Capítulo 32

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Camila se desplazó lo más rápido que pudo por entre los árboles, no quería mirar hacia atrás, porque su autocontrol lo había mantenido lo suficiente como para ahora dejarse llevar por la pasión que inundaba su interior cada vez que veía a Marco.

Divisó el límite de la propiedad, esta vez no se despediría, ya había conversado con Julia y la había ayudado a aclarar vacíos anteriores que la inundaban continuamente.

Escuchó el crujido de las ramas y hojas, esperaba que Marco no viniera detrás de ella, pero un movimiento a su costado captó su atención. Sonrió al divisar a su amiga apoyada en un gran canelo mientras Diego la besaba con intensidad.

Sintió alivio al observarlos. Al menos, Amanda había solucionado sus problemas. Serpenteó a través de los grandes troncos para pasar desapercibida, no quiso interrumpir, aunque le hubiera encantado darles el dato del jacuzzi del interior de la propiedad.

Apuró su paso hasta que bordeó la casa, divisó su auto y le llamó la atención un pequeño paquete situado sobre el capó. Tomó la pequeña caja de cartón; en el interior asomaba una nota de Julia que decía que esperaba su llamado. En una servilleta cuadrillé roja había un trozo de tarta y en un recipiente de plástico varias empanadas de camarones recién hechas.

No aguantó la tentación ni el hambre, el calor de la comida traspasaba el envase. Por lo tanto, lo abrió y dio rápidamente un mordisco. A instante, el alivio llegó junto a los sabores, y debido a este gesto, Julia quedaba en su lista personal en el número uno.

Un ruido de pisadas o, más bien, de alguien que corría la alertó, buscó lo más rápido que pudo sus llaves y maldijo, ya que en el interior de su cartera palpaba cualquier cosa menos las condenadas llaves.

Cuando al fin las alcanzó, era demasiado tarde porque Marco aparecía por la esquina de la casa. Camila tragó el resto de camarón que le quedaba en su boca para decirle que la dejara ir.

Ni siquiera pudo decir nada, Marco se abalanzó sobre ella y, al parecer, sin importarle nada la besó. De inmediato, su lengua nadó en su boca y sus dientes estrujaron sus labios, su cuerpo se adhirió como una especie de imán que, además, calzaba a la perfección, mientras ella con sus manos sujetaba su mandíbula; no podía apartarlo, lo deseaba.

Sintió como su respiración se aceleró al ritmo de las exhalaciones de Marco, sus lenguas se seguían acariciando, exigiendo más profundidad. Se separaron, dejando solo sus frentes apoyadas. Camila mantuvo sus ojos cerrados, solo escuchaba el ruido del mar a lo lejos y en sus labios la respiración de Marco.

—Al diablo con eso de "te llamo" —Marco susurró cerca de su boca.

—Marco...

—Shuuu... Sé que tienes cosas que hacer y a lo mejor cosas que pensar, pero ya me perteneces. Y aunque ya no lleves una parte mía en tu interior, no quiere decir que te hayas deshecho de mí. Te esperaré una semana, resuelve lo que sea y vuelve, no me llames, solo ven a encontrarme.

—Marco...

Nuevamente fue interrumpida con un beso, pero esta vez fue más calmo.

—Y espero que también lo hayas grabado porque no lo repetiré. —Marco se separó, quitó las llaves de la mano y le abrió la puerta.

Camila había quedado completamente en silencio, pocos hombres, o por decir ni uno, la había besado así, menos con tremendas declaraciones. ¿Había alucinado o le había dicho que le pertenecía? Sin duda, su fase de buldog no se le había pasado.

Le siguió la corriente porque, por lo que intuía, estaba decidido a pronunciar la última palabra, como la vez anterior. Se sentó frente al volante. Marco le entregó sus cosas y luego cerró la puerta.

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