Capítulo 10

22 5 2
                                    

Tal vez no fue buena idea decirle a Chris la dirección de Little John para esconderse, Sebastian ni siquiera estaba seguro si a su amigo y compañero de acciones en la red estaba de acuerdo en que alguien más conociera su verdadero nombre y su cara. Pero cuando te persigue la policía de VIA, te escondes hasta en las cloacas con el agua putrefacta hasta el cuello.

Ir a sus apartamentos estaba vetado, si tenían sus nombres o si les habían visto la cara, en seguida sabrían donde vivían y sería el primer sitio en el que buscarían. Sus trabajos suponían la misma situación. Sebastian no sabía donde trabajaba Chris, solo sabía que era músico o quería ser músico, no lo recordaba, pero prefería no saber más por si pillaban a alguno de los dos. En su caso, la oficina era su propio apartamento, así que nada de ir allí.

Confiaba en Little John, al que pocos conocían con su verdadero nombre, Anthony Mackie, muchos menos todavía sabían que era profesor de primaria en el centro y tan solo los más cercanos, sabían que tenía novia, mucho mejor hacker que él.

Scarlet era, lo que se dice una máquina cuando se sentaba frente a un ordenador. Sebastian la conocía desde que eran críos y la había visto comenzar a usar lo que entonces era internet con cinco años, para ver dibujos y entrar en juegos de la Disney al inicio. A los diez encontró la forma de entrar en la deep web, aunque después de cinco minutos estaba llorando desconsoladamente por algo con lo que se había topado y de lo que nunca le había hablado. Pasaron unos meses antes de que Sebastian volviera a verla tecleando en un ordenador, pero para entonces, cuando ni siquiera había terminado la primaria, parecía más adulta, mucho más preparada y un mes más tarde consiguió colarse en los archivos secretos del Vaticano.

No tuvo acceso más que durante unos minutos, pero fue el tiempo suficiente para que se diera cuenta que podía entrar donde quisiera y hacer lo que quisiera con un ordenador delante. De ahí a convertirse en la mejor hacker que había visto la humanidad, solo tenía que pasar el tiempo suficiente.

No había personas de las que Sebastian se fiara más en el mundo entero que Anthony y Scarlett, y se sentía muy orgulloso por ser uno de los pocos que conocía la verdadera identidad de Little John y Lady Mariam, así que sabía que si necesitaba esconderse en algún sitio, los escondites de alguno de los dos era el mejor lugar.

El problema de llegar allí cuando todas las cámaras y ordenadores de la ciudad te están buscando, fue como hacerlo. No podían coger ningún tipo de transporte público sin llegar a ser reconocidos, caminar por la calle era complicado porque todo el mundo sabía que cualquier zona estaba controlada con cámaras por todas partes y tampoco podían dejarse ver, porque cualquiera podía haberlos visto salir del pequeño bosque.

Tampoco era fácil pasar desapercibido, ni moverse rápido con un Sebastian dolorido, con una rodilla hinchada, la cabeza a punto de estallarle, un par de costillas magullada y mareado.

Tenían que pararse cada poco más de cien metros y Chris empezaba a cansarse porque no estaba ni acostumbrado ni preparado para cargar con el peso de nadie y menos de alguien que parecía a punto de desmayarse.

- Empieza a parecerme una cita más romántica esos encuentros en los que yo soy un esclavo romano y nos persigue ese pirado de Jason.

Sebastian se echó reír.

Apenas hablando desde que habían dejado Sherwood atrás, ya le costaba bastante correr como para además, concentrarse en hablar.

Cuando dieron una vuelta a una esquina más y estaban seguros que habían dejado atrás a cualquier tipo de autoridad, Sebastian se detuvo y se apoyó en la pared. Se habían metido, apartados, en una calle lo bastante estrecha como para estar casi oscura y que nadie se fijara allí. la presencia de unos cuantos contenedores de resudios y su nada apetecible olor, tampoco hacía que la gente se detuviera mucho allí.

Una VIA para volver a encontrarteWhere stories live. Discover now