XXXIII.

598 101 16
                                    

Es un fin de semana cuando Matt se entera. El día más tranquilo del mundo, unas tres semanas después de la conversación con Frank. Está en casa, estudiando completamente agotado con Foggy sentado a un lado de él en el sofá de la sala mientras Karen canta y prepara el almuerzo en la cocina.

Es como a la una de la tarde, cuando Matt no considera que algo malo puede pasar. Es cuando Frank lo llama.

—Hey, hola. —saluda Matt, sonando lo más alegre que puede, y aún así cansado de la universidad y de estudiar todo el día para las siguientes pruebas— ¿Cómo está todo?

Matt. —murmura Frank en pleno lloriqueo, haciendo a Matt dejar de sonreír y preocuparse instantáneamente.

— ¿Qué pasó? ¿Qué pasa? Dime, Frank, ¿estás bien-

Yo estoy bien. María- —Frank deja de hablar, Matt puede oír su agitada respiración y como todo alrededor de él parece moverse, gente hablando y moviéndose por doquier. ¿Dónde demonios está Frank?

— ¿Dónde estás? —Pregunta Matt, apresurándose en levantarse, sus pies chocando con los muebles que aún no termina de conocer y ubicar. Foggy se mueve con él, preguntándole qué está pasando— ¿Frank? ¿Dónde estás?

Frank le dice el hospital donde está y le pide que venga lo más rápido posible. Matt se mueve desesperado en el departamento, Foggy llenándole de preguntas mientras llama a un taxi para que los lleve, Karen mirándolos a ambos con curiosidad, la ansiedad crispándole en el pecho por la densidad del momento.

Foggy insiste en ir con él y Karen dice que irá después de que termine de cocinar. El viaje en el taxi es tenso y Foggy habla con nerviosismo sobre cualquier cosa, tratando de calmar a Matt que mueve sus manos encima de sus pantalones para quitarse el sudor.

Hace calor afuera cuando salen del auto, pero a Matt no podría importarle menos el sudor que hace los cabellos rojizos pegarse a su frente. No en un momento así. No cuando Foggy toma su brazo con demasiada fuerza y se mueve con rapidez hacia la puertas automáticas del hospital, no cuando el frío del aire acondicionado le pega en la cara al entrar y mucho menos cuando Foggy, el que más calmado y sereno parece de los dos, pregunta en qué habitación está María Castle.

Al llegar al segundo piso, las piernas de Matt ya están temblando como gelatina por los nervios y Foggy no parece más calmado que él. Matt solamente logra calmarse un poco cuando escucha la voz de Frankie en frente de él, murmurando su nombre, seguido de unas pisadas rápidas que toman dirección a él. En menos de un minuto, Frankie está en frente de él, abrazando sus piernas con fuerza.

—Hey, pequeñín. —murmura Matt, y su voz sale más temblorosa de lo que quisiera. Frankie deja de apretar con tanta fuerza sus piernas.

—Matt... Mi mamá-

—Lo sé, lo sé, todo va a estar bien. —Se apresura a decir Matt y siente como Frankie suelta sus piernas pero no se aleja, sino que toma su mano y se encarga de hacer el trabajo que Foggy normalmente hace, guiarlo.

Matt siente su pequeña mano fría estrecharse con fuerza con la suya y puede sentir como tiemble, ya sea por el miedo o por el frío del aire acondicionado. Cuando Frankie se detiene, también lo hace Matt, dejando de mover su bastón en zig-zag y prestando atención a la respiración de alguien más en frente de él.

—Hey. —murmura Lisa, y se escucha tan menuda y tan triste que Matt casi la abraza. Todo esto se siente tan diferente a su vibrante actitud positiva y alegre que siempre hace a Matt sonreír.— Que bueno que estás aquí. Papá está esp-

Ella no tiene tiempo de acabar de hablar porque la puerta de la habitación se abre y Matt siente a Frank respirar con desesperación, y después como sus brazos se envuelven con rapidez alrededor de él. Matt respira con fuerza al oír a Frank quejarse por lo bajo, como un animal herido.

Red hair, black sweater, blind eyes.Where stories live. Discover now