XIX.

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—Nos veremos el viernes que viene. ¿Irás a la fiesta conmigo?

—Ya dije que sí. —dice Frank, sentado en el asiento del piloto en su auto, pero inclinado hacía la puerta del copiloto; casi sacando la cabeza por la ventana, observando con ojos de perrito a Matt, que está afuera del auto, sonriendo tan dulcemente como él lo hace y esperando a que Frank arranque para correr a su casa.— Es que no quiero que te vayas.

—Ni yo quiero irme. —murmura Matt, con pesar, en su voz escuchándose las ganas que tiene de volverse a subir al auto.— Pero es domingo. Mañana debo trabajar y no quiero que después mi papá acose a Foggy para saber cuándo volveré.

—Prométeme qué me llamaras.

—Te lo prometo. —dice, aún sonriendo— Pero debes dejarme ir.

Frank hace un chasquido con la lengua y se sienta como debe en el asiento del piloto. Matt da un paso atrás del auto, alejándose. Frank no quiere que se aleje, quiere mantenerlo cerca, demasiado cerca.

—Bien. —se resigna Frank.

—Nos veremos el viernes. —le alienta Matt— Y te llamaré.

Se oye tan entusiasta que Frank no duda en sonreír de vuelta.

—Adiós, Mattie.

—Adiós, Frank.

Cuando Frank arranca el auto, le llega una ventisca de aire fresco al rostro. El sol está tapado por espesas nubes ese domingo y aún puede sentir sus manos frías. Frank lo deja en el mismo lugar siempre, a unos pocos pasos de su casa para que su padre nunca lo vea directamente. La paranoia solo ha estado creciendo al igual que su relación.

Matt camina la misma cantidad de pasos para llegar a la puerta de su casa, su mano sosteniendo el bastón para ciegos para no tropezar con nadie o con nada.

Su celular empieza a chillar en el bolsillo de gabardina. El nombre de PETER es gritado por la voz mecánica y Matt se apresura a tomarlo. Puede sentir las miradas de todos a su alrededor.

Cuando contesta, coloca su celular en el su hombro y lo sujeta contra su oreja. Antes de siquiera saludar primero, Peter empieza a hablar.

— ¡No me lo vas a creer! —dice Peter, sobresaltándolo. Las manos de Matt sacan las llaves de su otro bolsillo y procede a abrir la puerta, mientras Peter sigue exclamando en la otra línea— ¡Hoy Michelle y yo discutimos!

¿Y eso por-?

Lo que pasa es que esta chica de mi clase, Felicia, me estaba coqueteando y entonces Michelle se puso toda fría y distante. —Matt logra abrir la puerta de su casa, Peter aún se oye alterado de la otra línea— Es que... ¡Matt yo no hice nada! Era un coqueteo discreto, además, súper inofensivo.

—Pues debes entender que es normal que se moleste. ¿Estás seguro de qué no hiciste nada, no le devolviste el coqueteo o algo así?

— ¡Claro qué no, Matt! ¡Tú sabes qué yo sería incapaz de algo así! Pero entonces yo estaba tratando de entablar una conversación con ella, tratar de dialogar y ella seguía ignorándome. ¡No es justo, yo no hice nada malo!

—Pues es cierto, si tú consideras que no hiciste nada malo-

— ¡Gracias!

—...pero ella de seguro no lo ve así. —continúa Matt, mientras se hace paso por la casa, dejando su bolso tirado en el sofá y tomando el celular con la mano y escuchando más atento a Peter.— Debiste insistir, tratar que ella te dé su punto de la situación. Así puedes corroborar qué sucede y mejorar todo para ambos.

Red hair, black sweater, blind eyes.Where stories live. Discover now