Capítulo 31

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Marco miró a Diego de reojo y éste le devolvió la sonrisa. La reunión acababa de terminar y estaba seguro que ganarían la propuesta para llevar a cabo la construcción del mini centro comercial en el borde costero, pero el único inconveniente seguía siendo el de buscar a una persona que se hiciera cargo en la zona.

Ambos caminaron en dirección a su vehículo cuando Marco observó que Diego jugaba con su teléfono, distraído.

—¿Qué pasa?

—Amanda no me ha llamado. —Diego siguió mirando la pantalla.

—Si no mal recuerdo, tú no le contestaste en la mañana.

—Aún estoy molesto por lo que ocurrió.

—Eres bien idiota, disculpa que te lo diga, pero tú también te quieres quedar. ¿Por qué, simplemente, la llamas y se lo dices?

—¿Y por qué no, simplemente, llamas a Camila y le dices que te transformaste en un zombi viviente y que extrañas que te diga imbécil?

—¿Y por qué mejor no te metes en tus asuntos?

—Creo que mejor volveré. Necesito hablar con ella.

—Primero, vamos a almorzar con Julia, no la puedes dejar con todo preparado.

—Solo una hora y luego me llevas al terminal.

—Está bien.

Al detener el vehículo frente al portón de fierro, sus manos se tensaron sobre el manubrio, ¿estaba viendo visiones o el auto de Camila estaba estacionado afuera de su casa?

Al ingresar, se ubicó al lado y miró buscando la cabellera rubia. Miles de pensamientos lo abatieron. ¿Habría ocurrido algo? Ya que estaba seguro que Camila no lo había ido a buscar para reanudar su relación, eso era algo que estaba en el último escalón de probabilidades, aunque quiso mantener una luz de esperanza ante esto.

—Camila está aquí —dijo Diego a su lado—. Los milagros sí existen.

—No creo en los milagros. Algo sucedió y si no prepárate, que una especie de huracán nos puede azotar en cualquier momento. —Marco detuvo el motor y al descender sus labradores se lanzaron sobre él, pero esta vez no les prestó atención.

Siguió el sendero hasta la parte de atrás de la propiedad con el corazón acelerado, no sabía si era la emoción de ver a Camila o de encontrarla con un hacha, si se daba el caso.

Al acercarse a la propiedad de Raúl, escuchó una risa conocida, miró a Diego que se había detenido.

—Amanda también está aquí —su amigo pronunció con su mandíbula apretada, escarbando su pelo de manera nerviosa.

—¿Todo bien? —Marco evitó sonreír.

—¿Y si quiere darme un gancho otra vez por haber venido a la playa?

—Ahora, ¿quién es el gallina?

—Por qué no te adelantas y ves sus intenciones.

—¿Debes estar jugando? Hace unos minutos me dijiste que la irías a buscar.

—Sí, pero ella se adelantó y, de verdad, me gustaría saber si viene en paz antes de encontrarla.

Marco se acercó con cautela por el costado de la casa hasta alcanzar una pequeña ventana. También tenía sus dudas de ingresar y saber si Camila había ido en paz.

Diego lo siguió, y una vez que estuvieron agachados al lado de la ventana, se hicieron una seña con la mano para asomarse.

Al levantarse, una silueta tapaba parte de los cristales, se encontraron con la mirada de Raúl, quien se localizaba sentado frente a ellos. Al darse cuenta de lo que allí sucedía, levantó sus cejas, desorientado. Y antes que se pudieran esconder, la figura se giró y pudieron leer en los labios de Amanda "¿Es broma?".

No es Divertido (Disponible en Amazon)Where stories live. Discover now