Cap 41

166K 10.1K 618
                                    

******



No podía estar pasando, él no podía estar allí parado a sólo unos pasos de mí, no ¡Definitivamente no! Es... Es solo el alcohol que he consumido lo que me esta haciendo tener alucinaciones.

—Hola, luce-—sonrió e inmediatamente mi corazón se desesperó aún más.

Maldita sea que sí estaba. No era una puta ilusión, James estaba aquí.

Sólo me quedé ahí, mirándolo sin decir una sola palabra, aunque lo intentaba pero las palabras morían en mi garganta, hasta que de pronto por mi mente pasó como flashes todo lo que había sucedido. Todo el dolor que sentí por su culpa y mi sorpresa se esfumó para darle espacio a un inmenso enojo.

—¿Qué demonios haces aquí?—solté y desprecio en el susurro fué tan palpable qué por un segundo me sentí extraña conmigo misma.— Largate de mi casa—Pedí mirando a todos lados pero sin atreverme a moverme un sólo paso.

No quería que estuviera aquí, no tenía ningún maldito derecho a estar aquí. A aparecerse de la nada después de tanto tiempo y volver a poner mi mundo de cabezas, ese que desde hace cinco meses había estado bastante equilibrado.

—Luce, sólo quiero hablar— susurró, estaba nervioso, se podía notar a kilómetros de distancia.

Negué bajando la mirada y con el corazón a mil ¿Hablar de qué? ¿Por qué? ¿Acaso no había quedado todo claro la noche en la qué se marchó? La mirada se me cristalizó al instante con el sin sabor del recuerdo y con rabia volví a mirarlo, intentó acercase un paso y yo retrocedí aún cuando nuestra distancia era grande.

Señalé la puerta a sus espaldas con un dedo tembloroso, no sabía sí por todo lo que me estaba causando su repentina aparición o el temor de que alguién de mi familia lo mirara aquí y empezara a atar cabos con la única pieza que les hacíaa falta para darse cuenta de la verdad que les acariciaba las narices desde el nacimiento de mi hija.

—Por favor; sal de aquí.—mi voz era casi una súplica pese a la rabia que sentía mirándolo allí, parado como sí nada.

Como sí hubiese pasado tan sólo ocho horas desde que se había marchado y no ocho malditos meses.

—Un minuto.—pidió, se acercó un paso más y yo retrocedí dos creyendo quizás que sí no lo tenía tan cerca podía seguir cargando mi vida entera sin que se me vuelviera a caer y destruir en el acto.—Tan sólo un minuto, Lu...

—¡Lucía!—La voz de Aarón lo interrumpió bruscamente mandando la mirada azulada en dirección al pasillo por dónde se alzaba la voz.

A mí por otro lado me sacó del pasmo, de la negación y me envió direccto al desespero. No podía verlo, nadie podía saber quien era o porqué carajos estaba aquí, y fué por ello que sin poder respirar acorté todo el espacio que quería alarga toda la vida, y terminé con su brazo entre mis manos, conduciendolo rápidamente en dirección contraria a dónde se volvió a lazar la voz de Aarón clamando mi nombre.

Sentía que moría; me había costado tanto respirar sin pensarle, llegar sola a dónde estaba. Me había costado más de un año reparar mínimamente el lazo que tenía con mi padre, con mi familia teniendo en cuenta que ahora vivíamos lejos, y sentía que su presencia desestabilizaba de la misma forma que tiempo atrás todo eso. Sentía en el pecho un nudo enorme, unas ganas de llorar inmensas sopesando que todo se me vendría encima sí una sola persona de todas las que estaban en mi casa justo en ese momento lo miraban.

Sin embargo, en ese corto lapso de tiempo en el cual lo conduje a grandes zancadas desde el recibidor hasta el despacho en casa, me obligué a centrarme, a mantenerme firme y demostrarle que de ninguna manera iba a encontrarse con la chica rota que dejó con una bebé en brazos a la puerta de su casa.

Mi Hermoso ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora