16©- Restaurant

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Un poco de pintalabios rojo.

Un poco de rímen.

Un poco de colonia.

Un vestido negro con la espalda al aire.

Unos tacones negros con un lazo.

Y ya estaba lista.

Salgo de la habitación con una ilusión que no tenía desde hace mucho. Bueno, el realidad, nunca había estado tan excitada en una cita con un hombre.

Mi abuela gira su cabeza desde el sofá y se quita las gafas, para luego volver a ponérselas al verme. Se le forma una sonrisa en la cara y se levanta, con la fuerza de una adolescente. 

-¿Sales, cariño?- asiento- ¿Con un chico?- ruedo los ojos y asiento.

Da una palmada y yo niego, sonriendo, cuando se acerca a abrazarme. El timbre suena y ella da un brinco.

-¡Ay, dile que pase, que le quiero conocer!- dice ilusionada.

La cojo del brazo antes de que vaya hacia la puerta.

-Solo es el taxi, abuela. Nos vamos a encontrar en el restaurante- la informo y noto a mi hermana por el rabillo del ojo.

-Ay, pues dile que te acompañe a la puerta para al menos poder ver si es guapo o no- susurra, como si estuviera diciéndome un secreto.

Suelto una carcajada abierta y asiento, dándole un beso en la mejilla.

-Ya veremos- susurro- Bueno, me voy. Adiós.

Paso por el lado de mi hermana, sin hablar con ella. Cuando me dirijo hacia el taxi, escucho la puerta volver a abrirse. No me paro, porque sé perfectamente quién es.

Cuando agarro la manilla del coche, giro la cabeza para ver a mi hermana de pie en el umbral de la puerta.

-Ten cuidado- me dice.

Asiento antes de deslizarme dentro del coche.



Una agradable velada.

Nunca en mi vida e estado más relajada con alguien. De verdad. 

La madre de Nick es un cielo. Su restaurante es una delicia. Tanto como su apariencia como por la comida que sirven. Se presentó el padre de Nick, disculpándose porque tenía que salir afuera de la ciudad.

Su hermana había dado a luz y quería ser el primera en visitar a esa criatura. Nick le promete ir todos juntos al día siguiente. El problema surgió a la hora de despedirnos. 

-Yo te llevo- me dijo Nick, levantándose y abrochandose su perfecto esmóquin azul.

Su madre puso cara de sorpresa.

-Pero hijo, ¿y a mi quién me va a llevar a casa? Cerramos ahora- dice mientras los clientes se van despidiendo y dejándoles el dinero en la mesa a los camareros.

Nick hizo una mueca y yo levanté mi mano antes de que se decidiese por llevarme a mi antes que a su madre.

-He venido en taxi y no me importará ir en taxi de nuevo- sonrío lo más relajada posible.

Su madre me lo agradece y no paró de darme besos al despedirnos. Nick me arrancó de entre sus brazos.

Cuando Nick me abre la puerta del taxi, me paro en frente de él. Se encoge de hombros y mete sus manos en sus bolsillos.

-Te preguntaría si te lo has pasado bien, pero por las risas y las sonrisas que tenías, no me cabe duda de la respuesta- susurra, con sus finos labios esbozando una deliciosa sonrisa.

Aprieto los míos y me acerco más hacia él.

-Gracias por hacerme olvidar unas horas el mundo- susurro, atreviéndome y depositando un suave beso en sus labios.

Solo fue un pico largo, pero suficiente para provocar un sonrojo en sus mejillas. Más adorable no podía ser este hombre.

Me meto entonces en el taxi y le doy la dirección de mi casa. 

Fue al llegar, al salir del taxi, que la pesadilla empezó esa noche. Yo no sé qué había hecho hoy, pero el Karma me la tenía guardada.

Dante, sentado en los escalones de entrada de la puerta de casa, me fulminaba con la mirada desde lejos. Ni hola ni nada. Camino hacia él e intento no mostrar mi nerviosismo cuando empezó a recorrer mis andares y mi cuerpos de arriba a abajo hasta que llegué a él.

Se levanta y quedamos unos enfrente de otro, delante de la puerta.

-¿Llevas esperando aquí mucho?- pregunto.

Se cruza de brazo.

-No mucho.

Asiento, cuando sus ojos siguen fijos a los míos, sin vacilar.

-Podrías haberme llamado, sabrías que no estaba en casa y no tendrías que...

-Sabía que no estabas en casa. No te llamé porque la lamparita de tu habitación no estaba encendida- frunzo el ceño- A ésta hora sueles leer un libro.

Miro la hora en mi reloj y efectivamente, eran las doce y media de la noche. A partir de las doce, siempre me gustaba leer.

Hobbie raro.

Asiento y evito preguntarlo sobre el hecho de porqué demonios sabe eso. ¿Acaso venía de noche y se quedaba bajo mi ventana?

Entonces, da unos pasos, hasta que nuestras narices están por rozarse. No me hecho hacia atrás. Sé que le gusta intimidarme, y a mí me gusta enfurecerle, al saber que no puede hacer eso.

-¿Dónde has estado?- pregunta, mientras su mirada se oscurece.

Cuando estoy por decirle que se meta en sus jodido asuntos, la puerta se abre.

Nuestras caras fueron épicas, mientras la cara de mi abuela, iluminada por la luz débil de la farola de fuera, sigue sonriéndonos.

-Tú debes de ser Nick- da otra palmada mirándole.- Gracias por sacar a mi nieta de su casa ésta noche- ríe.

La cara de dante fue toda una historia, mientras devolvía su mirada fulminando hacia mí. Creo que se ha respondido a su pregunta.

Me esperé un insulto, un escupido en mi cara, una idiferencia total. Que se girase y se fuese dando zancadas... me esperé de todo, menos que sonriera y se girara, para darle dos besos a mi abuela.

-Encantado señora.

Entonces mi abuela tira de él hacia dentro, pidiéndole que se quede unos minutos para tomar algo. Le importa una mierda la hora.

O mi cara de angustia.

Entramos y al no ver a mi hermana, deduzco que está durmiendo. Mi abuela sienta a Dante en el sofá.

-Quédate aquí. Pienso traerte un cafeíto y unas croquetas de las que hago.

Dante eleva las cejas. Intenta decirle que es demasiado tarde para eso, pero mi abuela se va corriendo a la cocina.

Es mi turno de sonreírle, con maldad.

-Te lo mereces, por tu costumbre de aparecer sin avisar, y por tu costumbre de mentir.

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