Al separarnos, limpio sus mejillas, ella hace lo mismo conmigo. Intento sonreírle, pero solo le muestro una mueca. Papá me recibe con sus brazos abiertos, él susurra palabras bonitas, me hace sentir su cariño. A como puedo, acaba saludando a todos. Me pone muy contenta poder ver a la abuela Carla, pese a las circunstancias, ella también se mira afectada, siempre me ha gustado la buena relación que han sabido llevar ella y el abuelo Ray. Mamá carga a mi niño, acaricia su rostro y le besa, le dejo con ella mientras subo a la habitación.

Me detengo cuando mi mano toca el pomo de la puerta, no sé qué reacción pueda tener, intento controlarme. Estoy aquí, y no hay vuelta atrás. Giro el pomo, contengo la respiración, y finalmente entro. Cierro despacio para no despertarle, está iluminado solo por la pequeña lámpara que hay en la mesita de noche. Luce sereno, con un semblante tranquilo, y un tanto desmejorado. Ha cambiado mucho, y yo disfrutando muy contenta del viaje.

—Debimos suspenderlo. —Murmuro por lo bajo. Con mi vista puesta en él, doy unos cuantos pasos.

Le miro, le miro y le miro.
Se me llenan los ojos de lágrimas, ¿Por qué debe ser así? En fin se acerca, es palpable e inevitable, pero yo necesito que se alargue. Sus ojos se abren, examinan el lugar, y me encuentra. Me trago las lágrimas, y parpadeo un par de veces para evitar que salga. Tiende su mano hacia mí, me acerco a él y la cojo con cariño.

No voy a llorar.

Me sonríe, con la poca luz consigo verlo. Aprieta mi mano.

—Siéntate —me pide, con trabajo, pero lo consigue.

Tomo asiento a su lado, en la cama. Verlo así, me pone mal, pero tengo que ser fuerte, trato de llevar aire a mi interior por la boca, para mantener la calma. Los recuerdos de un hombre sonriente, activo y vivaz me vienen a la mente, ese mismo que era capaz de corretearme un jardín entero, que me hacía sonreír con facilidad, un hombre fuerte, llevo de vida. Ese que una enfermedad de mierda se llevó poco a poco, y ahora, me lo está quitando. Recuerdo haber ido de pesca unas cuantas veces con él y Theodore, nosotros éramos terribles y huíamos de la orilla, pero él siempre estaba ahí para coger nuestras manos y mostrarnos como se hacía. Tardes alrededor de una fogata, asando malvaviscos, mientras nos contabas historias del lago, que eran falsas, pero nos hacían felices. La vez en que estaba enojada porque papá no me permitió repetir postre, y el abuelo Ray llevó el suyo hacia los arbustos donde estaba, para disfrutarlo juntos, a escondidas de mi padre, era nuestro primer secreto. Saliendo de mi mundo, soy consciente de que las lágrimas ruedan por mis mejillas, no puedo esconderlas, él me observa atento.

— ¿Por qué has regresado tan pronto? —me gusta oírle hablar, aunque noto lo mucho que le cuesta.

—Paul... —miento, miento, mentiré —ha tenido que volver por Müller, su empresa, la vida de empresario es terrible. Unas jodidas firmas nos han hecho volver, y tú, ¿Por qué no has ido a cenar? Te estuve esperando, precioso.

Niega divertido, sé que no me ha creído. Sobretodo porque soy una Magdalena, y no puedo parar de llorar.

—Me estoy muriendo, Phoebe —escucharlo mi parte en dos, me duele.

—Precioso, eso no es cierto. Ahora te sientes mal, pero ya verás cuando venga a cuidarte, te pondrás mejor de inmediato. —Sonríe ladeado. —Saldremos a correr, y me ganarás.

—No, esta vez no. Me he convertido en un inútil —dice, se le ve impotente. —Ya no puedo hacer nada, mi vida está llegando a su final. Pero tú, tienes mucho por delante. Me alegra verte, mi niña. Porque quiero hablar contigo, como lo hice con Theodore. ¿Me harás un favor?

—Lo que quieras —le respondo sin dudar.

—Cuida a mi Annie, cuando no esté. Y denle mucho cariño, todo el que ya no le podré dar. Sé que la está pasando mal, por eso, quiero que estén con ella. —Se detiene un momento, acaricio su cara con mis dedos. —La vida me ha dado muchas cosas bonitas, a una familia preciosa, a todos ustedes. He vivido todo lo que podría desear, pero ya no puedo más. Estoy sufriendo, Phoebe, por eso quiero que no lo alarguen más, cuando ya no pueda hablar, cuando mi tiempo en este mundo se acabe, deben dejarme ir, nada de aparatos de vida artificial, solo mi paz. Por favor, solo mi paz. ¿Me prometes que podré descansar? —Niego con la cabeza, no quiero que se vaya. —Promételo, Phoebe.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Where stories live. Discover now