Capitulo 27

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Mis queridísimos lectores, al fin después de que pensé que no terminaría un nuevo capítulo de ésta historia estoy aquí  y con mucho ánimo de compartirles la muy esperada continuación. Antes que nada gracias por esperar, gracias por sus comentarios, gracias por tanto y perdón por tan poco, sin ustedes amables lectores escribir no sería la aventura que es. 

Infinitos agradecimientos a todos los nuevos votos y lectores que se han ido agregando con el tiempo, sean bienvenidos hoy y siempre. Por último los invito a disfrutar y a comentar pues sus pensamientos son el mejor pago que un escritor podría tener. 

Mención especial a mi querida Aurora, quien ha permitido que este capítulo sea impecable. 

Para ti mi amor platónico DanyaRoseLove. 

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Las luces altas del auto eran la única iluminación en la carretera. Dentro del Volvo, Matt conducía tomando el volante con tal fuerza, que los músculos de sus brazos se tensaban en cada movimiento. Su faz era una máscara de hierro que no permitía leer sus pensamientos. Todo estaba sellado bajo el lago congelado de sus emociones. En su mente había silencio como en mucho tiempo no lo había percibido, ello era un descanso y un vacío estremecedor, la ausencia de lo conocido y la entrada directa a la locura más solitaria. Un silencio opaco donde sólo se escuchaba el siseo de su sangre al circular por sus venas.

Matthew no era más consciente de sí mismo como del camino en esos instantes. Una ola de satisfacción y temor lo invadieron por igual: no había lugar para el arrepentimiento, para nada más que para él y Will. Lanzó entonces una mirada furtiva a través del retrovisor, absorbió la imagen con codicia, como un hombre que no puede creer su suerte al encontrar una perla en la ostra que recolectó. Sólo suerte, sólo el destino. No obstante, la avaricia acechaba y le sintió respirando en su nuca, porque una vez con Will en sus manos había tanto por descubrir.

El agente siguió inconsciente y los vidrios se opacaron con el calor que emanó de él. Una fina capa de niebla cubrió la carretera mientras conducía, adentrándose cada vez más en el bosque. Ya había salido de Maryland apenas hace diez minutos, calculaba que en quince más habrían atravesado York en el estado de Pensilvania. La cabaña que tenía preparada para Will estaba escondida en la parte más boscosa del condado, bastante cerca del Río Susquehanna, donde alguna vez había acampado con su hermano y su padre cuando era muy joven.

Los faros del automóvil iluminaron los grandes troncos de los árboles a su paso mientras se adentraba por un camino de terracería. Un salto descuidado en una zanja hizo que Will gimiera, revolviéndose en el asiento; el segundo sonido que hacía desde que salieron de Baltimore. Era extraño que aún no volviera en sí, no por ello menos conveniente para el traslado. Una vez cubiertos por los amorosos brazos de la naturaleza y la divina presencia de Dios, se encargaría de protegerlo y curar sus heridas.

Transcurrieron veinte minutos más de camino y del silencio que Matt comenzaba a catalogar como abrumador. Colocó las luces bajas del auto cuando reconoció los arces que había plantado su padre cuando era todavía un niño, mismos que le había mostrado en esos breves campamentos repletos de felicidad infantil. Los árboles tenían una estatura mediana, con tal vez ahora un lustro de vida, cuyo follaje era la barrera perfecta e identificable para esconderse. No eran demasiado altos como los árboles alrededor, principalmente por ser bastante jóvenes a comparación de la flora común, algo que sólo un ojo experto sabría, al menos no un policía, no uno de Washington o de Baltimore al menos.

Matt aparcó el vehículo al llegar hasta ellos. Más tarde tendría que regresar y cubrir las huellas en el camino de terracería y plantas, y el auto sería cubierto con las ramas de los arces. La humedad que la nieve había dejado a su paso creó lodo en los alrededores, dificultando un poco su salida por la puerta del conductor. Sus zapatos se hundieron apenas una pulgada en el lodo, miró hacia los lados cuando el ulular de un búho cortó el silencio, el enfermero exhaló con pesadez y sintió el calor escaparse de su cuerpo.

EternidadWhere stories live. Discover now