Capítulo 6

2.5K 280 122
                                    

Dentro del Hospital Psiquiátrico de Baltimore, Matthew daba el último rondín a las celdas del sótano antes de su hora de almuerzo, caminaba con paso lento observando las uniones de los ladrillos en las paredes, contemplando la soledad de algunas cámaras, cuyas rejas chirriaban al contacto con sus manos, los goznes emitían un leve quejido al ser empujados, como el gemido de un pajarito al ser aplastado.

Con su habitual uniforme blanco, se movía con agilidad por los pasillos, caminaba como un zopilote, con las manos en los bolsillos, los hombros hacia delante y la espalda encorvada, de esa manera evitaba llamar la atención, como si escondiera su "yo" verdadero debajo de un impecable traje blanco, la bata un poco holgada encubría su atlética silueta, bíceps fuertes y magros, una espalda fina y tonificada de boxeador, pectorales firmes cuyos músculos se seccionaban gracias a una rigurosa rutina de ejercicio.

Se quedó parado un instante al final del pasillo, la luz de las celdas proyectaba la sombra de las rejas sobre el piso, una polilla marrón chocaba contra la lámpara en el techo de la celda a su izquierda insistentemente, su sombra, agrandada por la distancia de la luz hacia el piso parecía luchar por salir de las rejas, Matt la contempló con agrado, la siguió con los ojos hasta que esta se encontró en el piso, movió un pie como si quisiera aplastarla, sentía la necesidad de hacerlo.

"Sí aplástala", "Vamos Matt termínala" "De cualquier forma morirá" "Sí, sí hazlo"

Los ecos de las voces llegaron hasta sus oídos, como murmullos en el viento húmedo y frío de los sótanos, las escuchó, no había manera de huir de ellas, siempre estaban ahí, acompañándolo a donde quiera que iba, como su conciencia, como si hubiera alguien más dentro de él que le decía cómo pensar, no importaba que deseara concentrarse en algo, esa voz tenía la fuerza y la elocuencia para hacerle cambiar de opinión sobre algo, a veces tenía razón y a veces sólo deseaba torturarlo.

Sonrió, iba a pisarla con sólo bajar la punta de su pie, así de fácil sería apagar una vida, ¿podía ser eso vida?, la mariposa jamás lo sabría, no tenía conciencia, no podía discernir entre lo bueno y lo malo, entre vivir o morir. Matt detuvo su pie justo antes de dar el paso, matarla tampoco tenía sentido, ni para él ni para nadie, ni siquiera para el ecosistema en ese ambiente al que no pertenecía dentro de los sótanos, no, la "muerte" de la polilla no tenía significado alguno, era un insecto más, pero las personas... la muerte de un humano significa, es dotado de un valor, de un concepto icónico, su muerte no es sólo muerte, podía ser algo trascendental, tal como lo había mostrado el asesino en Annapolis.

Después de observar detenidamente las fotografías en la oficina de Chilton se dio cuenta de lo grandioso que había sido aquel asesinato, era algo único, sin embargo, estaba molesto, el hombre se había atrevido a burlarse de Dios, un simple mortal desafiando la palabra de lo inexorable e imitando su designio divino pues había adelantado la hora de un hombre.

La polilla se escurrió de debajo de su pie caminando hacia el pasillo, Matt aún la observaba. "Vamos mátala, mátala"

—No puedo— respondió en voz baja.

"¿Por qué no?, ¿no lo has hecho antes? ¡Eh, eh!" Insistió.

—Sí, pero a mi ángel no le gustaría.

"¿Cómo lo sabes? ¿cómo lo sabes?"

—Porque estuvo aquí con el doctor Chilton por el cadáver en Annapolis.

"Entonces llama su atención" "Le gustan los asesinatos"

Brown se quedó quieto, recordando el fugaz encuentro con aquel hombre de cabello rizado y grandes ojos azules, en su memoria su rostro parecía emitir un suave resplandor, sus labios lo llamaban con murmullos suaves. Se giró hacia la celda y ahí vio a su ángel, parado en medio de la pieza rectangular abriendo los brazos para él en una invitación.

EternidadWhere stories live. Discover now