— Hoy yendo a Palms Views pasé por un lugar donde estaban regalando folletos de Venice Beach.

Comenté luego de tragar mi último bocado. Victoria apartó la vista de su celular y me miró con atención.

— Y me encantaría ir a conocer - continué - Por lo que vi el lugar es precioso. ¿Qué decis?

— Re quiero ir. Me han hablado mucho de Venice Beach. Pero hoy seguiremos con el shoot.

Contestó desanimada. Relamí mis labios desviando la mirada y asentí comprensivo.

— ¿A qué hora volves?

— Ni idea. Calculo que estaremos laburando al menos unas diez horas, igual que la otra vez.

Dijo levantándose y juntando los platos para llevárselos. Cuando regresó por las tazas de café va me observó con curiosidad y las dejó donde estaban. 

— ¿Qué pasa? - pregunté.

— Nada, te pregunto lo mismo. Tenes la mirada pérdida.

Contestó aún de pie frente a mí. Troné mi cuello porque ni yo sabía lo que me pasaba.

Despegué mi espalda del respaldar de la silla y estiré mis manos para alcanzar sus lindos muslos. La atraje hacia mí y la acomodé encima dejando que sus piernas colgaran de cada lado.

 Gracias por cocinarme.

Dije mirando sus labios, por inercia.

— Somos un equipo. A vos te toca limpiar.

Respondió peinando su pelo hacia un lado de manera muy coqueta. Acaricié su abdomen con las yemas de mis dedos pulgares y me sonrió de medio lado. Me gusta vivir con ella a tiempo completo. Tenemos una buena dinámica que hasta ahora ha funcionado. Yo soy el ordenado de la pareja, y ella la maniática de la limpieza. Me frustro al ver que nos deja la pieza desordenada con todas sus cosas, y ni hablar de nuestro pequeño baño lleno de maquillaje amontonado y cremas por doquier. No hay orden de nada. Pero ella también pierde la paciencia conmigo cuando llega tarde de laburar y se da cuenta que olvidé lavar los platos o la ropa. Hacemos un buen balance y estamos aprendiendo juntos en esta nueva etapa, como cualquier otra pareja. 

Solo que ella es la famosa y exitosa, mientras que yo de a poco voy sintiéndome más perdido.

Sin perder tiempo sostuvo mi nuca con sus dedos para juntar su boca con la mía. Nos besamos con suavidad rozando nuestras lenguas y llevé mis manos a mi otra parte favorita de su cuerpo: sus pequeños pero firmes pechos. Apenas unos finos pedazos de tela separaban nuestras pieles, lo que me motivó a besarla con más intensidad. Mordisqueé su labio cuando la sentí temblar y separó nuestras bocas cuando echó su cuello hacia atrás. Mis manos en sus caderas hicieron por inercia un movimiento que a mi me hizo estremecer y a ella suspirar. Enredé mis dedos en su pelo suelto y levanté ese molesto top para ocuparme de sus pechos con mi boca.

— En media hora va a llegar el Uber que me mandaron.

Dijo con apenas un hilo de voz pero la ignoré. Ayer en la mañana también se tuvo que ir corriendo y en la noche llegó tan cansada que nos fuimos a dormir temprano.

Subí mi boca desde sus pechos a su cuello sin separar mis labios de su piel. Clavó sus uñas en algún lugar de mis brazos y eso terminó por volverme loco. Me saqué la remera y cuando pretendía volver a besarla desvió la boca. Plasmó sus labios en mi mejilla para dejarme un sentido beso y acarició mi espalda con ternura para calmarme.

— Enserio, ya me tengo que ir a arreglar.

— Al menos vamos a bañarnos juntos - propuse - Será rápido.

— Con vos nunca es rápido.

Sus pupilas me decían que quería seguir, pero igual se levantó y no me molesté en detenerla. No de nuevo.

— No mires así, Pablo. Si llego tarde otra vez me matan. No soy Gigi Hadid, no puedo darme ese lujo de ser impuntual. 

Noté su culpabilidad y no quise presionar más. Sé lo mucho que le había costado hacerse lugar dentro de la industria de modelaje acá en Los Ángeles, la principal razón por la cual estábamos acá.

— Está bien, linda, andá.

Me sonrió de medio lado y besó mi mejilla nuevamente. 

— No sos Gigi Hadid, pero sos Victoria Ferrero. Y si me preguntas, Victoria Ferrero es mucho mejor. 

Rió echando su cabeza hacia atrás y reí con ella. 

— Te amo.

Dijo en medio de su gran sonrisa antes de irse a la pieza. 

Me tomé una Coca-Cola para enfriarme y por un momento lamenté no tener el mal hábito de fumar ya que me ayudaría a librar tensiones, aunque para eso ya estaba mi querida amiga Palms Views.

Recogí y limpié la cocina mientras ella se alistaba. Cuando se marchó fue mi turno de ducharme y vestirme con ropa limpia. Conecté mi cámara a mi laptop y me dispuse a editar las fotos que saqué hoy. Tenía miles desde Palms Views, pero no me quejaba porque me gustan y tengo bastante material para llevar a mi oficina en Buenos Aires. Como era de esperarse, no tenía permiso de trabajar remoto desde acá porque mi trabajo en Buenos Aires requiere que sea presencial. No tenía mucho sentido porque puedo seguir diseñando para las marcas de mis clientes desde acá. Solo necesito de mi laptop y programas de edición. Pero bueno, las reglas no las puse yo. Sin embargo, sí me dieron suficiente tiempo de vacaciones para venir a acompañar a mi novia. 

Y básicamente esa era mi rutina: cardio en la montaña, desayuno con mi modelo, editar fotos, y esperarla durante horas.

Ricardo volvió a Argentina luego de la primera semana. Su jefa lo necesitaba a su lado y además su trabajo aquí ya estaba hecho. Por suerte a mi novia le estaba yendo muy bien en lo que vino a hacer y la presencia de Ricardo ya no sería necesaria. La agencia americana que contrató a Victoria ha sido socia de su agencia argentina desde hace muchos años, así que al parecer mi modelo estaba en buenas manos.

Dicha agencia se ocupó de nuestros trámites legales además del bonito y cómodo departamento donde estábamos junto con sus gastos: luz, agua, gas, internet, muebles. Lo único de lo que Victoria y yo nos encargábamos económicamente es la comida. A ella le pagan muy bien así que realmente no hay de qué preocuparse. De todas maneras yo me aseguré de venir con ahorros suficientes para un mes, el tiempo que se supone que vamos a estar acá, y hasta pude rentarme esa linda bicicleta roja. Según mis cálculos sólo nos quedan dos semanas.

Pero por los vientos que soplan, me parece que serán mucho más de dos semanas.

Luego de ese pensamiento dejé la laptop a un lado y salí al balcón. Vivíamos en una buena zona donde sólo se ven avenidas bonitas, casas bonitas, autos bonitos, gente bonita. En el aire había una sensación de oportunidades y unas ganas de comerse a este enorme mundo tan distinto al de donde vengo.

Pero cuando volví a entrar al departamento el aplastante silencio lastimó mis oídos. Experimenté un inquietante déjà vu de algo que viví hace más de un año cuando llegué a Buenos Aires:

Estaba en un lugar desconocido. Sin trabajar, sin mis amigos, sin mis mascotas, sin mi familia.

Y solo.

GossipWhere stories live. Discover now