Capítulo 3. Cambios

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—Y esto... Es para ti. — dijo Marinette antes de sacar una caja envuelta con papel de regalo verde y un moño azul de lo que parecía ser su propio cofre de los tesoros. Chat lo tomó algo inseguro, sin saber con exactitud qué era lo que tenía que hacer ante tal situación. Él no había preparado nada por que ni en mil años se hubiera imaginado que ambos, tanto Marinette como él, pasarían juntos la navidad. Comiendo lasaña, jugando sus videojuegos favoritos, haciéndose extraños peinados el uno al otro, jugando a las escondidas, incluso había aprendido cómo hacer galletas, receta que pondría a prueba apenas llegara a casa, y muchas otras cosas que, en definitiva, lograron hacerle olvidar todos sus problemas. Marinette era... En verdad era increíble. —Puedes esperar y abrirlo cuando llegues a tu casa, espero que te guste. Y... Bueno, ya sabes... Si necesitas de alguien, si necesitas hablar, si te sientes solo... ¡No importa lo que sea! Yo estaré aquí, lista y dispuesta a ayudarte. No te sientas solo nunca más. ¿De acuerdo?

Marinette... Era realmente bella.

Lo extraño era que no se había dado cuenta de ello sino hasta ése momento. ¿Cómo es que no se había dado cuenta? Antes pensaba que era agradable y dulce pero ahora... Ahora Adrien pensaba que Marinette era increíble, hermosa y su ángel guardián. ¿Por qué le ardía el pecho? Por su culpa, Adrien sentía algo inexplicable dentro de sí mismo. Algo que no alcanzaba a comprender.

¿Sería tal vez... Algo como eso?

—Nos... Nos vemos, Mary, espero verte pronto...— y una vez dicho eso, Chat saltó hacia uno de los tejados cercanos y se apresuró en llegar a casa.

Marinette no pudo evitar sentirse vacía luego de que aquel gato bromista se hubiera ido. La soledad la golpeó de una fuerte manera y el aire en su hogar parecía demasiado frío. El silencio la aturdió y la tristeza se apoderó de ella.

¿Cuánto espacio había ocupado Chat Noir como para ser capaz de dejar semejante vacío ahora que se había marchado?

Marinette caminó hacia su cuarto, se subió a su cama y cerró los ojos... Pero de nuevo la ausencia se hizo presente.

¿Qué era lo que le había hecho ése gato?

...

— Pero valla que te lo has pasado bien... Y tú que decías que odiabas la navidad y que nunca pasaba nada bueno en ella. — Se burló el pequeño Kwami mientras volaba alrededor de la cabeza del rubio.

Acaba de llegar y lo primero que había hecho fue correr hacia la cocina y asegurarse de que tenía todos los ingredientes necesarios para la receta que Marinette le había enseñado a hacer. Ni siquiera parecía recordar el regalo que aguardaba por él sobre su cama. Plagg volaba de un lado a otro mirando con cierta curiosidad al tan entusiasmado chico que normalmente no se veía de ése modo tan... Tan alegre.

—Bueno... ¿Qué puedo decirte, Plagg? Marinette es... Simplemente grandiosa. Jamás pensé que guardaría tantos secretos. Ni siquiera Ladybug se preocupa tanto por mí como lo ha hecho Marinette hoy. Ella es... Maravillosa.— Adrien soltó un suspiro. No podía evitarlo. Los recuerdos de ésa increíble noche aparecían como flashes en su mente siempre que cerraba los ojos. Al igual que la encantadora sonrisa de su compañera de clases, quien, ahora más que nunca, sentía como a una verdadera amiga.

—¿Y no podías esperar hasta mañana para hacer ésas cosas? El olor dulzón que desprenden me marean... — habló Plagg de forma despectiva refiriéndose a las galletas que Adrien acababa de meter al horno.

—Ésta noche no podré dormir... Mañana iremos con todos mis compañeros al parque para sacarnos algunas fotos y... Bueno, ¿Cómo haré para que Marinette no se dé cuenta de lo que ha cambiado?.

—¿Cambiar? Yo no te veo muy diferente en realidad...— confesó el pequeño ser mirando desde arriba hacia abajo al adolescente con problemas de identidad.

—Me refiero a... Ya sabes, ella cambió para mí. Ella... ¡Ahg! Me siento nervioso con sólo pensar en ella, ¿Cómo voy a actuar de manera normal mañana? Uhg, me siento... Me siento tan raro.— Adrien revolvió su cabello con frustración. ¿Cuántas cosas podían cambiar en una sola noche?

Plagg rodó los ojos. ¿En verdad no se daba cuenta aún? ¡Por favor, las comparaba una y otra vez sin saber que eran la misma jodida persona! ¿Es que acaso tenía problemas visuales? Pero en realidad no era su problema. Por más que deseara gritarle en su cara lo estúpido que era, su trabajo era mantener los secretos como tales.

— ¿Y por qué te preocupas tanto? La chica te gusta, quizá no la ames como a... Uhg, como a Ladybug, pero sí te atrae lo suficiente como para alterar tus jodidas hormonas adolescentes. Sólo deja que pase lo que tenga que pasar y ya... Y, ¡Por favor, ¿¡Podrías no acercarme tanto ésas inmundicias!? ¡Huelen demasiado! Odio lo dulce... Uhg.

—Tienes razón, Plagg, tal vez no sea algo como para preocuparse tanto.

Luego de unos minutos en los que Plagg sólo se quejaba del olor dulce de las galletas, por fin Adrien decidió que era hora de sacarlas. Colocó las algo deformadas galletas sobre una bandeja y eligió una.

—Bueno... Si estas cosas saben bien, iré mañana a visitarla. Y si no, me olvidaré de todo lo sucedido hoy. Bien... Aquí vamos. 1, 2... ¡3!

Y sí... Sabían bastante mal.

...

Bajo la misma Luna (Marichat) [TERMINADA] Where stories live. Discover now