20. "Sospechas"

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Pequeño maratón 1/2

Caminaba por los pasillos de Fairchild con la cabeza hecha un lío, mis pies se arrastraban y ni siquiera veía bien por donde pisaba. En mi mente sólo se encontraba Isabella y su imbécil padre rico.

Me detuve de repente, debatiéndome en si debía ir al baño a salpicar mi rostro con un poco de agua para despertarme. Sentía mis ojos pesados y mis labios resecos, por lo que me dirigí inmediatamente al baño.

Mis pies se movían tan lento que ni siquiera podía escucharlos cada vez que daba un paso. Sin pensarlo abrí la puerta y moví mis pies hacia los lavabos, observando mi rostro en el espejo frunciendo el ceño.

Mi rostro desganado no fue lo que más me sorprendió en ese instante, sino el fuerte sonido de unos golpes dentro de uno de los cubículos, específicamente el central, causando que me girara de inmediato haciéndome distintas preguntas en menos de dos segundos, las cuales fueron respondidas en cuanto los gemidos se hicieron presentes en la habitación, provocando que mi entrecejo se arrugara aún más.

Suspiré tratando de conservar la tranquilidad, lavando mi rostro y haciendo todo el ruido que pudiese para que supieran que estaba ahí, quería saber quienes estaban jugando a quien rompe las normas de la empresa en el baño de la misma. Sólo quería disfrutar un poco de este día tan pesado.

Al observarme en el espejo de nuevo mientras secaba mi rostro con un poco de papel, me percaté de la diminuta cantidad de color que tomaron mis labios y mejillas, sintiéndome inevitablemente satisfecho con el resultado.

Peiné un poco mi cabello escuchando los susurros provenir del mismo cubículo. También escuchaba la manera en que la ropa rozaba sus cuerpos mientras se vestían y la manera en que ambos chocaban gracias a las acciones ejecutadas en ese momento en el que sentía la necesidad de comerme las uñas de la emoción.

Después de unos segundos, recosté mi cuerpo al mesón, quedando frente al cubículo y esperando por la vergonzosa entrada de los protagonistas al espectáculo que ellos mismos habían organizado, pero justo en ese momento, el sonido de mi móvil se hizo presente, interrumpiendo mi show de circo favorito.

Bufé al ver el nombre de Joshua iluminar la pantalla del aparato en mis manos y salí de aquella habitación de inmediato, escondiéndome detrás de una pared con una vista perfecta a unos metros del lugar de los hechos.

—¿Qué? —cuestioné de mala gana, apretando el aparato entre mis manos esperando escuchar su insoportable voz recargada de superioridad.

—Necesito que te ocupes de unos archivos pendientes en mi ordenador, las páginas están abiertas, sólo debes entrar y enviarlos a las empresas correspondientes, ¿entiendes? Necesitamos cumplir con esas colaboraciones de inmediato o perderemos mucho —explicó rápidamente, provocando que apretara mi mandíbula.

—¿Y qué se supone que harás tú? —cuestioné aún esperando por las dos personas.

—Tengo algunos asuntos personales pendientes —informó, su voz tan rasposa como siempre.

Rodé los ojos sin poder evitarlo, estaba comenzando a acabarse la poca paciencia que he tenido con este hombre en las últimas semanas. Ni siquiera podía apartar todas sus juntas y todo el trabajo de, al menos, este día a causa del accidente de su única hija.

Miserable, y mil veces miserable.

—Solo hago esto porque trabajo para ti, porque no soy tu asistente personal, soy tu socio —declaro sin poder evitarlo, girándome inconscientemente al sentir un frío rozar el arco de mi oreja, como un tic de advertencia para que mis ojos cayeran sobre las dos personas causantes de los sonidos en el baño donde anteriormente me encontraba.

Ignoré todo lo que Joshua estaba diciéndome y adentré el móvil en mi bolsillo sin siquiera acabar la llamada, caminando hacia ambos sin pensarlo dos veces, haciendo resonar mis zapatos como si de una melodía de tratase. Ambos parecían estar discutiendo sobre el hecho e que alguien los escuchó. Los ojos de Ruth se clavaban en los de Abel como cuchillos, mientras yo me dedicaba a caminar con mi sonrisa cargada de carisma, pasando mi mano por mi cabello ya que un mechón se había escabullido hacia mi frente.

Traté en lo más mínimo de fingir que caminaba hacia algún otro lugar, por lo que, justo cuando me detuve a un lado de la pelinegra y el ojiverde, posando mi mano en el hombro de ella, ambos se callaron sin disimular.

—Ruth, necesito que envíes algo para... Lo siento, ¿interrumpo algo? —cuestiono, para luego morder mi mejilla como si de verdad me interesara el haber interrumpido su plan para tratar de enmendar la situación de hace unos minutos, o quizás, su discusión por ser tan indiscretos.

Mis ojos los miraban indiferentes, pero hice mi mayor esfuerzo por que se notara, al menos, un poco de preocupación en ellos.

Abel recuperó su posición de inmediato, con su pecho en alto y tratando de sostener su mejor sonrisa sencilla, adentrando sus puños a los bolsillos de sus pantalones como si ese fuese el único refugio para la rabia que estaba atravesando desde hace rato. Mis ojos lo escaneaban graciosamente, debido a que su labios inferior estaba un poco roto e hinchado, y su cabello seguía estando un poco revuelto.

Pasando hacia Ruth, una parte de su camisa estaba fuera de su falda, y su chaqueta perteneciente al uniforme de trabajo no hacía más que lograr que la camiseta se viera engurruñada y desordenada desde el ojo de cualquier persona detallista.

Su labial rojizo había sido retocado, pero eso no había logrado ocultar algunas manchas de este fuera de sus labios gruesos. Por otro lado, era difícil de comprender cómo su cabello estaba más ordenado que el del chico frente a ella, quien hizo perfectamente su trabajo tratando de ocultar que anteriormente estaban haciéndolo en los baños de una de las empresas que poseen uno de los reglamentos más estrictos en todo Canadá. Definitivamente, si no fuese porque los oí en el mismo lugar del que los vi saliendo juntos, le creería a Griffin, pero al ver mi segunda opción, Ruth Gallagar, dudaría al ver sus ojos alarmados comerse los de él mientras se centra en mí fingiendo que todo estaba perfectamente bien entre ambos.

Abel le da una rápida mirada a la pelinegra, y enseguida sentí como sus hombros se relajaban gracias a que una de mis palmas se encontraba sobre uno de ellos.

—Todo en orden —respondió secamente el recientemente agregado al registro de la empresa.

Sin darme suficiente tiempo para responder algo, la chica a mi lado se giró inesperadamente, encarándome. Sus ojos perforando los míos y sus labios curvados en un pequeña mueca de desagrado, ya que nuestro último encuentro no había sido el mejor de todos.

—Vamos, señor Mendes, yo me haré cargo de lo que necesite.


Impure© | Shawn MendesWhere stories live. Discover now