CAPÍTULO 18: ¡DEJENME EN PAZ!

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¿El parque nacional Olympia? Estuvieron conduciendo por lo que parecieron días. Si lo hicieron para confundirnos, les funcionó...

-Perfecto- escuchamos a la senadora.

Escuchamos que de nuevo se pone al teléfono la senadora, y admito que estoy confundido. ¿Que hace Welch asociándose con Luziana Grant. La odia. Le hizo la vida imposible con lo de las fugas de información.

-Ana, Christian. Han sido localizados. Están en el parque nacional Olympia. No es necesario movilizar a un equipo - pareciera que a ella le interesa más que a mi el que esto no se sepa, -¿Tienen como volver?
-Si, vi una vagoneta hace un momento, abuela.
-Vean si está en condiciones de salir a carretera y de ser posible salgan de ahí una vez - me agrada esta mujer, también es precavida.
-¿Que hay de la anciana?- Anastasia se pregunta que pasará con nuestros captores.
-Yo me haré cargo de los tres. Encierrenlos en donde sea fiable que no escapen y mandaré por ellos en cuanto ustedes salgan de ahí.

Acatando las instrucciones de la senadora, Anastasia le pide que espere en la línea y salimos a revisar la camioneta. Veo que tiene el tanque de gasolina a la mitad. Con eso alcanzará. Ana revisa que las llantas tengan aire y a falta de anticongelante le pone agua a la camioneta.

-¡Ya esta, abuela!
-Muy bien, muchachos. Salgan de ahí.
-Iré pronto a verte, abuela.
-Cuando gustes, mi niña. Tengan mucho cuidado.
-Descuide, Ofelia. Y muchas gracias.

Cortan la llamada y Anastasia comienza a arrancar de las maltratadas paredes el cable. Les quiere quitar cualquier probabilidad de escape, pero por como golpeamos a Sussanah y a Paul, dudo mucho que puedan huir. Atranca la puerta de la habitación donde los encerramos con un armario y las cosas que encuentra a su paso. La saco a rastras de la cabaña y subimos a la vagoneta. Veo que Anastasia se apodera del volante, y para nuestra buena suerte, las llaves estaban dentro. Nada más enciende la camioneta Anastasia y acelera como si fuéramos perseguidos por los canes del infierno.

-¡Tranquila, Anastasia! - le pido y me aferro al asiento. Esta mierda no tiene cinturón de seguridad.
-¡Ya deja de decirme que me calme! No estoy tranquila - gruñe sin dejar de mirar la carretera y acelerar.
-Pero ya salimos, ya pasó...
-Ni creas que esto se quedará así. Ray lo va a saber - me interrumpe y advierte.

¿Ray? ¿Se referirá a su padrastro? Recuerdo el informe personal de su padre. Es un marine, de baja con honores. Muy condecorado, un hombre de recursos. Es más, puede que sea igual o mejor que Taylor; pero en lugar de continuar en las fuerzas armadas, decidió ser un tranquilo carpintero y vivir en Montesano.

-¡Carla me va a escuchar...! Y el imbécil de Stephen también. Todo mundo sabrá la clase de arpía que es Aurora. ¡¿Como se atreve a molestar a mi abuela?! ¡A mi viejita que ni me la toquen!

¡Wow! Anastasia está muy cabreada. No baja la velocidad y un recorrido de dos horas y media lo hacemos en una hora con diez minutos.

Al llegar a casa, Ana entra por el callejón y baja dando un portazo.

-Ahora fíjate si abre - le comento mientras salgo del vehículo.

En cuanto tengo ambas piernas en el suelo, remite la adrenalina y comienzo a temblar. Anastasia se da cuenta y me ofrece ayuda, aún cuando está furiosa y también tiembla, aunque en su caso, es por la rabia contenida.

-Recuérdame nunca dejarte conducir mientras tu ira se derrama. Conduces de un modo aterrador - le comento al entrar al cubículo del ascensor.
-¡Bah!

Me apoyo en una de las paredes y me doy el tiempo de observar a mi acompañante. Se ve arrebatadora y muy sexy con ese vestido ya desaliñado, el cabello algo alborotado y con sus ojos azules brillando de intensidad.

No quiero pensar en nada, más que en poseer a esta mujer de todas las formas posibles. La beso arrinconándola en el cubículo y ella me responde con intensidad. Así iniciamos una sensual lucha por la supremacía, y con gran placer le cedo el control.

Salimos a trompicones del ascensor y sin dejar de besarnos vamos al departamento por el pasillo. No recuerdo ni como entramos al departamento, ni me importa. De pronto, siento deseos de que nos hayamos hecho mierda contra un árbol en la vagoneta.

-¡Christian, Ana!

Al unísono gritan Ethan y la bruja Kavanagh; acompañados nada menos que de Mia y Elliot.

Es oficial:
Estoy JODIDO





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