Capítulo X

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Capítulo X

La estadía en aquel lugar había llegado a su fin, las familias una a una se iban retirando agradeciendo y con la promesa de que los invitarían a futuros bailes. Los padres de la joven que había quedado prendada de Alexandro no perdieron oportunidad de hablar con Belmont, el hombre no tenía intenciones de casar a su hijo todavía pero no descartaba la idea por completo, aquella familia tenía buena posición y dinero.

-Realmente nos gustaría que lo reconsiderara-insistió el hombre, había tenido oportunidad de conversar con el joven Dumont un par de días atrás y era más que aceptable para su hija- Alexandro en un joven destable.

-Gracias por mencionarlo-empezó a decir Belmont- pero como sabrá de momento mis hijas no están comprometidas y quisiera oficiar ello primero antes de comprometer a mi único varón.

-Si es por ello, nosotros no tenemos problema en esperar a que sus hijas se casen, reitero lo dicho, Alexandro es un joven destacable y sería un gran placer tenerlo en nuestra familia.

Aquello despertó el interés en Belmont y conversaron un rato largo, hasta que llegaron a un acuerdo que les convenía a ambos: Alexandro y Josefina, se comprometerán oficialmente después de la boda de Darella, de momento ambos solo estarán prometidos de puertas para adentro ya que no se puede hacer oficial nada aún. Sin duda era conveniente para ambos, pero más para el codicioso señor Dumont, tendrá el tiempo necesario para que su hijo le ayude a hacer crecer el negocio y a su vez no tendrá que buscarle una esposa pues ya tiene una prometida. Todo parecía irle de maravilla, había arreglado el próximo viaje para presentar a los futuros novios para dentro de una semana tiempo suficiente para descansar y volver a embarcarse en un viaje quizás demasiado largo. Habló nuevamente con Carlo para informarle que le enviaría una carta dos días antes de su partida, para así poder asegurarse de que su hija sería bien recibida con ellos, luego de una falsa "riña" por así decirlo, entre ellos sobre quién llevaría a la joven hasta el hogar de los De Rosa, fue el mismo Carlo quien se comprometió a enviar un coche por ella.

Por otro lado, Darella estaba metida en los establos despidiéndose de aquella yegua que le había acompañado en esos días, tomándose su tiempo para mimarla un poco pues dudaba volver a verla de nuevo. A muy poca distancia estaba Gianfranco observándola en silencio, no perdía detalle de cada expresión de la joven, aun no terminaba de creerse que ella sería su esposa y la incertidumbre le invadía inevitablemente. Claro que no pasó desapercibida la falta de negación de la joven, tampoco se mostró efusiva ni especialmente alegre o feliz por ello, por lo que descartó de inmediato la idea que tal vez lo había planeado. Simplemente no lograba entenderla, le intrigaba y eso hacía que deseara pasar más tiempo a su lado y descubrir todos sus misterios.

Darella sabía perfectamente que la estaban observando, por lo que de pronto levantó la vista sorprendiendo al joven que se había perdido en sus pensamientos por un instante.

-¿Hay algo interesante?-cuestionó la joven en un cierto tono burlón y divertido, sonriendo ante la reacción del joven.

-Bueno, diría que hay solo una pero es un completo misterio-respondió entonces con aire chulesco acercándose con lentos y pausados pasos.

-¿Es así?

Gianfranco simplemente asintió y acortó aun más la distancia, dejando al animal como único intermediario entre ellos, las miradas se cruzaron casi con necesidad, Darella pensó en cuánto tiempo pasaría sin ver aquellos ojos que la observaban con tanta curiosidad.

-¿Por qué lo aceptaste?-dijo el joven, que ante la mirada confundida de la joven añadió- el compromiso, no es una obligación podrías haberte negado.

El Amor y El DeberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora