Capítulo 11

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Llegué a la cafetería eufórica, sonriente a todos mis clientes y normalmente no era tan amable. Bea me miraba como si quisiera ahogarme porque por dicha amabilidad me estaba ganando muchas miradas de jóvenes apuestos, me burlaba de Bea pero no me apetecía tampoco prestar mucha atención a ellos, si estaba tan alegre era por causa de uno en especial, no por ellos, y ese alguien especial no se podía comparar ni un pelo con ellos, él era tan único como cada gota de lluvia.

Una de la tarde, Ariel se encontraba hablando de lo más de alegre con Laurie, hace poco las había presentado, y se supone que Ariel era una amiga de mi infancia que hace tiempo no veía y que me había buscado por cielo y tierra, cosa que no es mentira; pero ellas dos habían congeniado muy bien. Brant no le había importado mucho la compañía de Ariel a Laurie, por alguna razón y no lo contradigo, es más, lo comprendo, sentía que Laurie estaba muy a salvo con Ariel, después de todo ella era la fuerza de Dios.

Serví un pie de limón y una torta de zanahoria, cuando un grito exasperado lleno la cafetería y cinco clientes que apenas habían adentro se espantaron casi regando sus cafés y yo a punto de dejar el pedido.

Llegué al mostrador soltando el pedido y estando atenta a lo que pasaba, Ariel también estaba alerta, pero entonces vimos a Bea parada en una silla lloriqueando.

-¿Qué te pasa? ¿Estás loca?- pregunté culpándola, después de todo eso devaluaría un poco mis propinas y ella como siempre no colaboraba.

-¿Viste una rata?- preguntó Jeffrey, un mesero que en ese momento se había ido a descansar a la bodega.

-¡No! Es peor- masculló Bea. Me metí a la barra y vi de lo que le temía Bea. Reí.

-Sí, estás loca, solo es mi gato. Deja de crear drama...- dije pero alguien me tomó del hombro y me volteó bruscamente para que mirara el mostrador. 

-Pero... tenía tres colas, yo lo vi. No estoy loca- dijo Bea detrás de mí y quería burlarme de ella y abrazar a Nilo por espantarla. Pero demás que viendo a Laurie hablar con Ariel no tuvo con quien más entretenerse.

-Tenemos un gran problema en el parque...- dijo Ariel preocupada mientras miraba su móvil de reojo. Respiré profundo, con la única persona que ella se podía comunicar con ese móvil en esta dimensión era Rafael.

-¿Está bien?- pregunté preocupada.

-Por ahora, pero hay que irnos ya- dijo firmemente.

Me quité el delantal halándolo un poco y se lo tiré a Jeffrey que seguía en la puerta de la bodega riéndose de Bea que apenas se bajaba de la silla.

-Necesito que me cubras- dije saliendo de la barra.

-¿Pero qué digo si Brant pregunta?- preguntó Jeffrey.

-Emergencia familiar, explícale que una vieja amiga ha venido a visitarme, Laurie le hablará bien de ella- dije mientras me daba cuenta con la facilidad que empezaba a mentir, sin ni siquiera pensar, es como si me supiera la historia falsa de memoria y en mi inconsciente viviera esa falsedad.

Nilo saltó a mis brazos apenas cruzamos la puerta y empezamos a correr al parque. 

Escuche explosiones a lo lejos, corrí más rápido hasta que llegamos a un claro del parque que estaba solo rodeado por árboles sin señales que la humanidad supiera de dicho lugar, y yo no me habría guiado hasta allí si no fuera por Ariel.

Primera imagen que vi fue Asrafil burlándose de la escena en la copa de una árbol, y la escena era Karmael con sus rizos rubios en formas de serpientes doradas luchando con Rafael, aunque luchar no sería la mejor palabra, porque Karmael no le daba ni el suficiente tiempo para defenderse, sus ojos estaban ardiendo de ira, como si tuviera fuego dentro de sí, no eran los ojos grises que los míos de tierra no competían con ellos, ahora eran un rojo sangre que los míos al lado de los de ella eran de un color bello pardo hasta podría ser caramelo delicioso.

-¡Maldita sea! Tenías que hacerlo ¡¿Verdad?! ¿Nunca me quisiste acaso?- gritaba Karmael y Ariel que había estado espantada ahora corría a ayudar a Rafael, y Nilo se revolvió en mis brazos hasta que cayó y corrió hacia Rafael convirtiéndose en su forma original, una bestia gigante.

Un intervalo en que yo también corrí hacía Rafael y lo vi a los ojos que destellaban azul herido. Otro segundo y Asrafil me tomó por el cuello y me levantó, evito que siguiera corriendo y ahora me ahorcaba, estaba quedándome sin aire, mis pulmones ardían y mi cuello pedía a gritos que lo soltaran por la fuerza. Mis manos rodeaban débilmente tratando de soltarse de la mano de Asrafil quien sonriente estaba. Sentí que algo se clavaba en mí, pensé en la muerte, en todo lo que había pasado para llegar ahí, la muerte de mis padres, mis trabajos humillantes hasta que llegué donde Brant que lo consideraba mi padre y nunca se lo había dicho ni se lo iba a decir porque al parecer iba a morir en manos de un ángel que solo cumplía la voluntad de Dios, la muerte tan estúpida, absurda, se supone que iba a morir por enfermedad o hasta en un asalto, pero me sonaba hilarante morir de esa forma, así que con lo último de aire que me quedaba me empecé a reír, con todas las ganas que pude. Asrafil confundido por mi reacción dejo de hacer fuerza en mi cuello un segundo, lo suficiente para que yo tuviese la fuerza suficiente para patearlo, eso hice, y no porque le doliera me soltó, sino de lo sorprendido y confundido que estaba. Miré la pelea del otro lado del claro y estaban lo bastantes entretenidos con Karmael como para ayudarme. Sabía que tenía que valérmelas por mi esta vez, no los culparía por no ayudarme si algo pasaba, a simple vista se veía que la furia de Karmael era más fuerte que la fuerza de Dios (Ariel), por instantes.

-No los mires, no te van a ayudar, somos solo tú y mi venganza- dijo Asrafil a unos metros.

-Tu venganza no es tan fuerte como piensas-.

Viviría él o yo, no los dos.

De repente se abalanzó sobre mí con un cuchillo en la mano, rodé por el suelo escapando de él pero me alcanzó a cortar parte de la pierna. Una mueca de dolor cruzó mi rostro mientras me arrastraba buscando apoyo para pararme, de un tronco me cogí, pero me di cuenta que la sangre que derramaba mi pierna se mesclaba con la nieve, no de un forma corriente, si no formando trazos. Asrafil se detuvo y abrió la boca, no sorprendido o confundido como antes, sino asustado. Yo no comprendía el porqué, pero si sentía el porqué. Esos trazos me eran familiares y calorosos, eran tan ajenos que mi instinto me dicto que hacer, mi puño se cerró en la nieve y mi sangre se convirtió de roja a azul, un azul que se convirtió en hielo cubriendo mi pierna, sentía como sanaba, no había necesidad de verla. Me paré después de unos segundos y no me había dado cuenta que la pelea al otro lado del claro se había acabado para observar la escena que yo había hecho, pero ¿Que he hecho?

Cielo Ardiente [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora