Capítulo 1

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RICK

Aléjate, corre, no te acerques.

Se repetía en mi cabeza una y otra vez mientras me acercaba poco a poco al fuego.

Aléjate, corre, no te acerques.

Cada vez estaba más cerca de la inmensa hoguera que se erguía frente a mi. Acercaba la mano al fuego lentamente.

No te muevas, no te muevas.

Mi cuerpo no respondía. Se movía sin mis órdenes. Las llamas comenzaron a devorarme poco a poco, pero no sentía el dolor, como pasó aquella noche.

-¡No! ¡No!

Me levanté de golpe de la cama. Sudaba y mi corazón latía a mil por hora. Otra vez la misma pesadilla que tenía todas las noches desde hacía años. Miré el reloj de mi mesilla de noche.

07:15

Todavía faltaban quince minutos para que sonara el despertador. Me levanté de la cama y me encerré en el baño para darme una buena ducha de agua fría.

Bajé a desayunar y me encontré con mis tíos ya sentados en la mesa.

-Buenos días Richard.

-Buenos días tía Mary.

Me senté en la mesa y cogí una tostada que unté con mantequilla.

-¿Qué tal has dormido?- me preguntó mi tío.

-Como siempre- respondí yo sin levantar la vista.

-¿Pesadillas?

Asentí ligeramente con la cabeza.

-A este niño deberíamos llevarlo al psicólogo- dijo mi tía severamente.

No me caía bien mi tía. Para nada. Hacía seis años que murieron mis padres y tuve que mudarme a la mansión de mis tíos en Nueva York. Desde el primer momento, ella había criticado mi comportamiento, mis modales y mi actitud.

Mi tío me hizo un gesto como diciendo que no le hiciese caso.

Terminé la tostada y me levanté de la mesa.

-Con permiso- dije antes de salir del comedor. Crucé el inmenso pasillo hasta mi cuarto, cogí mis cosas y bajé al garaje.

El Audi que mi tío me había regalado por mi cumpleaños relucía recién lavado. Adoraba ese coche.

Mi tío era el único que me caía bien en esa inmensa casa: ni los mayordomos, ni las cocineras, ni los jardineros...Todos estaban amargados. Mi tío era el único que me entendía y que me animaba.

Seguí conduciendo por unos minutos hasta que llegué al instituto.

Bajé del coche, y como todos los días, una horda de chicas me siguió hasta clase. Necesitaba llegar antes al aula para pensar.

Esta vez el sueño había avanzado.

Normalmente sólo llegaba al punto en el que algo me incitaba a meter la mano en el fuego, pero nunca lo hacía, siempre me despertaba antes de que eso ocurriera. Esta vez lo había hecho, pero lo más extraño era que no me dolía, sólo sentía unas cosquillas en los puntos en los que las llamas hacían contacto con mi piel, y de algún modo eso me resultó familiar.

El profesor entró en el aula y la clase de química empezó.

-Bien chicos, hoy estudiaremos... ¡el fuego!- dijo el profesor animado

¿Estás de broma?

-El fuego. ¿Qué es?¿Quién podría explicarlo?- preguntó mirándonos a todos.- ¿Nadie?

Levanté la mano sin ni siquiera pensarlo.

-¡Rick! Dinos, ¿Sabes lo que es el fuego?

- El fuego es un conjunto de partículas o moléculas incandescentes de materia combustible, capaces de emitir luz visible, producto de una reacción química de oxidación violenta.

Todos me miraron boquiabiertos.

¿Yo acababa de decir eso? Ni siquiera recordaba haberlo pensado.

-Exacto- dijo el profesor un tanto sorprendido

¿Desde cuándo sabía yo tanto sobre ese tema? Esto era de lo más extraño.

La clase continuó entre explicaciones y debates. Cuando por fin sonó la campana, corrí hacia el profesor para hablar con él antes de que se marchara.

-Profesor- lo llamé mientras me acercaba a él.

-Hola Rick, ¿Hay algún problema?

-No, sólo quería aclarar una duda.

-Adelante.

-¿Es posible que…a alguien...no le dañe… ya sabe, el fuego? -pregunté nervioso.

El profesor se quedó pensativo.

-Sabes, hoy en día con toda esta tecnología, hay medios para que el fuego no resulte dañino, pero en contacto directamente con la piel, no lo creo posible.

-Claro, claro...-balbuceé. Me despedí de él y corrí a la taquilla intentando evitar a mis "guardaespaldas" personales y a la multitud de chicas enloquecidas. No estaba de humor para ellos.

La verdad es que no era tan antipático como aparentaba. Intentaba ser así para integrarme en la banda de populares, por pura supervivencia. En mi mundo, no ser popular en el instituto implicaba muchos reproches y consecuencias.

Miré hacia izquierda y derecha y no vi a nadie de mi grupillo. Abrí la taquilla y cambié rápidamente mis libros de Química por los de Matemáticas. Cerré la puerta del cubículo y me pegué un susto de muerte.

-Dios santo...-murmuré mientras me apoyaba contra el duro metal.

Delante de mí estaba una chica vestida completamente de negro con ropa llena de imperdibles y remaches que miraba al suelo aburrida . Las  uñas pintadas de negro y los labios oscuros le otorgaban cierto aire amenazador. Me sonaba su cara de algo.

-Creo que alguna de tus admiradoras se ha equivocado de taquilla- dijo entregándome un sobre rosa perfumado en exceso.- Adiós

Antes de que se diera la vuelta levantó la cara un instante, cruzando nuestras miradas. Por un momento sus ojos azules como el mar me resultaron familiares. Una mirada como esa no se olvida.

Los Guardianes de los Cuatro Elementos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora