O tal vez era el peso de su propia conciencia.

De lo único que estaba segura era de que ella lo había lastimado. Y era algo que ella nunca había querido hacer.

“¿Entonces por qué no me lo contaste?” le preguntó tranquilamente.

La respuesta era complicada así que resolvió darle una explicación simple esperando aplacarlo sin herirlo más. “Tenía miedo de que él tuviera razón.”

Guillermo apretó sus dientes mientras sentía que ella lo apuñalaba directamente a través del corazón.

Durante un minuto completo, no pudo respirar del dolor que le causaron sus palabras, mucho más hirientes que cualquier golpe físico. Entonces, había tenido razón, a pesar que en su interior, él había esperado estar equivocado.

Sin embargo se rehusaba a dejarle saber cuánto daño le había hecho con esto.

No lo iba a hacer

Eres un monstruo. ¿Por qué ella vería algo más en ti? Eres estúpido y repulsivo…

Él se aclaró la garganta para asegurarse de que ninguna emoción residual estuvieran en su voz para traicionarlo cuando hablara. “¿Te di alguna vez una razón para temerme?”.

A _____ se le cayó la mandíbula al piso. “Uy, sí”. Luego enfatizó su lista contando con sus dedos.

“Tomaste mis poderes. Me hiciste tu prisionera y amenazaste con matarme a mí y a mi padre. ¿Acaso te olvidaste que torturaste a mi padre, y no fueron solo unos rasguños?”

No, no lo había olvidado. La culpa lo desgarraba cada vez que la miraba y veía lo mucho que ella amaba a su padre.

Tampoco se había olvidado de la lista de cosas que ella le había hecho. “Tú me apuñalaste. Me mordiste hasta que me hiciste sangrar, e invadiste el santuario de Noir para liberar a un dios que Noir quería interrogar. Si no te hubiera tomado como prisionera cuando lo hice, él te habría clavado contra la pared y se habría comido tus entrañas. Créeme, nunca habrías sacado a Solin de ahí en una pieza. Y tú estarías ahí todavía, rogando que alguien te matara”.

“Si, bien”, ella dijo molesta, “Tenéis un poco de razón en eso, pero…”

“No hay ningún pero. Sí… estoy molesto porque eres un chacal. No los soporto. Pero esa no es la razón de mi enojo”.

“¿Entonces cuál es?”

“Tú, que no hiciste más que darme lecciones sobre la confianza, no me confiaste la verdad. La escondiste, y lo hiciste a propósito”. Porque pensaba en él como algo inferior a un humano.

Algo que no tenía importancia.

Eso era lo que más lo lastimaba.

Él no se lo merecía. No de ella. No después de que todo lo que había hecho para protegerla. “Yo pensé…”

No, no iba a decirlo. No había necesidad. Sus acciones le dijeron todo lo que tenía que saber.

“¿Qué pensaste?” ella le preguntó, cuando él no terminó la oración.

“Nada.” Guillermo se dio vuelta para irse y luego se detuvo en seco mientras su ira se incrementaba tanto, que cegó su visión. Él quería descargarse y lastimarla tan profundamente como ella lo había hecho con él.

“No, es algo.”

Él la miró mal. “Pensé que veías a mi verdadero yo. Pero eres como todos los demás. No soy nada más que un animal para ti, y eso es todo lo que voy a llegar a ser. Algo que tiene que ser temido o golpeado o sacrificado.”

Pero nunca como alguien que valiera la pena conservar.

Alguien en quien se pudiera confiar.

Alguien a quien amar.

Guillermo se encogió ante la cruda verdad. “Todos ustedes piensan que no me puedo controlar. Que yo..” él se detuvo a sí mismo antes de decir lo único que pensaba sobre sí mismo. "… soy como mi padre. Incapaz de sentir, de amar."

Su padre adoptivo se lo había dicho tantas veces.

Hay algo que no está bien con él. Nunca se puede confiar en los dioses, ni en sus bastardos. Son hijos de puta, truculentos y traicioneros. Y todos desconfiaban de él cuando nunca les había dado una razón para hacerlo.

Justo como ella.

En retrospectiva, no le sorprendía que lo hubieran vendido a los trece años. Sólo le sorprendía que se lo hubieran quedado tanto tiempo.

Pero él esperaba más de _____. No sabía por qué. No cuando todos los demás lo habían pateado.

Aun así, había tenido esperanzas.

Y nuevamente, había puesto sus esperanzas donde no iban.

Ella se acercó a él, pero él no la dejó que lo tocara y mitigara su enojo. No esta vez. Él lo necesitaba para evitar volver a lastimarse. El odio quizás no valía tanto, pero al menos lo mantenía vivo cuando nada más lo hacía. Y lo mantenía a salvo, protegiéndolo del mundo y de estar cerca de quienes le mentían.

Las lágrimas brillaron en los ojos de _____. “Nunca te traté como a un animal.”

“¿Ah, no lo hiciste? ¿Acaso al principio no fue tu meta domesticarme?”

Ella farfulló indignada. “No, no exactamente.”

“¿No o no exactamente? ¿Cuál de las dos es?”

“Son ambas.” Sus mejillas se oscurecieron mientras su temperamento se incrementaba a la par del de Guillermo. “¿Está bien? Voy a admitir eso. No te conocía en ese momento. ¿Y acaso no tenéis un espejo? ¿Te viste las fachas cuando estás pintado y de pie con tres mil metros de altura y tu aura de odio‐todo‐a‐mi‐alrededor? Sabes, no eres la persona más accesible cuando te ves de esa forma, amigo. Esa actitud de vete‐a‐cagar con la

que te cubres tiende a poner nerviosa a la gente. Discúlpame por sentir lo mismo que trabajaste tan duro por hacerme sentir. Eres demasiado bueno en eso. Quizás si aprendieras a sonreir de vez en cuando podría ayudarte. Ciertamente no te dolería. Así que, sí, al principio te mordí y traté de convencerte para que te pusieras de mi parte. Pero después si vi quien eras. Lo hice.”

El Guardián [Willyrex&Tú] *Editando*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora