—Estás castigada. No ahora, cuando no estés enferma. Nada de ver televisión, ni jugar en el jardín, ah, y ten por seguro que no habrá helado en dos semanas para ti. —Le advierto. —Cómete el desayuno, e iré por unas cosas para limpiar tu desastre.

Voltea los ojos y los pone en blanco.

—Sigue así, Rose. Y lo siguiente que verás, será el cinto en tu pierna. Grosera.

Cierro la puerta con fuerza al salir, jodido día. Aún sigue lloviendo a cántaros, y me duele la cabeza, la actitud de mi hija me ha puesto de mal humor. Me encuentro a mamá en el pasillo, ella me abraza y noto su evidente tristeza.

—Danielle me dijo lo de la niña, ¿Qué ha pasado?

—Está en esos días que se cree la reina del mundo, estuvo así cuando sentía celos por Manuel, pero ya lo había dejado atrás. Supongo que estar enferma le hace suponer que se le debe soportar todo, pero no es así, le voy a castigar todo lo que se deba. —Ella me mira. —Hemos hablado con su pediatra.

—Rose ha salido igual a su abuelo, esos son los genes jodidos de Christian. ¿Qué ha dicho la doctora? —pregunta interesada.

—Le hemos consultado sobre un tema, que fue sugerencia de la abuela Grace. Llevaremos a Rose con el psicólogo, para que le ayude a sobrellevar lo del abuelo. Sus actitudes, el comportamiento y su estado de ánimo...

—Si es lo mejor para ella, que se haga. —Toma mi rostro entre sus manos. — ¿Ocurre algo más?

—No lo sé, pero esta mañana no está siendo buena. Me subleva una sensación extraña en mi pecho, tengo la necesidad de encerrarme en la habitación y no salir más. Paul ha salido de la ciudad con Theodore, ahora Rose, me va a explotar la cabeza.

—Mi vida —ella me envuelve en sus brazos. —Deberías volver a la cama, no te has recuperado de tu malestar. Yo voy a cuidar de los niños, sabes que me encanta estar con ellos, y necesito ocupar mi cabeza en otra cosa más que nunca. Anda, date una ducha, bebe tu medicación y duerme un poco más.

—Mamá, no quiero dejarles toda la carga, mis hijos son mi responsabilidad.

— ¿Y? Yo soy su abuela, merezco mi día de abuela, ¿Verdad? Me lo tomaré hoy, y voy a conversar con la señorita Rose. —Pasa su brazo debajo del mío. —Ve a dormir.

—Tengo que desayunar, y quiero ver a Manuel.

—No hay ningún problema con eso. Gail te traerá el desayuno, yo voy por Manuel, y listo. Tengo todo bajo control, y sabes que pese a que eres mayor y estás casada, soy tu madre y me haces caso. Esta es mi casa, y se hace lo que quiero, ¿Entiendes? —Río por su última frase, lo ha dicho totalmente divertida. —No te rías, Phoebe.

Me deja en la habitación, y no se mueve de la entrada hasta que me ve entrar al cuarto de baño. Asomo la cabeza, he supuesto mal, continua ahí, con los brazos cruzados, sin palabras y solo con un movimiento leve me señala el baño con la barbilla. Me siento como una niña pequeña, toda una vida, y mi madre sigue dándome órdenes, cosa que no me molesta en lo absoluto, después de todo, por más que crezcas, mamá siempre estará para ti. Me despojo de la ropa, entrando a la tina preparada con agua tibia y aceites esenciales, me recuesto descansando mi cabeza sin mojarme el cabello.

Tras veinte minutos, salgo del agua. Si llego a dormirme en medio de mi inconsciencia voy a terminar ahogada. Cubro mi cuerpo por completo con la toalla, y me dirijo al vestidor. Escucho que llaman a la puerta.

—Pase. —Grito desde adentro.

—Phoebe, Ana te ha enviado esto —escucho decir a Gail. —Ha ido a cambiar al pequeño, pero en unos minutos viene.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Where stories live. Discover now