Caminábamos de la mano por las ajetreadas calles de Seattle.
Decidí que pasaba del hermoso coche de mi hermoso novio y que prefería caminar de camino a mi casa. Éste fin de semana puede que sea el mejor hasta ahora en mi vida.
Y mi pecho se encoje solo de pensar que es el primero de posiblemente muchos. Elevé su mano a mi boca, para darle un casto beso y su mirada sorprendida y enternecedora me hizo sonreír.
Devolví la mirada a los altos edificios y a la gente ajetreada por el trabajo de los malditos lunes.
-Perdonad- un hombre que repartía propaganda nos interrumpió en la caminata- ¿Les importaría darme dos minutos de su tiempo?
Asentí con una sonrisa hacia el buen hombre, pero a la vez que yo asentía, mi hermoso novio negó.
-Lo siento, no queremos nada.
Y tirándome de la mano, me obligó a rodear al pobre hombre con la mirada decepcionada.
Mi boca no se cerró hasta que doblamos la esquina de la calle. Entonces frené con los pies y éste se giró. Sus ojos resplandecieron con el sol y casi me da un infarto por lo hermosa que era su mirada confusa.
-No me ha gustado nada lo que has hecho- ladré apretando la mandíbula y cruzándome de brazos.
Rodó los ojos.
-Iba a soltarnos un rollo que seguramente no nos iba a servir de nada- levantó los brazos, como si fuera algo obvio.
Negué con la cabeza.
A ésto me refería. Podía pasar de amarle a odiarle en segundos. Era un efecto de lo más raro.
-¡El pobre hombre se ha quedado decepcionado, maldita sea, Dante!- bramé y las personas empezaron a observarnos.
Éste se echó el pelo hacia atrás.
-Tranquila morena, está acostumbrado a eso. ¡Es su trabajo!- me agarró de las caderas cuando intenté resistirme- Anda, deja de montarla en plena calle- susurró contra mi oreja.
Dejé de resistirme en cuanto me mordió el lóbulo de la oreja y a mí me entró una carcajada.
Sonriendo, se separó de mí, pegando sus labios gruesos contra mi cuello.
-Sólo tú tienes el don de destruir un momento excitante, morena- susurró entre risas.
Me echó el brazo sobre los hombros, y seguimos nuestra caminata.
Cuando llegamos a mi casa, me alegré de no ver el coche de mi hermana. Eso significa que está trabajando, y así no tendría que esquivar sus miradas acusatorias hacia Dante.
Llamé al timbre, ignorando los pinchazos que me daba Dante en un costado y cuando abrió mi abuela, se le iluminó la cara al verle.
-¡Dante!- gritó alegremente arrojándose a sus brazos.
Vaya, abuela. Yo también existo, gracias.
Entonces fruncí el ceño cuando me dió un beso y nos dejó en el sofá sentados para traernos café. Que yo recuerde, mi abuela conocía a Dante con el nombre de Nick.
Le miré con el ceño fruncido y éste, cuando captó lo que pasaba, elevó las manos.
-Digamos que tuvimos una intensa charla cuando le pedí permiso para tenerte para mí el fin de semana- susurró acercándose a mí- Sabe lo de la lista de mi hermana también.
Le puse una mano en el pecho cuando el color me subió a la cara, con una sonrisa boba.
-Tenemos que continuar con la lista de Hannah- le dije seria y éste asintió.
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LA LISTA DE HANNAH✓
Mystery / ThrillerA veces, los muertos dejan en su sitio una huella, que aún muertos, no se les deja de mencionar. Queda prohibido, sin autorización escrita del autor, bajo las denuncias establecidas por las leyes, la reproducción total, adaptación, distribución y pl...