Capítulo III

830 73 4
                                    

Capítulo III

La familia De Rosa estaba más que lista para comenzar a recibir a sus invitados, mantener en el molde a sus hijos fue una tarea bastante complicada para Giulia y Carlo, sin embargo, sabían muy bien que no sería posible controlar su comportamiento con toda la gente que vendría. Aunque eso preocupaba mucho a Giulia, Carlo estaba más tranquilo pues tenía un pequeño truco bajo la manga.

Las tres primeras familias en llegar se tomaron el tiempo de elegir personalmente sus habitaciones y dar un recorrido a toda la finca, además de una exclusiva con los hijos reales, Giulia estaba encantada con esa "primera impresión" aunque las hijas de estas familias pasaron totalmente desapercibidas por los suyos.

Gino no paraba de huir de esos momentos incómodos que plantean las señoras cuando hablan de sus hijas, sabía el fin del teatro que armaron sus padres y aunque no le agradaba para nada la idea, era consciente que no podía huir por siempre. Una parte suya deseaba conocer esa estabilidad de la que tanto hablan, sin embargo no se sentía listo para entablar una relación seria mucho menos para casarse. Mary es quizá la única mujer hasta el momento que le ha cautivado algo, pero aquello era imposible pues ella como prostituta no dejaría su mundo por él y su entorno jamás aceptaría a una mujer con semejante pasado.

El día casi terminaba y con los últimos destellos del sol de verano se acercó un coche negro brillante con cierta elegancia hasta la entrada de la finca. No había ningún miembro anfitrión fuera para recibirlos, pero eso no importaba, pues debido a la hora estarían pronto a cenar. El primero en bajar fue Belmont, admirando descaradamente el lugar, con una sonrisa altanera ordenó a sus hijos que bajaran mientras él iba hacia la entrada de la casa para anunciarse.

Alexandro tomó el lugar de su padre y escoltó a sus hermanas, Angii parecía estar demasiado encantada como para tirar alguno de sus comentarios inoportunos, aunque el lugar si era bonito no terminaba de convencerlo para nada. Sus ojos seguían puestos en una sola persona cuyos cabellos castaños caían con tanta gracia sobre sus hombros, enmarcando su bonito rostro, podía perderse horas observándola.

-Es un lugar muy bonito ¿No te parece?-Darella estaba lejos de estar impresionada, pero tenía que reconocer que el lugar si tenía lo suyo, siempre le gustó el ambiente tranquilo del campo.

-El campo le da el toque-respondió Alexandro al cabo de unos segundos, tratando de tomar nuevamente una postura seria.

Belmont se ocupó de informar su llegada a la familia De Rosa, Carlo no pudo evitar su emoción al ver a su viejo amigo quien tardó un poco en reconocerlo. Luego de ese momento de reconocimiento, Belmont paso a presentar a sus hijos, quienes ya habían ingresado al vestíbulo. Angii y Darella iban tomadas de cada brazo de Alexandro, que por cierto no se sentía nada cómodo.

Giulia y Carlo observaron atentamente a esos jóvenes que aparecían con cierta timidez, quien primero llamó la atención fue Alexandro que sería el candidato ideal si tan solo tuvieran una hija, pues reunía todas las características que un caballero debía tener, en definitiva una muy buena primera impresión. Las chicas en cambio no tuvieron tanta suerte, Giulia examinó muy bien a cada una, Angii no solo no era el estilo de chica de sus hijos sino que también se mostraba demasiado interesada aún sin haber dicho una sola palabra. Darella por su parte lucía un poco más tranquila, era bonita, mantenía la mirada al frente y una sonrisa cordial en los labios, definitivamente había impresionado a Giulia, pues Carlo ya había tenido la oportunidad de saber de esta jovencita antes.

Aunque por fuera luciera calmada, por dentro solo quería huir, su hermana no parecía querer dar siquiera una buena impresión pues estaba en su mundo observando demasiado, Alexandro lucía demasiado serio, parecía un asesino serial. La mujer, anfitriona de todo esto, no dejaba de mirarla de arriba a abajo y eso era muy incómodo, no había duda de que seguramente tenía un hijo que por casualidad buscaba esposa. El hombre por su parte no parecía muy interesado aunque mostraba una sonrisa amable y eso le confundía un poco. Repetía una y otra vez en la mente cómo tenía que mostrarse, nada más lejos a cómo realmente es, pero lo que socialmente debía ser.

El Amor y El DeberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora