❝¿Quién diría que el hombre más severo e imperturbable de la empresa Fairchild podría llegar a ser el castigador de mis pensamientos más impuros?❞
Shawn Mendes AU
Canción: Alesso - Take my breath Away (preferible escuchar mientras se lee el capítulo)
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Suspiró relajadamente cuando mordí el espacio entre su hombro y su cuello. Mis piernas estaban enrolladas en su cintura a la vez que él me apoyaba en la pared de su habitación de hotel, lo que me permitía estar a su altura y poder ver su rostro lleno de placer.
Gemí en sorpresa cuando sentí una erección formarse debajo de sus jeans negros asustados. Sus ojos me miraron con una pizca de peligro que describía como una de las mejores miradas que he encontrado en este hombre, y la pequeña sonrisa que formaban sus labios hizo que lo besara de nuevo sin poder evitarlo.
Llevábamos al menos unos treinta minutos que llegamos y este tiempo había transcurrido entre besos y caricias inolvidables, donde ambos dominabamos al otro, donde no había un límite que nos detuviera, excepto que no íbamos a tener sexo. Este era un lugar, un espacio que, al parecer, ambos lo imaginábamos como paraíso.
Este era un lugar creado por ambos en el que no hay reglas, no necesitamos preguntar ni decir nada, todo lo demostramos con actos.
Y es que, cada vez que me tocaba o me besaba, sentía como si me estuviese encontrando con el mismísimo Dios, me sentía... saciada, completa, realizada.
Su cabello se encontraba un poco despeinado, sus ojos más oscuros y sus mejillas sonrojadas por el calor que estábamos comenzando a sentir, sus labios se encontraban más rojos de lo normal gracias a que había conseguido morderlo en algunas ocasiones. Su rostro era como una joya que querías conservar para toda la vida, una imagen imborrable.
Dos toques en la puerta provocaron que nos separáramos de golpe y dirigimos nuestras miradas a la puerta, al mismo tiempo Shawn me bajó y me miró durante un segundo, buscando algo en mi rostro que no sabía qué era, luego volvió a mirar hacia la puerta.
-¿Quién es? -cuestionó Shawn en tono serio, casi me reí cuando su voz sonó ronca gracias a las incontables veces en las que nos habíamos besado.
Sentí mis huesos helarse y un nudo atarse fuertemente en mi garganta al escuchar su voz detrás de la puerta y, aún peor, el nombre pronunciado.
