Capítulo 38

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A los días Camila se detuvo frente a su edificio, su respiración era más fluida, esta vez había recorrido dos kilómetros y realmente los necesitaba. El día anterior había cocinado con Julia su famosa tartaleta y en la soledad de la noche, para llenar cierto vacío, la había devorado completa. Ese nuevo vacío tenía nombre y apellido, pero no lo iba a nombrar, no lo haría. Además, no había dado señales de vida en dos semanas. «Seguramente, tendría que estar con la loca de las pasarelas recordando su antigua relación», pensó, maldiciendo.

No entendía cómo Amanda lo seguía defendiendo si nunca le había dado una explicación, ni siquiera una llamada, había querido preguntarle a Julia de manera casual sobre él, pero cada vez que iba abrir la boca prefería taparla con alguna zanahoria, que ahora inundaban su cocina.

Maldijo por segunda vez. Nuevamente sus pensamientos la estaban traicionando, tendría que probar otra actividad física, además del trote. Ya había consultado por clases de surf y en dos días llegaba una bicicleta que había adquirido.

Se sentó unos segundos, dejando que la brisa marina la trasportara o se llevara los recuerdos de la sonrisa del innombrable. Al menos, agradeció por la calma de las olas, ya que la ayudaban a sobrellevar mejor las cosas. Debía prepararse para el fin de semana, vendría su sobrino y Amanda con Diego. Prepararía pastel de choclo y quería sorprenderlos. Obviamente, Julia la ayudaría.

Un camión se detuvo frente a ella, tapando el sol, y dos hombres descendieron de forma apresurada. El repiqueteo de unos tacos llamó su atención, quiso huir cuando vio a la loca de la corredora, pero ya era tarde, estaba frente a ella.

Al parecer, no la vio y se acercó al camión, leyó en el costado del vehículo "mudanza". «Gracias a Dios», pensó. Al fin había vendido el famoso departamento, ya no tendría que verla por ahí ofreciendo comprar el suyo.

Ingresó al edifico y saludó de alegre manera al conserje. Mientras subía las escaleras su teléfono sonó, y cierta esperanza la invadió de que fuera el innombrable, pero se esfumó inmediatamente cuando se dio cuenta de quien la estaba llamando.

—Hola.

—Hola, no me has llamado —contestó Martín.

—Lo siento, estaba con mi cabeza en otra parte. —Camila sacó las llaves de su puerta.

—¿Cómo van las clases de cocina? En las fotos, al menos, todo se ve exquisito.

—Súper. Mañana me toca empanadas. —Camila ingresó al salón y se quitó las zapatillas.

—¿Qué prepararás para el fin de semana?

—Ya te dije, es una sorpresa.

—Por cierto, ya tenemos fecha para el bautizo, es en un mes más.

—¿Cómo está Daniela?

—Es un zombi, pero está feliz. Guillermo sigue despertando en la noche.

Camila saltó al escuchar un golpe en el pasillo, se acercó rápidamente a observar por la mirilla.

—¿Sigues ahí? —Martín habló.

—Sí, es que al parecer vendieron el departamento de al frente y se están cambiando, pero acaban de quebrar una lámpara.

—En vez de fisgonear, ¿por qué no ofreces tu ayuda? Además, te haría bien socializar un poco, capaz que sea mujer y puedan cocinar juntas.

—Ja, ja, qué divertido, y ya socializo con Julia y Raúl. Por cierto, te voy a cortar, quedé de ir por Julia, me acompañará a comprar cortinas.

No es Divertido (Disponible en Amazon)Where stories live. Discover now