire y esperar a que alguien cerca pueda recogerla o quizás hallar confortable la ligera lluvia que queda tras la tormenta; pero al hablar no ve a los ojos de nadie porque se esconde de las ventanas, después de todo, nadie ve las esquinas oscuras en una habitación bañada por el brillo de una luna nueva. Y los que dicen amar las noches sin luces es porque no han visto ninguna tan eterna como la que se encuentra en el iris de Mara cuando revela sus penas.