Fuego

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Se dice comúnmente que el encuentro de dos almas gemelas es un hecho simbólico que puede percibirse a kilómetros a la distancia, que es solo necesaria un cruce de miradas para sentir esa inexplicable conexión con aquella persona con la que está destinado a pasar toda la vida, porque es aquella que te complemente y está hecha para ti. Aquella realización puede golpearte lo más fuerte que puede porque cuando no eres tú, entonces, finalmente entiendes que es ser el tercero en una situación.

Pidge nunca pensó que tendría que pasar por algo como aquello.

-Por la forma en la princesa mira a Keith, no me sorprendería que se quedaran juntos en algún futuro-dijo Hunk un día y ella debió pensar cuánta verdad había en sus palabras.

-¿Por qué lo dices?

-Es algo obvio, puedo apostarte que en dos o tres años, uno de los dos hará el primer movimiento.

Frente a ella, Keith y la princesa hablaban de asuntos a los que no presto mucha atención. No cuando otra vez el nuevo paladín negro tenía esa mirada que puede notar cada vez que hablan con tanta confianza. Algo que sólo veía en su madre cada vez que su padre regresaba a casa. Una mirada que nunca sería dirigida para ella, no con la misma intensidad. Sería mentirse a sí misma negar que albergaba sentimientos por su compañero, inclusive si intento muchas veces negarlos. Lo sabía en el mismo instante cuando lo vio regresar sano y a salvo y casa, luego que se diera cuenta el enorme alivio que sintió después de tanto tiempo. Finalmente, estaba en casa y su corazón latió más apresurado que nunca. Incluso ahora, lo hace y piensa en lo mucho que sus sentimientos no tienen casi ninguna posibilidad. La quiere, ella lo sabe, pero como un camarada más y sabía que ese espacio sólo sería reservado para Allura y eso le duele. Estaba segura—porque ella nunca se equivocaba— que había algo allí entre esos dos desde hacía mucho tiempo.

Porque entre Allura y ella, no dudaría a quién escogería.

-Es increíble. Finalmente...todo acabó-se dijo para sí misma la princesa Allura, aliviada que la guerra por fin hubiera terminado. Pidge se dijo a sí misma que no debía escuchar, que estaba mal, pero una parte obstinada de ella quería negarse y escuchar.

-Si, pero la tierra ha sido terriblemente dañada. Debemos quedarnos y reconstruir...-su voz aseverada la hizo sonreír solo un poco. Obviamente, Keith siempre pensaría en los demás ma que en sí mismo.

-¿Y que harás después?-la voz de Allura sonó anhelante, como si esperara escuchar algo más. Sus ojos se volvieron del paisaje desolado con real afecto hacia el paladín rojo.

Aquella pregunta lo tomó desprevenido.

-Yo...honestamente, no lo sé. Siempre pensé que esto duraría más tiempo, pero ahora. Somos libres. Finalmente, después de tanto tiempo.

-Bueno, yo se lo que haré-las manos de la princesa jugaron nerviosamente tras su espalda. Bajo la mirada tímidamente, con una sonrisa en el rostro-. Es algo que siempre quise hace mucho tiempo, cuando aprendí a conocerte mejor.

Keith, tan ajeno como siempre, la miró con curiosidad.

-¿Qué...?

Entonces, Pidge no tendría el valor para mirar. Sus gafas comenzaron a empeñarse por la cantidad de lágrimas que corrían por su rostro durante el momento exacto en que sabía que los labios de la princesa rozarían contra los del muchacho del llevaba enamorada hace un tiempo, después de darse cuenta que quizás su relación fugaz con el príncipe nunca tendría la misma fuera de aquellos inexorables sentimientos que llevaba siempre consigo.

Ella lo amaba y eso era más que suficiente para hacerle saber a Pidge que lo haría feliz.

Ellos no pudieran verla, de repente, escuchó los pasos que se alejaban, manos juntas y sabía que no los vería por un tiempo. Se agazapó detrás de la enorme roca, abaratándose las rodillas y desahogándose en completo silencio.

★  Space and Geeks...[Kidge] ★Where stories live. Discover now