Capítulo 39

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Victoria


A Pablo y a mí nos entusiasmó la idea de pasear por la ciudad de Santa Bárbara el fin de semana previo al inicio del curso intensivo de edición y diseño al que se inscribió. Durará unas cuatro semanas, y eso significa que ambos tendremos nuestra agenda un poco ocupada. Por eso decidimos aprovechar estos días juntos, pero no nos quejábamos, al contrario, estábamos agradecidos.

Hicimos de todo en Santa Bárbara. Lo típico que hacen los turisitas. Durante el fin de semana recorrimos la costa en bici, comimos de todo, nos bañamos en la playa, compramos cosas de segunda mano, visitamos muelles, y nos sacamos un millón de fotos.

Al final de la tarde del domingo fuimos a comer helado a un popular lugar donde se hacían largas colas porque eran medio populares, pero no teníamos prisa. Volvíamos mañana a Los Ángeles y debíamos acomodar los bolsos para el regreso, pero el helado nos pareció prioridad. El clima estaba divino y la mayor parte del tiempo estuvimos con los trajes de baño, como ahora que sólo me puse mi bikini rojo y un short. Pablo por su parte estaba sin remera y se conformaba con su malla.

Me pedí uno de fresa y Pablo uno de cookies & cream. Los disfrutamos sentados en la arena  mientras charlábamos sobre una infinidad de temas y observabámos las personas entrar y salir del mar.

— Entonces, ¿sí te gustaría tener hijos?

Pregunté concentrada únicamente en mi devorarme mi delicioso helado.

— No lo sé, creo que sí. ¿Vos?

— Sí, probablemente - admití - pero no ahora.

— Obvio, en unos veinticinco años más o menos.

Reí.

— No, tal vez antes.

Contesté antes de pasar mi lengua por el dorso de mi mano para limpiarme el rastro de helado que empezaba a derretirse. 

— ¿Conmigo?

Preguntó con una sonrisa divertida y lo miré con la misma expresión.

— Claro, mi amor.

Dije siguiéndole el juego.


....

Unos minutos más tarde cuando nos terminamos nuestros helados regresamos a nuestro hotel. Estábamos bronceados y cansados, pero relajados. Pablo se sentó en la cama recostando su espalda del respaldar y conectó su cámara a la laptop para pasar todas las fotos de nuestro pequeño viaje.

— Pensé que ibas a esperar a mañana que regresemos para pasar las fotos. 

Comenté organizando nuestra ropa, sucia y limpia, para poder guardarla en los bolsos que trajimos.

— Soy fotógrafo, linda. No puedo esperar.

Respondió sin apartar sus ojos de la pantalla. 

Al cabo de unos minutos sentí que me apuntaba con su cámara Canon y escuché los "clicks". Ya estaba acostumbrada a eso, no me molestaba. A menos que estuviese en malas fachas y con el pelo recogido en un rodete mal hecho. Justo como ahora.

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